El destino me ha permitido ser actor, ser parte activa y operador en muchas situaciones altamente complejas, de vida o muerte en los últimos 45 años como oficial militar desde subteniente hasta mayor.
Desde la época del general Omar Torrijos. Como un soldado en cumplimiento de la misión patriótica: Atacar las bases del Comando Sur. Cuando formé parte de las tropas de la Guardia Nacional para atacar e infligir la mayor cantidad de bajas al enemigo las tropas gringas.
En dos situaciones separadas en el tiempo. Después de la firma de los Tratados Torrijos-Carter, con 22 años de transición ordenada por el poder militar panameño y en la preparación del entrenamiento para asumir la total defensa de la antigua Zona del Canal.
Con bases militares del Comando Sur como actor en ejercicios, entrenamientos combinados para la defensa conjunta del Canal.
Fui parte activa en la época del general Noriega. Durante la crisis del 1986 al 1989, la época de la Cruzada Civilista, solo estuve al final, porque todo el año 1987 entrenaba en la Escuela de las Américas, FT Benning, Georgia. El Curso de Comando y Estado Mayor fue el último curso dictado a las Fuerzas de Defensa de Panamá.
En ese momento se mantenía la tesis de la defensa conjunta del Canal entre las Fuerzas de Defensa y el Comando Sur.
En enero de 1988 existía un panorama altamente explosivo entre Panamá y Estados Unidos. Las Fuerzas de Defensa iniciaron un proceso rápido de preparación para armar al país para repeler una invasión militar desde las bases en las riberas del Canal. El general Noriega me ordenó solicitar armas a Cuba. Fui enviado en misión secreta a Cuba para solicitar el armamento pesado, ofensivo y defensivo al comandante Fidel Castro.
Mantenía excelentes relaciones de años de confianza de trabajo secreto y mutuo desde 1977 con el MINFAR y el MININT y el Departamento de América, cuando también cumplí igual misión para los sandinistas. Ya tenía un antecedente de la guerra en Nicaragua, entre 1976 y 1979, desarrollando operaciones combinadas con tropas cubanas en Nicaragua, para derrocar al dictador Anastasio Somoza, 19 de julio de 1979.
Cumplí la misión organicé los viajes con el armamento pesado, liviano con todas las municiones (50,000 fusiles AK-47, entre el armamento) hasta el 16 de marzo de 1988.
El general Noriega me dio la orden y se me trasladó al G-2 para sofocar el levantamiento popular en las calles de la Cruzada Civilista y el primer golpe militar.
Después en la condición de “prisionero de guerra”, bajo interrogatorio duro, recluido en el centro conjunto de inteligencia militar de Estados Unidos. Luego encarcelado por siete años y medio (1989 a1997) y perseguido hasta nuestros días.
Ahora en la época actual, la presencia de tropas de Estados Unidos con una “invasión silenciosa”, ocupando sus antiguas bases militares, barracas, cuarteles, áreas de entrenamiento y áreas de seguridad. No hay formas de llamarlas de otra manera.
Conozco no por referencia, siempre fui actor principal. No un teórico planificador. Era un operador sobre el terreno y por esas razones de peso, conocimiento histórico y experiencia acumulada por más de 45 años de operaciones de inteligencia y operaciones militares, expongo mis puntos de vista, como testigo.
No estoy de acuerdo con el comunicado de la Cancillería cuando dice: “Que todo es producto de una campaña populista, de titulares de diarios y con fines opacos”. El plan del Pentágono de la invasión militar en diciembre 20 de 1989, fue renegociar la presencia de bases militares, navales y aéreas en Panamá.
Como actualmente está ocurriendo, abril del 2025, aunque la Cancillería las quiera maquillar. La historia no la pueden cambiar y menos reescribir.
Sigo siendo un soldado panameño torrijista, como norte el bien común de nuestro pueblo.
