Ante una crisis climática que amenaza a la industria de los combustibles fósiles, las petroleras se han apresurado a fabricar más plástico. Esta estrategia tiene dos problemas: muchos mercados ya tienen plástico de sobra y pocos países están dispuestos a ser el basurero que reciba los desperdicios plásticos del mundo.
La industria cree haber encontrado una solución para ambos problemas en África.
Según documentos revisados por The New York Times, un grupo de la industria que representa a los mayores productores de sustancias químicas y empresas de combustibles fósiles del mundo cabildea para influir en las negociaciones comerciales entre Estados Unidos y Kenia, una de las economías más grandes de África, con el objetivo de revertir los estrictos límites que esa nación ha impuesto a los plásticos (incluida una prohibición estricta de las bolsas de plástico). También está ejerciendo presión para que Kenia siga importando basura plástica del extranjero, una práctica que se comprometió a reducir.
Los fabricantes de plásticos tienen la mira puesta más allá de las fronteras de Kenia. “Esperamos que Kenia funcione en el futuro como un centro de suministro de sustancias químicas y plásticos de fabricación estadounidense a otros mercados africanos gracias a este tratado de comercio”, escribió Ed Brzytwa, director de comercio internacional para el Consejo Estadounidense de Química, en una carta de fecha 28 de abril dirigida a la Oficina del representante comercial de Estados Unidos.
Estados Unidos y Kenia están en plenas negociaciones comerciales, y el presidente keniano, Uhuru Kenyatta, ha dejado muy claro que le interesa mucho llegar a un acuerdo. Sin embargo, el cabildeo tras bambalinas de las petroleras ha generado inquietud entre los grupos ambientales de Kenia y otros países que se han dedicado a actividades para reducir el uso y desperdicio de plásticos.
Kenia, al igual que muchos países, ha batallado con la proliferación del plástico. Promulgó una estricta ley contra las bolsas de plástico en 2017 y el año pasado fue uno de los muchos países del mundo que firmaron un acuerdo global para suspender la importación de desperdicios plásticos (un convenio al que se opuso decididamente la industria química).
Una consecuencia inevitable de la propuesta del Consejo de Química sobre los plásticos “implicará una mayor presencia de plástico y sustancias químicas en el medioambiente”, explicó Griffins Ochieng, director ejecutivo del grupo sin fines de lucro Centro de Justicia Ambiental y Desarrollo, con oficinas en Nairobi, dedicado a resolver el problema de los desperdicios plásticos en Kenia. “Es alarmante”.
La propuesta sobre plásticos refleja el hecho de que la industria petrolera contempla su inevitable declive debido a la lucha mundial contra el cambio climático. Los ingresos se han ido a pique en medio de la pandemia del coronavirus, y la industria teme que el cambio climático fuerce al mundo a abstenerse de quemar combustibles fósiles. Los productores hacen todo lo posible por encontrar nuevos usos para la sobreproducción de petróleo y gas. La energía eólica y solar se hace cada vez más costeable y los gobiernos consideran nuevas políticas para combatir el cambio climático que incluyan una menor quema de combustibles fósiles.
En el giro hacia los plásticos, la industria ha gastado más de 200.000 millones de dólares en plantas químicas y de fabricación en Estados Unidos en la década pasada. El problema es que Estados Unidos ya consume 16 veces más plástico que muchas naciones pobres, y las medidas para evitar los plásticos de uso único ha dificultado todavía más vender un mayor volumen en casa.
En 2019, los exportadores estadounidenses enviaron más de 500.000 toneladas de desperdicios plásticos a 96 países, entre ellos Kenia, supuestamente para reciclarlos, según las estadísticas comerciales. Por desgracia, la realidad es que gran parte de los desperdicios, que por lo regular contienen los plásticos más difíciles de reciclar, en realidad terminan en ríos y océanos.
Por si fuera poco, después de que China cerró sus puertos a la mayoría de la basura plástica en 2018, los exportadores han estado en busca de nuevos vertederos. Las exportaciones a África aumentaron más del cuádruple en 2019 con respecto al año anterior.
Ryan Baldwin, vocero del Consejo Estadounidense de Química, afirmó que las propuestas del grupo abordan la importancia global del manejo de desperdicios. El comunicado indica que existe “una necesidad global de apoyar el desarrollo de infraestructura para recopilar, clasificar, reciclar y procesar los plásticos usados, en particular en los países en desarrollo como Kenia”. Esta asociación industrial incluye las divisiones de operaciones petroquímicas de Exxon Mobil, Chevron y Shell, así como las principales empresas químicas, como Dow.
Las conversaciones se encuentran en sus primeras fases y no se sabe con claridad si los negociadores comerciales han adoptado las propuestas de la industria. No obstante, las industrias por lo regular ejercen gran influencia para moldear la política comercial, y los cabilderos han obtenido concesiones similares en el pasado.
En las pláticas con México y Canadá en 2018, por ejemplo, los fabricantes de sustancias químicas y pesticidas cabildearon para que se adoptaran términos que les dificultaran a esos países regular a las industrias, y obtuvieron esas concesiones. En las mismas conversaciones, los negociadores, a instancia de las empresas estadounidenses del sector alimentario, también intentaron imponerles restricciones a México y Canadá en relación con las advertencias a los consumidores sobre los peligros de la comida chatarra contenidas en el etiquetado, pero desecharon ese plan ante el clamor público.
La propuesta para Kenia “de verdad causa alarma”, señaló Sharon Treat, abogada sénior del Instituto de Política Agrícola y Comercial, un grupo sin afiliación partidista, que cuenta con experiencia de más de diez años en la asesoría de pláticas comerciales tanto en el gobierno de Trump como en el de Obama. Los cabilderos corporativos “por lo regular ofrecen propuestas muy específicas que el gobierno acepta”, comentó.
Las propuestas de la industria de los plásticos también podrían dificultar la regulación de los plásticos en Estados Unidos, pues un tratado comercial se aplicaría a ambas partes.
La Oficina del representante comercial de Estados Unidos no respondió a nuestras solicitudes de una entrevista ni a listas detalladas de preguntas presentadas por escrito; tampoco lo hicieron los funcionarios del Ministerio de Comercio de Kenia.
El año pasado, Kenia fue uno de los muchos países del mundo que suscribieron un acuerdo global con el objetivo de detener la importación de desperdicios plásticos, un convenio al que se opuso decididamente la industria química. Correos electrónicos revisados por el Times muestran que los representantes de la industria, muchos de ellos antiguos funcionarios comerciales, colaboraron con los negociadores estadounidenses el año pasado con la intención de parar en seco esas reglas.
Desde la región de los Apalaches a Nairobi
La planta plástica de Royal Dutch Shell, ubicada sobre una superficie de más de 1,5 kilómetros cuadrados a las afueras de Pittsburgh, se promociona como la base para un nuevo centro petroquímico en la región de los Apalaches, afectada por el derrumbe de la industria del carbón. Plantas como esta han revolucionado la industria del plástico gracias a que convierten el gas natural de la fracturación hidráulica en el material de fabricación para millones de artículos de plástico, como botellas, bolsas, contenedores desechables y pajillas, entre muchos otros, aprovechando un suministro casi ilimitado de gas de esquisto barato de los florecientes campos petroleros y de gas de Estados Unidos. Entre las comunidades locales, las plantas han aumentado la inquietud en cuanto a la contaminación del aire.
En la región de los Apalaches, Texas y todo el país, hay casi 350 plantas químicas nuevas en construcción, según un recuento de la industria, que en conjunto representan la apuesta de vida o muerte de las petroleras a favor de que los plásticos sean el futuro de la industria.
Lamentablemente, en este momento la pandemia del coronavirus ha provocado el desplome no solo de los precios del petróleo y el gas, sino también de los plásticos. El mes pasado, las gigantes petroleras como Shell, Exxon Mobil y Chevron presentaron algunos de sus peores estados financieros en la historia, por lo que algunos analistas han puesto en duda que las nuevas plantas plásticas alcancen los ingresos que esperaban las empresas.
Un vocero de Shell indicó que, si bien el “horizonte a corto plazo para este sector es complicado”, a largo plazo los “productos derivados de los petroquímicos seguirán creciendo y proporcionarán rendimientos atractivos”. Un portavoz de Exxon Mobil informó que la empresa “comparte la inquietud de la sociedad en cuanto a los desperdicios plásticos” y planea invertir más en soluciones para ponerle fin. Dow dijo que cualquier pregunta debía dirigirse al Consejo Estadounidense de Química. Chevron no respondió a nuestras solicitudes de comentarios.
En este contexto, Kenyatta visitó la Casa Blanca en febrero, más que dispuesto a iniciar las pláticas comerciales. En este momento, Kenia puede enviar la mayoría de sus exportaciones a Estados Unidos libres de impuestos conforme a un programa regional que, por desgracia, expira en 2025.
La industria de los petroquímicos percibió una apertura.
Exxon Mobil pronosticó que la demanda global de petroquímicos podría aumentar casi un 45 por ciento en la próxima década, un ritmo significativamente mayor que el del crecimiento económico global y la demanda de energía. Se espera que la mayoría provenga de los mercados emergentes.
Una carta del Consejo Estadounidense de Química fechada el 28 de abril y dirigida a la oficina del representante comercial explica la visión de ese grupo. Las crecientes redes portuarias, ferroviarias y terrestres de Kenia “pueden respaldar la expansión del comercio petroquímico no solo entre Estados Unidos y Kenia, sino en todo el este de África y el continente”, escribió Brzytwa.
Para impulsar un centro comercial de plásticos, escribió, un tratado comercial con Kenia debería evitar que se tomen medidas en el país para reducir la fabricación o uso de plásticos, y garantizar que Kenia siga permitiendo la entrada de desperdicios plásticos, exigencias que, según algunos expertos, resultan inusuales e intrusivas.
Esos términos “literalmente podrían encapsular todo tipo de prohibición a bolsas o botellas”, aseveró Jane Patton, experta en plásticos del Centro para la Legislación Ambiental Internacional. Describió la medida como un intento encabezado por la industria “para erosionar estas políticas aprobadas de manera democrática” en países extranjeros.
Daniel Maina, fundador de la Red de Conservación Kisiwani en Mombasa, Kenia, señaló que las conversaciones comerciales habían arrancado en una época especialmente vulnerable, cuando Kenia comenzaba a sentir los efectos económicos de la pandemia. “Si intentan obligarnos a aceptar este tipo de acuerdo, temo que seamos una presa fácil”, dijo.