El presidente cuenta con amplio margen de maniobra, como lo demostró el reciente bombardeo de las centrales nucleares en Irán
Aunque con características similares al despliegue militar efectuado en abril del 2020 durante su primera administración, el envío de barcos de guerra, aviones y soldados cerca de las costas de Venezuela que acaba de anunciar el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es de mayor envergadura y manda un fuerte mensaje al régimen de Nicolás Maduro, informó el diario El Nacional.
Trump ordenó el traslado del Grupo Anfibio de Despliegue Inmediato que está integrado por el buque de asalto anfibio USS Iwo Jima, el de transporte anfibio USS San Antonio y el buque de desembarco USS Fort Lauderdale.
Esos navíos estarán acompañados por la Unidad Expedicionaria de Marines (MEU) compuesta por cerca de 4,000 efectivos, fuerza de élite capaz de ejecutar operaciones aéreas, marítimas y terrestres.
Adicionalmente, ya habían sido desplegados un submarino nuclear, aviones Poseidón, al igual que buques “crucero” y “destructores”.

Este martes, la agencia Reuters confirmó el nombre de tres de los destructores, que, como este tipo de embarcaciones, están equipados con un sistema de misiles Aegis. Se trata del USS Gravely, el USS Jason Dunham y el USS Sampson.
Los navíos, de acuerdo con fuentes en el Pentágono, estarán “en posición” a partir del jueves.
Según funcionarios estadunidenses, esos recursos adicionales tienen como objetivo “contrarrestar amenazas contra la seguridad nacional de Estados Unidos provenientes de organizaciones narcoterroristas designadas en la región”.
La portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, dijo: “El presidente Trump ha sido claro y consistente en que está preparado para usar todos los elementos del poder estadounidense para detener la inundación de drogas en nuestro país. Maduro no es un presidente legítimo, es un fugitivo, líder de un cartel narcoterrorista y tenemos que traer a los responsables a la justicia”.
Se trata, en cualquier caso, del despliegue de fuerza en la región más contundente desde la invasión a Panamá en 1989.
Hace cinco años, durante su primer mandato, el líder republicano también había flexionado su músculo al anunciar una operación semejante, que bautizó como Expansión Antinarcóticos y que incluyó asimismo el despliegue de tres “destructores”, un submarino nuclear y aviones de inteligencia P-8.
Pero los anuncios de esta semana son notables y por varias razones.
En primer lugar, por el tamaño y capacidad de los recursos utilizados. La operación del 2020 estaba diseñada más para vigilancia marítima y aérea, interdicción naval y potencialmente ataques directos con misiles Tomahawk, pero sin posibilidad real de un desembarco u ocupación de terreno.
Ahora, con el envío del Grupo Anfibio de Despliegue Inmediato y la Unidad Expedicionaria de Marines, Trump sí tiene esas opciones sobre la mesa.
Aunque no se trata de una movilización suficiente como para invadir un país -como la que se envió en 1989 y que incluyó a casi 30,000 soldados y que terminó derrocando al dictador panameño Manuel Noriega- sí es una punta de lanza con el poder suficiente marítimo, aéreo y terrestre para realizar una operación de asalto.
El contexto, además, es bien diferente. Mientras que la “Expansión Antinarcóticos” del 2020 contó con el respaldo de otros 22 países -entre ellos Colombia- y se vendió como una estrategia antinarcóticos regional, en esta ocasión la nueva administración republicana está actuando de manera unilateral y bajo un paraguas distinto.
Aunque se supone que Trump tendría que pedir autorización del Congreso en caso de lanzar una operación en otro país para combatir estas organizaciones, en la práctica el presidente cuenta con un amplio margen de maniobra, como lo demostró el reciente bombardeo de las centrales nucleares en Irán o ataques contra organizaciones terroristas en Yemen.
Simultáneamente, la administración Trump ha venido identificando a Maduro como el líder del Cartel de los Soles e incrementó a $50 millones la recompensa por su captura.
A eso se suman realidades políticas que hacen de este un momento particular.
La operación de ahora sucede cuando el republicano lleva apenas seis meses en la Oficina Oval -le quedan tres años y medio en el poder-, controla el Congreso, y ha dado claras señales de que está dispuesto a romper con normas y tradiciones.
