Muy temprano por la mañana y sin que altere su agenda de trabajo en plena pandemia, el mandatario uruguayo Luis Lacalle Pou se echó al agua enfundado en neoprene a surfear, como no lo hacía desde que se calzó por primera vez la banda presidencial en marzo.
La imagen de esa sesión secreta de surf hace dos semanas se divulgó en los portales de los diarios locales este martes, el mismo día en que la Unión Europea incluyó a Uruguay como el único latinoamericano en la lista de países a los que reabrirá sus fronteras en julio.
La escapada de placer del presidente de 46 años, quien dijo haberse “quitado las ganas”, seguida horas después de una reunión oficial, sintetiza la filosofía con la que su gobierno hace frente a la pandemia: “Libertad” y “responsabilidad”.
Los más escépticos advierten que la batalla contra el coronavirus está lejos de estar ganada y se preguntan si realmente este pequeño país, más allá de las ventajas inherentes a una escasa densidad de población, hizo las cosas mejor que sus vecinos.
Lacalle Pou asegura que priorizó “la libertad del individuo” contra un “régimen policíaco” de cuarentena obligatoria. La población, de 3,4 millones de habitantes, le respondió con un “acatamiento ejemplar”. Y los funcionarios públicos mejor remunerados aceptaron un recorte salarial temporal de hasta 20% para un fondo de crisis.
Con un total de 27 muertes y 932 contagios desde mediados de marzo, entre ellos solo 83 casos activos, también Uruguay se convirtió esta semana en el primero de la región en reanudar las clases presenciales en todos los niveles de enseñanza.
A tono con la OMS, en alerta ante señales de eventuales retrocesos, ni autoridades ni expertos se atreven a declarar la victoria. Pero unos y otros celebran este “modelo uruguayo”, que al cabo del tercer mes ha devuelto a su población una vida parecida a la normalidad.
Al inicio de la epidemia apenas cuatro casos motivaron el cierre de fronteras y suspensión de clases. Según el infectólogo pediátrico Álvaro Galiana, “la aparición precoz de casos muy connotados socialmente, en un momento en que la circulación viral ciudadana era muy baja, generó la adecuada toma de medidas aunque se creyeran exageradas, justo cuando empezaban las clases”.
A eso añade un sistema de salud con asistencia domiciliaria de casos y la ausencia de aglomeraciones en espacios cerrados. No solo por la inexistencia de subtes o trenes de pasajeros en la capital, sino también por un tiempo benevolente que alentó actividades a la intemperie.
Henry Cohen, el reputado médico que coordina el grupo de científicos asesor del gobierno, suma a la fórmula exitosa de la decisión política y su respuesta, la acción del sector científico: “En febrero comenzaron a trabajar en los primeros test de PCR, que se logró rápidamente, en calidad y cantidad suficiente, hoy más de lo que precisa” el país.
Uruguay aprovechó para promover el ingreso de migrantes e inversiones.
Estos días, en el principal balneario de Punta del Este, destino vacacional por excelencia, expatriados se cruzan con residentes ocasionales que escapan al encierro en Buenos Aires.
Diego Nofal, 34, llegó hace tres años desde allí por trabajo y se quedó. “Sea armar un negocio o la seguridad, todo es más racional. Allá todo es más difícil”, dice el argentino que volará a Madrid el lunes. Volverá en octubre, junto a su novia. “El invierno allá será con el coronavirus todavía presente; será mejor volver a resguardarse acá”.
Iberia retomará los vuelos directos entre Montevideo y Madrid desde el próximo domingo, para uruguayos y residentes. Pero las fronteras permanecen cerradas, dijo el martes el canciller, Ernesto Talvi, quien aclaró que se avanza en una “coordinación y una reciprocidad para que haya una apertura bilateral” con la UE.
Caída amortiguada
Uruguay optó por el gradualismo y por no detener su economía. En abril se reanudó la industria de la construcción. Luego cafés y restaurantes, y en mayo arrancaron los gimnasios. Junio marcó el regreso de centros comerciales y la autorización de espectáculos públicos sin aglomeraciones. Y el fútbol, la pasión nacional, volverá el 15 de agosto, sin público.
La avenida 18 de julio de Montevideo recuperó el bullicio. En la rambla costera, la libre movilidad con bajo riesgo permitió multiplicar juegos de pelota, runners y pescadores. Contra las recomendaciones, algunos arriesgan a compartir un mate.
Aun así, la economía uruguaya sintió el golpe: hay 200.000 trabajadores en paro contra 10.000 prepandemia, y se proyecta una caída de alrededor del 3% del PBI este año. Un impacto leve, comparado al pronóstico del FMI de -9,4% para América Latina.
Planes interrumpidos
Facundo Caballero, de 29 años, dejó sus planes en pausa desde que se canceló en marzo su vuelo con destino París. Allí lo espera su novia, mientras el tiempo de su visado corre sin aventuras.
“Estoy esperando que me digan ‘te podés ir’, y me voy. Porque si no, quién sabe si hay un rebrote y tengo que volver a quedarme”, dice, ansioso.
A la inversa, Valentina Morais, uruguaya de 30 años, llegó en octubre desde Italia para la temporada veraniega, y pensaba volver en abril. “Soy privilegiada por estar acá”, dice la joven que, tras conseguir un trabajo, duda en usar el pasaje que le cambiaron para julio.
Las agencias de turismo, según Graciela Suaya, directora de Compañía del Sur, perciben un mayor interés: “Pero hay una distancia entre el gran deseo de viajar y la posibilidad real”, aclara.