LOS ÁNGELES — A pesar de tener estudios universitarios, a Maria Fernanda Madrigal Delgado no le quedó otro remedio en 2011 más que dedicarse a la limpieza de edificios y a cocinar hamburguesas en establecimientos de comida rápida que podían pagarle en efectivo, por no tener autorización para trabajar en Estados Unidos. La trajeron al país cuando era niña, proveniente de Costa Rica, y creció sin documentos en el sur de California.
En 2012, después de que el presidente Barack Obama anunció el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por su sigla en inglés), que protegió a cientos de miles de inmigrantes jóvenes que no tenían documentos de ser deportados y les permitió trabajar, Madrigal consiguió empleo como asistente legal. En mayo, a los 31 años, concluirá la carrera de Derecho en San Diego.
Sin embargo, casi desde su creación, el DACA ha estado plagado de problemas legales, que han mantenido a Madrigal y a otros “dreamers” con el alma en vilo. Al poco tiempo de haber tomado posesión en 2017, el presidente Donald Trump canceló el programa. La Corte Suprema de Estados Unidos dictaminó en junio que esa acción había sido indebida, pero el gobierno erigió nuevas barreras. “Es literalmente como estar en un juego de tenis de mesa”, comentó Madrigal. “Juegan con nuestra vida”.
El viernes, un juez federal emitió un fallo a favor de los beneficiarios del DACA, y no solo ordenó que se restableciera por completo el programa, sino que se abriera a nuevos solicitantes. De cualquier forma, Madrigal no está lista para celebrar. “Sé muy bien que no es la última palabra”, dijo. “Puede haber más objeciones. Necesitamos algo que sea más permanente”.
Para los adultos jóvenes traídos a Estados Unidos en la infancia sin permiso legal, el fallo emitido por el tribunal el 4 de diciembre fue un parteaguas, una oportunidad de tener seguridad tras años de sufrimiento y de temer la posibilidad de ser expulsados.
Por desgracia, la mayoría sabe que el futuro es incierto. Desde hace años, el DACA ha sido una política de subidas y bajadas como una montaña rusa, con resoluciones de tribunales y medidas del gobierno alternadas en intervalos de solo unos meses que restablecían y luego eliminaban parcialmente el programa.
Cuando el presidente electo Joe Biden asuma el cargo, tendrá una enorme presión para lograr lo que tantos de sus predecesores no consiguieron: que se apruebe una solución legislativa para resolver, de una vez por todas, el destino de los “dreamers.”
“Los beneficiarios del DACA todavía no pueden sentirse seguros, por varias razones”, explicó Stephen Yale-Loehr, profesor de Derecho Migratorio en la Escuela de Derecho de la Universidad Cornell. “La única solución real para los beneficiarios del DACA es que existan leyes que les ofrezcan un mecanismo para legalizar su situación. En el ambiente de polarización que prevalece en el Congreso, parece difícil que ocurra”.
En su decisión del 4 de diciembre, el juez Nicholas Garaufis, del tribunal de distrito en Brooklyn, invalidó un comunicado emitido por Chad Wolf, secretario interino de Seguridad Nacional, que restringió las protecciones del programa para quienes ya estaban inscritos. Ahora pueden presentar su trámite alrededor de 300.000 nuevos solicitantes, si se mantiene en efecto la decisión del juez.
El Departamento de Seguridad Nacional criticó la decisión el 5 de diciembre, pero indicó que la acataría en tanto preparaba una apelación junto con el Departamento de Justicia.
“El Departamento de Seguridad Nacional está en total desacuerdo con esta decisión de otro juez activista que actuó con base en sus propias preferencias”, señaló Chase Jennings, vocero del departamento, e indicó que el fallo del juez “claramente no es lógico ni fundamentado en el derecho”.
A menos que el Congreso haga algo a favor de los “dreamers”, lo más probable es que el DACA quede enredado en juicios y cuestionamientos legales durante un tiempo.
“Es triste, pero quizá los ‘dreamers’ tengan que vivir con cierto nivel de duda y ansiedad en el futuro cercano”, aseveró Michael Kagan, experto en temas migratorios de la Universidad de Nevada, campus Las Vegas.
Añadió: “Debo aclarar que el panorama luce mucho más optimista para los ‘dreamers’ ahora que hace seis meses. El DACA sobrevivió a Trump, y el próximo presidente es un gran partidario del programa. Lo que queda en duda es cuánto podrá hacer Biden para protegerlos y conseguir que esa protección sea permanente”.
En otro procedimiento, un juez federal en Texas podría resolver este mismo mes a favor de funcionarios estatales conservadores que esperan desmantelar el DACA. Por si fuera poco, si Biden emite una nueva orden ejecutiva tras tomar posesión como presidente, Texas u otros estados conservadores podrían promover un juicio para bloquearla.
Encima, la Corte Suprema no concluyó que el presidente no contara con la autoridad para acabar con el DACA, solo que Donald Trump no había seguido los procedimientos adecuados para hacerlo.
Michael Olivas, experto en el DACA, dijo que cree que el programa sobrevivirá, por lo menos unos años más. “La amenaza de la objeción de Texas persiste, pero el programa está a salvo”, explicó Olivas, profesor emérito de Derecho Migratorio en la Universidad de Houston. “Ya se sometió a consideración de la Corte Suprema y continúa. Tardaría varios años anularlo”.
También dijo: “En ese tiempo, los beneficiarios actuales seguirán renovando cada dos años, y cientos de miles podrán registrarse”, así que habrá todavía más beneficiarios.
El gobierno de Obama creó el DACA después de que los republicanos del Congreso bloquearon el proyecto de ley Dream Act, que les habría otorgado a los “dreamers” protecciones legales firmes y un procedimiento para obtener la ciudadanía.
Obama consideraba el DACA como una medida temporal que solo estaría en vigor hasta que los legisladores actuaran. El problema es que eso no ha sucedido. En 2013, el Senado aprobó un proyecto integral sobre migración con respaldo bipartidista, y con apoyo de Obama.
Pero la Cámara de Representantes, controlada por los republicanos, se negó a aprobar también la medida, aunque habría generado miles de millones de dólares para acciones de seguridad fronteriza, pues estipulaba un trámite para que los “dreamers” y otros inmigrantes que ingresaran de manera ilícita al país obtuvieran la ciudadanía.
Otros proyectos del Congreso para resolver el problema quedaron estancados durante la presidencia de Trump, pues el gobierno exigía medidas restrictivas y Trump quería lograr amplias reducciones en inmigración.
Un acuerdo bipartidista negociado por los senadores Lindsey Graham, republicano de Carolina del Sur, y Dick Durbin, demócrata de Illinois, fracasó después de que Trump hizo su rabieta por los inmigrantes de “países de mierda”.
Biden se comprometió a revertir las inflexibles políticas migratorias de Trump y apoyar el programa DACA en tanto logra que el Congreso apruebe un plan migratorio integral.
El gobierno de Trump suspendió el programa en 2017, justo antes de que Arlette Morales, de York, Pensilvania, cumpliera 15 años, cuando habría podido inscribirse.
“Había perdido toda esperanza; estaba desolada”, recordó Morales, de 18 años, a quien trajeron de México a Estados Unidos cuando tenía 2 años.
En cuanto la Corte Suprema emitió el fallo en junio, preparó su solicitud para el DACA y la presentó, pero se la regresaron después de que el gobierno de Trump se negó a aceptar nuevos solicitantes. De nuevo, se sintió decepcionada.
El 5 de diciembre, con renovadas esperanzas, Morales dijo que volvería a presentar la solicitud a primera hora el 7 de diciembre.
De cualquier forma, la decisión del tribunal del 4 de diciembre fue tardía para algunos migrantes jóvenes.
Tras la elección de Trump, Mariela Gutierrez, beneficiaria del DACA y residente de Los Ángeles, sintió un creciente pesimismo en cuanto a su futuro en Estados Unidos a pesar de haber concluido estudios universitarios y tener buenas oportunidades profesionales.
“Me harté de vivir como ciudadana de segunda, de vivir en intervalos de dos años, con la esperanza de que no eliminaran el DACA”, se lamentó Gutierrez, a quien trajeron cuando era bebé.
En 2019, decidió solicitar la residencia permanente en Canadá, y su trámite se aprobó en solo unos meses. Se mudó este año a Toronto, donde cursa estudios de Derecho.
“Mudarme a Canadá fue difícil, porque tenía mi vida hecha en Los Ángeles, donde está mi familia y también mis amigos”, dijo, “pero era la decisión más lógica”.