Heather Way, quien educa en casa a sus tres hijos en Waterville, Maine, dijo que el presidente Donald Trump había demostrado ser “un hombre de palabra”.
Michael Poe, quien trabaja en el departamento de desechos peligrosos de Gilbert, Arizona, dijo que Trump alineaba con sus valores, desde la política antiaborto hasta la económica.
Jonathan Thorne, un pastor de la juventud bautista del sur en Fayetteville, Carolina del Norte, afirmó que Trump defendió a los cristianos, a quienes “siempre le están quitando sus derechos”.
Los tres son cristianos evangélicos y aseguran que su apoyo a Trump se ha vuelto aún más fuerte desde que votaron por él hace cuatro años. Y todos representan el núcleo blanco y cristiano de la base de Trump que el presidente necesita mantener para poder ganar el martes, del mismo modo en que lo llevaron a una victoria sorpresiva en 2016.
“Creo que Trump va a ganar”, dijo Thorne. “Creo que esa mayoría silenciosa lo va a lograr por él, como lo hizo en 2016”.
En momentos clave de los últimos cuatro años, los cristianos conservadores han ofrecido una y otra vez su apoyo incondicional a Trump cuando más lo ha necesitado. Votaron de forma masiva por él en 2016, lo apoyaron durante políticas como la prohibición de viaje desde varios países musulmanes y la separación de familias en la frontera y defendieron a sus candidatos a la Corte Suprema.
Y aunque varias coaliciones que apoyaron la victoria de Trump hace cuatro años, como las mujeres de los suburbios y los votantes rurales, parecen haberse distanciado, los cristianos blancos lo siguen apoyando de forma abrumadora. Según la última encuesta, cerca del 80 por ciento de los votantes evangélicos blancos apoyan a Trump, casi la misma cantidad que lo apoyó en 2016.
La proporción de evangélicos blancos que votan por Trump podría potencialmente llegar al 85 por ciento, afirmó Robert P. Jones, cuyo Instituto de Investigación de Religión Pública ha encuestado de manera amplia al grupo. Jones también dijo que no detectó ninguna brecha de género significativa entre los evangélicos blancos —a diferencia del resto del país— y que la idea de que Joe Biden pueda atraer a una porción significativa de esa población es irreal.
“No existe ningún escenario en el que Biden vaya a obtener una cuarta parte de los votos evangélicos blancos”, dijo Jones. “Parece que están asegurados”.
Las elecciones de 2020 han revelado una profunda división entre los cristianos blancos y otras personas de fe. Biden es el candidato favorito de los protestantes negros y los católicos hispanos, según una encuesta del Centro de Investigaciones Pew realizada hace poco, mientras Trump estuvo hospitalizado con COVID-19. La mayoría de los cristianos blancos que son católicos o protestantes, pero no evangélicos, también prefieren a Trump sobre Biden, aunque la brecha es menor.
Existen algunos casos de alto perfil de resistencia, como el de la nieta de Billy Graham, Jerushah Duford, una evangélica que se denomina provida y que va a votar por Biden. Un pastor en Holland, Míchigan, renunció a su iglesia después de constatar que la mayoría de su congregación seguía apoyando a Trump, a quien considera contrario al mensaje del evangelio.
Pero es difícil saber con exactitud cuántos evangélicos han cambiado de opinión y si se encuentran en estados pendulares. Las voces de la disidencia, cuando existen, a menudo se sienten incómodas expresando públicamente que no votarán por Trump, debido a lo polémico que es el tema en sus familias o iglesias.
En The Woodlands, Texas, Janice Barchie, de 66 años, una evangélica que educó en casa a sus siete hijos durante años, votó durante mucho tiempo por los republicanos por el tema del aborto. Esta vez, Barchie puso un pequeño letrero de Biden en su patio delantero.
“Mi péndulo ha cambiado de lado totalmente debido al comportamiento de Trump”, dijo. “Es tan horrible. Voté por los demócratas porque estoy demasiado enojada con los republicanos”.
Pero Barchie no habla de su decisión con sus amigos y sabe que muchos en su iglesia apoyan a Trump.
“Una cosa es hacer un comentario de pasada a un vecino o a una mujer en el gimnasio, pero si pierdo a mis amigos de 20 años, me voy a quedar sin amigos”, dijo.
Biden ha deseado atraer una porción de los votantes evangélicos, por pequeña que sea. Después de las elecciones intermedias de 2018, cuando los demócratas obtuvieron enormes victorias en la Cámara de Representantes, los conservadores se vieron obligados a afrontar los límites de su base. Cualquier declive, aun pequeño, sería notable dada la alianza que data de décadas entre los republicanos y los cristianos conservadores, la cual solo se ha fortalecido durante los cuatro años de Trump en la presidencia.
La campaña de Biden ha colocado anuncios en estaciones de radio cristianas, ha contratado a un hombre evangélico blanco para que gestione su comunicación sobre asuntos de fe y ha tratado calmar a los evangélicos que sienten que el Partido Demócrata ha sido hostil con su fe. A principios de esta semana, Biden presentó sus argumentos en un artículo de opinión para The Christian Post, un periódico evangélico que ha publicado varias editoriales en apoyo a Trump.
Sin embargo, el nivel de resistencia también se siente similar al de las semanas finales de 2016. En aquel momento, como este otoño, algunos notorios cristianos blancos como Russell Moore de la Convención Bautista del Sur se distanciaron de la corriente principal evangélica. Hubo artículos de opinión instando a los evangélicos blancos a ampliar sus puntos de vista sobre lo que significa ser “provida”.
Los evangélicos blancos son un bloque crítico de votantes debido a su compromiso con el acto de votar. Según el Instituto de Investigación de Religión Pública constituyen cerca del 15 por ciento de la población general, pero habitualmente conforman alrededor del 25 por ciento del electorado.