NUEVA YORK — Julius Urbaitis tenía un plan grandioso: tomar su colección de objetos de interés de la KGB, que ha ido acumulando a lo largo de tres décadas, y erigir un museo en el centro de Manhattan. Gente de todas partes del mundo iría a admirar reliquias de la Guerra Fría, como una pistola que parece un lápiz labial, una réplica de un paraguas con una puya venenosa oculta y una lámpara de bronce que supuestamente iluminó la villa de Yósif Stalin.
El lituano de 57 años llenó un espacio tipo almacén en Chelsea con más de 3500 artefactos relacionados con la KGB, la policía secreta y agencia de inteligencia de la Unión Soviética. “Mi hija y yo hemos invertido mucho trabajo, energía, corazón y muchos años de coleccionar artefactos”, Urbaitis escribió el martes en un correo electrónico.
Pero ahora el sueño ha sido destrozado.
Urbaitis dijo que el Museo del Espionaje de la KGB, que abrió hace menos de dos años, cerrará de manera permanente y se subastará casi toda la colección, promocionada como la más grande del mundo, luego de que la pandemia hizo insostenible sus operaciones. El museo ha estado cerrado desde marzo. “Fue una decisión difícil”, dijo.
El coleccionista llenó el museo, que era una institución con fines de lucro, con objetos de su repertorio personal, como un dispositivo de audio usado por Adolf Hitler, así como artefactos y réplicas adquiridos específicamente para el museo. Contrató a su hija, Agne Urbaityte, de 30 años, como cocuradora. (Ellos no son dueños del museo; los dueños han decidido permanecer anónimos).
El museo contaba con exhibiciones interactivas como el modelo de una silla que se usaba para interrogaciones y una recreación del lugar de trabajo de un oficial. También incluía artefactos originales, como las puertas de una prisión de la KGB. Los letreros de las exposiciones explicaban las técnicas de espionaje de los agentes de inteligencia soviéticos, como por ejemplo, engastar dispositivos de grabación en anillos, mancuernas y platos o esconder cámaras en hebillas de cinturones.
Urbaitis dijo que en un inicio temía que el museo no fuera entendido ni aceptado por los visitantes. Para él, la misión del museo era educativa: el propósito era mostrar la historia de la época de la Guerra Fría y las tecnologías de la KGB. “Desde el primer día en que empezó a operar el museo hemos tenido un letrero enorme que indica que somos apolíticos”, añadió.
Dijo que resultó ser una preocupación infundada. A su juicio, la institución fue “muy exitosa” en atraer a visitantes que pagaban 25 dólares para ingresar.
Pero nunca alcanzó el mismo nivel de reconocimiento que otros museos de Manhattan y atrajo críticas por su desinterés en asumir una postura política. “La historia genocida del régimen soviético que subyace a toda su historia puede perderse fácilmente en toda esa vibra caricaturesca de “Espía contra espía”, “El Superagente 86” y “Las aventuras de Rocky y Bullwinkle”, escribió un columnista en Smithsonian Magazine poco después de que abrió.
También hubo un altercado con el Museo Internacional de Espionaje en Washington D. C., que demandó a la institución neoyorquina en enero de 2019 por haber usado una combinación de colores parecida y porque tuvo en su sitio web el número telefónico del museo washingtoniano por un tiempo. El Museo Internacional de Espionaje se oponía a que el museo de la KGB usara el dominio de internet “.org” en la dirección web puesto que es una institución con fines de lucro. La demanda se resolvió en marzo de 2019 y los términos del acuerdo no fueron divulgados.
Martin Nolan, director ejecutivo de Julien’s Auctions, que está realizando la subasta en Beverly Hills, California, dijo en febrero que la colección del museo incluye más de 300 lotes que se calcula podrían alcanzar desde unos cuantos cientos de dólares hasta 12.000 dólares. Ese alto estimado es para una máquina soviética llamada Fialka que cifra códigos y es capaz de producir alrededor de 590 trillones de posibles combinaciones. También están a la venta un bolso de mano con una cámara oculta, una señalización para ferrovías que dice “Área infectada” usada para identificar zonas radioactivas o con enfermedades contagiosas y una puerta de acero de una prisión de la KGB.
Nolan comentó que espera que la subasta atraiga tanto a rusos interesados en la historia soviética como a fanáticos de James Bond. “Hay mucha curiosidad y fascinación en torno a los objetos de espionaje. Sobre todo con este tema de la intervención rusa en la elección”, dijo.
En 2014, Urbaitis fundó otro museo de la KGB, llamado Atomic KGB Bunker, en una antigua fortificación nuclear en Lituania. Dijo que ahora se concentraría en ese museo.
Sin embargo, piensa que la colección del museo de Nueva York estará en buenas manos. “Las muestras llegarán a museos de todo el mundo y estarán bajo la custodia de coleccionistas serios, ricos y con autoridad”, comentó.