En marzo, varios días antes de que la pandemia de coronavirus detuviera las actividades en Nueva York, Mary Ausman, una madre y coordinadora educativa eclesiástica, se mudó con su esposo, sus dos hijos y dos perros de una casa en el vecindario de Riverdale en el Bronx a un apartamento de 56 metros cuadrados en Hell’s Kitchen. La familia quería que el hijo menor, Alex, de 10 años, un estudiante de la Escuela de Ballet Estadounidense en Midtown, fuera capaz de caminar a los ensayos de baile y audiciones de actuación, y ansiaban vivir en una ubicación más céntrica.
Entonces, todo cerró, y los Ausman comenzaron a vivir, trabajar y aprender en el mismo espacio. Las barras de ballet de Alex están apoyadas contra un muro en la cocina; cada miembro de la familia ha acondicionado un pequeño espacio de trabajo que mira hacia paredes diferentes del apartamento. Sin un cambio de ubicación, las horas tienden a transcurrir lentamente. “Es un día interminable”, dijo Ausman.
Una escena similar se desarrolló en muchos hogares de todo Estados Unidos, a medida que los padres pasaron la primavera balanceando sus trabajos y las exigencias de la educación a distancia de sus hijos. Ahora, aquellos que pueden continuar trabajando desde casa se están preparando para hacerlo de nuevo. Es abrumador administrar los elementos que se suman a lo que los psicólogos llaman la “carga mental”: educación remota, una carrera, labores del hogar y el trabajo invisible que cualquier lugar exige del tiempo de los padres. “¿Cómo aceptamos el hecho de que tal vez haya demasiadas cosas por hacer en el día?”, dijo Lauren Knickerbocker, una psicóloga de niños y adolescentes en el Centro Médico Langone de la Universidad de Nueva York. “Las personas realmente creen que van a hacer todas estas cosas y de manera perfecta. Pienso que eso termina siendo un desastre”.
Prepararse para un nuevo semestre también es caro: la Federación Nacional de Minoristas proyecta que el gasto para el regreso a clases se incrementará a 33.900 millones de dólares este año, en comparación con los 26.200 millones de dólares del año pasado, dados los costos adicionales de acondicionar un salón de clases en el hogar. A continuación, mostramos cómo algunos expertos sugieren separar los espacios físicos y emocionales, y cómo las familias logran que eso funcione.
Crea espacios diferenciados de trabajo y de escuela.
Comienza por estructurar tu ambiente físico para que sea fácil para ti y para tus hijos activarlos para el trabajo o la escuela. El lugar donde trabajas, e incluso lo que vistes, ayuda a enviarle señales a tu cerebro sobre en qué modo debes estar, según Donald M. Rattner, un arquitecto en Nueva York que se especializa en espacios en el hogar y en la oficina que incrementan la productividad y que es el autor del libro “My Creative Space” (mi espacio creativo). Si te es posible, pon las estaciones para la escuela o el trabajo cerca de fuentes de luz natural, las cuales ayudan a que una habitación se sienta más grande de lo que en realidad es. “Cuando tu espacio se siente abierto, tu mente tiende a estar más abierta a nuevas ideas”, dijo Rattner.
No obstante, los espacios de trabajo pueden ser encontrados en algunas ubicaciones inesperadas. Kristina Ortega, una maestra y madre de Los Ángeles, acomodó a sus dos hijos que cursan la primaria en su pequeña cochera (que anteriormente había sido usada como cuarto de juegos y cuarto de lavado) con algunas pequeñas mejoras. Como todo en estos días, no hay reglas. “Pienso que el único cuarto en el que no hemos enseñado o aprendido es el baño”, dijo Ortega. (Y para Edwin Zawadzki, un profesor adjunto de Diseño Interior en el Instituto Pratt y padre en Nueva York, incluso el baño está en juego: su hija, una estudiante de primer año en la universidad, usa la tina como una estación de trabajo).
Si no hay espacios separados, puedes crearlos con pantallas plegables, cortinas, libreros o unidades modulares de estantería. Solo mantén tus espacios de trabajo y escuela definidos de manera clara: no trabajes en la cama y evita comer el almuerzo en tu escritorio. Si todavía estás restringido por los metros cuadrados de tu hogar, busca un escritorio anclado al muro que se pueda guardar al final de la jornada laboral. También vale la pena invertir en sillas cómodas —para ti y tus hijos— dada la cantidad de tiempo que en la actualidad todos pasan sentados.
Apégate a algún tipo de horario.
En la primavera, muchos padres notaron que sus hijos sufrieron debido a la falta de estructura en sus días. Los padres también necesitan esa claridad. Cada domingo, planea las obligaciones de trabajo y escuela para la semana que comienza y haz un horario que funcione para la familia entera. Considera apuntarlo en una pizarra grande.
Intenta partir el día en bloques bien definidos. Robert Pozen, un exejecutivo de negocios y conferencista del Instituto de Tecnología de Massachusetts, ha propuesto que la cantidad óptima de tiempo para concentrarse en una sola tarea es de 75 a 90 minutos, punto en el cual la fatiga comienza a aparecer. Si eso parece imposiblemente largo, intenta la Técnica Pomodoro, la cual consiste en ciclos de trabajo de 25 minutos acompañados por descansos breves.
Sobre los descansos: son esenciales, incluso cuando parecen un lujo desconcertante. Investigaciones han demostrado que periodos de descanso contribuyen a la mejora del estado de ánimo y a una mayor productividad tanto para adultos como para los jóvenes. Reserva tiempo para un paseo en bicicleta o para trotar; toma una caminata alrededor del vecindario durante el almuerzo o después del trabajo con tu familia.
Solicita flexibilidad en el trabajo.
Algunos padres que trabajan han descubierto que no tienen otra opción excepto reducir los compromisos de trabajo. Sin embargo, incluso si no puedes alterar tu carga de trabajo, avisa a tu gerente y compañeros cuando tengas obligaciones escolares adicionales y sé claro sobre lo que las personas pueden esperar de ti de manera razonable en tu lugar de trabajo o en la escuela de tu hijo, sugiere la economista Emily Oster, quien vive en Providence, Rhode Island, y es autora de dos libros sobre la crianza.
“Este momento, a medida que inicia la escuela, es el tiempo adecuado para tener esas conversaciones, en lugar de hacerlo más adelante cuando estás enojado o te sientes rezagado”, dijo Oster. Hablar sobre la presión adicional a la que estás sometido también puede ayudar a validar y normalizar las cargas que soportan los padres.
Averigua si tu lugar de trabajo ofrece reembolsos por tutoría y otros suplementos educativos. Después de todo, la responsabilidad de acomodar y apoyar a los empleados que son padres debería ser de los empleadores. “No tiene sentido para nosotros continuar esperando el mismo nivel de producción en este momento”, dijo H. Richard Milner IV, un profesor en la Universidad Vanderbilt que estudia la equidad educativa, especialmente cuando consideras el impacto psicológico combinado de la COVID-19 y las recientes protestas de Black Lives Matter, particularmente para los padres negros.
Busca ser parte de la comunidad y comparte los recursos.
Para compartir la carga del aprendizaje remoto, Oster sugirió tener conversaciones explícitas con otras personas en tu casa sobre qué se necesita hacer, por quién y cuándo. Esto ayuda a asegurar que todas las tareas están articuladas y son tomadas en cuenta de manera clara.
Para los padres cuyo trabajo implica salir de la casa, otros miembros de la familia pueden colaborar. “Deberíamos ver la presencia multigeneracional en los hogares como un bien”, dijo Milner. “Un hermano mayor podría ser fundamental para el aprendizaje y desarrollo del niño. Un abuelo podría asumir el papel. Para las familias de escasos recursos, se trata de la familia y su relación con la comunidad”.
También ponte en contacto con la escuela de tu hijo en busca de apoyo. En la escuela primaria Mitchell en Chicago, una de las asociaciones de padres de familia y maestros de la escuela organizó una recolección de muebles en la cual las familias con lámparas y escritorios adicionales, así como otro equipo de oficina, podían darlos a otras que lo necesitan. Muchos distritos en el país han estado desplegando vehículos equipados con conexión inalámbrica a internet y prestando computadoras portátiles a estudiantes que no cuentan con acceso a internet o una computadora en casa. Organizaciones sin fines de lucro como Human-I-T, PCs for People e incluso Project Boom, muy local y administrado por estudiantes en Lexington, Massachusetts, que reacondiciona dispositivos viejos y los dona a familias de escasos recursos, están cubriendo una necesidad similar.
Muy atinadas esas alternativas para trabajar en home. Con el teletrabajo somos más productivos y de una forma u otra matamis el ocio. Mis respetos a las personad que puntualizaron en este articilo del NYT