De hecho, algunos demócratas podrían votar en contra del proceso de destitución en el pleno de la Cámara Baja, mientras que los republicanos estarán tan unidos que prácticamente asfixiarán al presidente Donald Trump. Algunos dirán que la oposición a la propuesta de enjuiciar a Trump es más bipartidista que el intento de destituirlo.
“Este es el proceso de destitución más rápido, débil, frágil y PARTIDISTA en la historia de la presidencia de Estados Unidos”, señaló el representante Matt Gaetz, lo cual rápidamente fue retuiteado por el presidente.
Sin embargo, creo que esa es una mala interpretación de la historia. La diferencia fundamental entre Nixon y Trump no es el comportamiento indebido o su ineptitud para el cargo, sino la preocupante negativa por parte del Partido Republicano actual de ver los actos indebidos y su determinación de respaldar a Trump, pase lo que pase.
Lo que ahora es diferente no es el abuso de poder por parte de un presidente deshonesto, sino la falta de principios de los dirigentes de su partido. Eso, a su vez, en parte es resultado de la influencia nociva de Fox News, la cual crea un ecosistema trumpiano que, en gran medida, es invulnerable a los hechos.
En sentido estricto, tal vez esta visión miope tenga éxito a nivel político para los republicanos. Sospecho que para algunos votantes indecisos, quizás esto no sea nada más que otra lucha entre los demócratas y los republicanos y un distractor de los temas fundamentales.
Hasta ahora, los demócratas han dominado el procedimiento del juicio político y han encontrado información nueva e importante que involucra a Trump; sin embargo, las encuestas casi no se han movido. De hecho, una encuesta nueva (de una empresa afiliada al Partido Republicano) muestra que Trump está mejorando en los estados decisivos de Michigan, Pensilvania y Wisconsin. Además, cuando el intento de destitución llegue al senado, los republicanos estarán al mando.
En 2016, las votaciones del brexit en el Reino Unido fueron un vaticinio de la elección de Trump como presidente. Existen muchas diferencias, pero la capacidad de Boris Johnson, pese a ser un conservador sumamente fallido, de ganar una amplia mayoría en las elecciones del 12 de diciembre, incluyendo a los votantes de la clase trabajadora, es aleccionador para los demócratas.
No obstante, en Estados Unidos, si no consideramos la política y vemos el fondo de los casos de destitución, todo parece diferente.
Los republicanos señalaron que el proceso de destitución del presidente Bill Clinton fue diferente porque cometió el delito de perjurio, aunque solo haya sido en un caso relacionado con el sexo. Pero eso no está claro: un artículo de 33 páginas publicado en 2004 en la revista Chicago-Kent Law Review concluía que Clinton engañó a un gran jurado pero podía haber salido bien librado mediante una defensa legal brillante que evitara la imputación del delito técnico de perjurio.
Al mismo tiempo, los republicanos plantearon gran parte del argumento que sostenía que la conducta indebida de Clinton lo descalificaba moralmente para la presidencia. Pero si ese es el criterio para la destitución, entonces, ¿qué hacemos con un presidente que miente de manera sistemática, que al parecer cometió evasión fiscal, a quien al menos 25 mujeres han acusado de conducta sexual indebida y quien le pagó 130.000 dólares a una actriz de películas porno para que no dijera nada y los votantes no se enteraran de su aventura sexual? ¿O que apenas este mes tuvo que pagar dos millones de dólares tras “una modalidad vergonzosa de ilegalidad” en la que utilizó su beneficencia para favorecer sus propios intereses?
En lo que se refiere al caso Watergate, es más fácil que la población acepte un robo que una extorsión diplomática que involucra a Ucrania. Pero, al parecer, Nixon no ordenó el allanamiento; su delito fue un encubrimiento y un intento sistemático de manipular los instrumentos del poder federal para perjudicar a sus rivales. ¿Les suena conocido?
La gran diferencia es que Trump, protegido por los congresistas republicanos, ha tenido más éxito que Nixon en obstruir las investigaciones. El verbo “obstruir” se popularizó en la época de Nixon, pero al final no llegó tan lejos como Trump en negarse a cooperar con los investigadores.
La cita famosa que todos recuerdan del caso Watergate (¡dicha por los republicanos!) es “¿Qué sabía el presidente, y cuándo lo supo?” Esto, como lo ha señalado el representante Eric Swalwell, nunca se ha preguntado en esta ocasión, ya que en gran medida estamos de acuerdo en que Trump sabía todo desde el principio. Fue él mismo quien presionó a Ucrania y, en el borrador de una transcripción que todos hemos visto, quien le solicitó a Ucrania que investigara a los Biden.
Otra diferencia con el caso Watergate es que los abusos de Nixon no perjudicaron de manera directa la seguridad nacional ni costaron vidas. Por el contrario, el hecho de que Trump retirara una ayuda militar esencial pudo haber aumentado el número de víctimas ucranianas y, con seguridad, ayudó a Rusia.
Después del allanamiento del Watergate, no hubo una revelación inmediata acerca de su gravedad. Nixon fue reelecto ese otoño por un amplio margen. Luego de un año, más estadounidenses dijeron que les importaba más Chappaquiddick (donde se ahogó una joven en el auto de Edward Kennedy) que el escándalo Watergate. No fue sino hasta justo antes de la renuncia de Nixon que una mayoría votó por su destitución del cargo.
No obstante, ahora a todos nos asquea el comportamiento de Nixon, y creo que algún día sentiremos lo mismo por la conducta de Trump. Me preocupan las consecuencias políticas del proceso de destitución, pero sigo estando en favor de ella como una forma de rendición de cuentas y de establecer normas contra los abusos de poder para manipular las elecciones.
Lo que es diferente al caso Watergate no es el carácter de la conducta indebida sino la desfachatez de su defensa.
De izquierda a derecha: el presidente del Comité Judicial de la Cámara Baja, Jerrold Nadler (representante demócrata de Nueva York) y el representante republicano de Georgia, Doug Collins, miembro de la minoría, a quienes se les unieron compañeros y miembros del personal durante el debate de los artículos relacionados con la destitución del presidente Donald Trump en Washington durante la noche del jueves 12 de diciembre de 2019. “La diferencia fundamental entre Nixon y Trump no es el comportamiento indebido o su ineptitud para el cargo, sino la preocupante negativa por parte del Partido Republicano actual de ver los actos indebidos y su determinación de respaldar a Trump, pase lo que pase”, escribe Nicholas Kristof.