Desde que en octubre del 2023 lanzó su agresión contra Gaza, el ejército israelí ha ido estirando sus recursos con nuevos conflictos en la región.
Gaza, Líbano, Siria, Yemen y ahora Irán. Israel mantiene nada menos que cinco frentes de guerra abiertos a la vez, con un elevadísimo costo militar, económico y social, informa la cadena británica BBC Mundo.
Desde que en octubre del 2023, lanzara su agresión contra Gaza. el régimen de Benjamin Netanyahu y el ejército israelí ha ido estirando sus recursos con nuevos conflictos en la región.
Primero respondió a los ataques que la milicia libanesa Hezbolá lanzaba contra el norte de Israel en represalia por los ataques en Gaza. En poco tiempo, la respuesta israelí escaló para convertirse en una guerra abierta que descabezó y debilitó al grupo islamista.
También respondió a los ataques que los hutíes de Yemen han llevado a cabo desde el inicio de la ofensiva israelí de Gaza. Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han bombardeado puertos, ciudades e instalaciones en el territorio de esta milicia chiita que controla un tercio del país.
Con la caída del régimen de Bashar al Assad en Siria Israel vio también la oportunidad de hacerse con parte del territorio sirio para ampliar la zona que controla en los Altos del Golán.

Aprovechó, además, para minar la infraestructura militar siria con bombardeos a instalaciones del ejército. Desde entonces, ha llevado a cabo ataques periódicos de zonas del sur del país donde operar milicias afines e Hamás.
Pero para Israel, Hamás, Hezbolá, los hutíes y las milicias sirias son ramificaciones de lo que considera su verdadera amenaza, el auténtico enemigo a batir: Irán.
Tras años de escaramuzas, operaciones clandestinas y asesinatos selectivos que escalaron el año pasado por primera vez a bombardeos mutuos, ambos se enfrentan desde el 13 de junio en un conflicto abierto y con final incierto.
Pero, ¿cómo consigue Israel mantener tantos frentes abiertos? ¿Y hasta cuándo puede continuar con esta intensa presión militar?
“Bueno, no diría que de manera indefinida, pero sí durante mucho tiempo”, responde Frank Ledwidge, antiguo oficial de inteligencia británico y profesor de Derecho y Estrategia en la Universidad de Portsmouth.
A pesar del enorme costo económico que supone este esfuerzo bélico, el gobierno de Netanyahu cuenta con un enorme respaldo político y social en su campaña contra Irán.
El 83% de los israelíes judíos apoyan los bombardeos contra el país persa, una cifra que muestra que el programa nuclear iraní y el gobierno de Teherán, a quien muchos en Israel consideran una amenaza existencial, ejerce de aglutinador social.
“Por el momento, existe un enorme apoyo político y social al gobierno”, explica a BBC Mundo Avraham Diskin, profesor emérito de la Universidad Hebrea de Jerusalén, la misma que ha realizado la última encuesta de opinión sobre la campaña contra Irán.

En el 2024, el presupuesto militar israelí se disparó en un 65% hasta los $46,500 millones, el mayor incremento desde la guerra de 1967. El 8,8% del PIB del país se destinó al esfuerzo militar, el segundo mayor del mundo por detrás de Ucrania, según datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo.
Su Fuerza Aérea es la más potente de la región, con aviones F-15 con alcance de ataque de larga distancia, los F-35 (aviones furtivos de alta tecnología que pueden evadir los radares) y helicópteros de ataque rápido.
Esto le ha permitido debilitar en gran medida las defensas antiaéreas iraníes y bombardear sitios militares, nucleares y estratégicos en el país persa.
Además, Israel cuenta con un sofisticado sistema de defensa multicapa formado por el escudo antimisiles Domo de Hierro, que le permite interceptar misiles de corto alcance, como los que se lanzan desde Gaza y Líbano; la Honda de David, para contrarrestar los misiles de alcance medio; y el programa de misiles antibalísticos Arrow, que le permite defenderse de los proyectiles que proceden de sitios más lejanos como Irán o de Yemen.
Pero en los últimos días algunos misiles iraníes han logrado alcanzar objetivos en Israel, eludiendo las defensas y causando la muerte de más de 20 personas.
El sistema, reconoce el propio ejército israelí, no es infalible, pero otorga al país una importante ventaja con respecto a sus agresores.
Pero, ¿por cuánto tiempo se puede mantener tal despliegue?

Para Frank Ledwidge, desde el punto de vista militar, dos factores podrían eventualmente dificultar la capacidad de Israel de sostener tantos frentes abiertos: el personal militar y la munición.
A este respecto, el experto recuerda que gran parte del sistema de misiles israelíes depende de importaciones de Estados Unidos, bien para componentes o para la munición completa.
Los expertos en logística de Estados Unidos “empiezan a estar muy preocupados por la capacidad, ya disminuida, de Estados Unidos para sostener un conflicto contra China, que es el reto que marca el ritmo y la prioridad absoluta del sistema industrial de defensa estadunidense”, según el profesor de la Universidad de Portsmouth.
El desgaste del personal militar también podría ser un hándicap que frenara a Israel.
“No se puede mantener el mismo ritmo de operaciones que los israelíes están llevando a cabo de forma indefinida”, asegura el experto, que apunta que la tripulación aérea y terrestre de la Fuerza Aérea israelí necesita los descansos necesarios.
El cansancio acumulado de otras campaña, apunta, “afecta a la eficacia y a la eficiencia, es causa de errores y, finalmente, causará pérdidas”.
Este puede ser el motivo por el que hemos visto que Israel ha ralentizado el ritmo de las operaciones sobre Irán, “sin olvidar que también están las operaciones en Gaza y que tienen que cubrir el componente de defensa aérea de sus operaciones, así como tener capacidad para imprevistos”.
Desgaste de los reservistas
Las Fuerzas de Defensa de Israel cuentan con alrededor de 178,000 soldados en servicio, además de unos 460,000 militares de reserva.
El servicio militar es obligatorio en el país para hombres y mujeres mayores de 18 años, con algunas excepciones, y permanecen como reservistas hasta los 51 años.
Desde el pasado 7 de octubre, Israel ha ido movilizando a cientos de miles de reservistas. A finales de mayo el gobierno autorizó la llamada a filas de hasta 450,000 militares de reserva durante los siguientes tres meses, el mayor número de la historia de Israel.
La continua movilización “ha perjudicado la economía y la salud mental, las relaciones familiares y las carreras de los reservistas, mientras que las exenciones mantienen a los ultraortodoxos fuera del frente de batalla”, dice un reportaje de The Times of Israel.
El régimen quiere que los ultraortodoxos, que están exentos de realizar el servicio militar obligatorio si se dedican al estudio religioso, puedan ser llamados a filas como todos los demás israelíes.
Con el desgaste de casi 20 meses de guerra continuada, el malestar se ha extendido entre muchos israelíes, que querrían ver cómo el esfuerzo bélico se comparte entre todos.
Pero Netanyahu necesita a los pequeños partidos ultraortodoxos para la supervivencia de su régimen, por lo que la ley que les obligaría a alistarse se ha ido retrasando.
Precisamente, el régimen sobrevivió por la mínima la semana pasada a un intento de la oposición de disolver el Parlamento y hacer caer el ejecutivo, y solo lo salvó una negociación in extremis con los partidos ultraortodoxos con la polémica ley de por medio.
La guerra prolongada tiene, además, un costo añadido: Es tremendamente cara.
Cada uno de los misiles Tamir que utiliza el Domo de Hierro cuesta $50,000. Los Stunner que utiliza la Honda de David alcanzan el $1 millón por unidad, mientras que los Arrow-3 que se utilizan para interceptar los misiles balísticos que lanza Irán cuestan $3 millones cada uno.
Un antiguo asesor financiero del jefe del Estado Mayor de las FDI calcula que la guerra con Irán está costando a Israel unos $750 millones al día, según reveló en una entrevista con el medio israelí Ynet News. Y eso sin contar los daños que han provocado en el país los bombardeos iraníes.
Además, el gasto acumulado de la guerra de Gaza habría alcanzado unos $67,500 millones, según estimaciones del diario israelí Calcalist.
¿Puede Israel mantener este nivel de gasto?
Para Avraham Diskin, la respuesta es sí. Por el momento.
A largo plazo, añade Frank Ledwidge, la economía, por supuesto, va a sufrir.
“Pero eso es ahora mismo una preocupación secundaria. Si estás bajo lo que percibes como una amenaza existencial, entonces realmente no importa cuánto tiempo o dinero estés poniendo, ya que la alternativa es la eliminación o la muerte”.