No, no hay microchips en las vacunas contra el coronavirus

No, no hay microchips en las vacunas contra el coronavirus
Una ampolleta de la vacuna para la COVID-19 de Pfizer-BioNTech en el Centro Nacional Judío de Medicina e Investigación en Denver, el 16 de diciembre de 2020. (Benjamin Rasmussen/The New York Times)

Hay diez ingredientes en las vacunas de Pfizer para el coronavirus. Al contrario de lo que aseguran varias teorías de la conspiración que están circulando en línea, un microchip rastreador plantado por el gobierno para vigilar los movimientos de los estadounidenses no es uno de ellos.

Durante meses, surgieron una gran cantidad de videos compartidos y publicaciones virales en redes sociales que, sin ningún fundamento, relacionaron ese tipo de tecnologías con las vacunas. Ninguno de esos rumores es verdad.

Con la reciente autorización que recibió la vacuna de Pfizer y los millones de dosis que se distribuirán a nivel nacional, han reaparecido los rumores, por eso la empresa farmacéutica ha tenido que anunciar el contenido total de su receta inmunizadora.

En la vacuna misma, hay un ingrediente activo: una molécula llamada ARN mensajero (ARNm), la cual contiene instrucciones genéticas para una proteína del coronavirus llamada “de pico”. Una vez que haya sido inyectado, el ARNm les dará la orden a las células humanas de fabricar proteínas de pico, así el sistema inmunitario quedará expuesto a una característica muy reconocida del virus. La idea es ayudar al cuerpo a que se familiarice con uno de los rasgos más distinguibles del virus, a fin de que pueda reconocerlo y aplastarlo con rapidez si intenta crear una infección.

El ARNm se degrada rápidamente, por lo tanto no deja ningún rastro en el cuerpo. Lo único que queda es una memoria molecular del virus: el objetivo deseado de cualquier vacuna.

La vacuna de Pfizer también contiene otros nueve ingredientes. Cuatro de ellos son lípidos con nombres químicos tan complejos que son imposibles de pronunciar: (4-hidroxibutilo) azanediol) bis (hexano-6,1-diol) bis (ALC-3015); (2- hexildecanoato), 2 – [(polietilenglicol) -2000] -N, N-ditetradecilacetamida (ALC-0159); 1,2-diestearoil-snglicero-3-fosfocolina (DPSC); y colesterol.

Estos lípidos se juntan para formar una burbuja protectora y grasosa alrededor del ARNm, el cual es muy frágil por naturaleza y quedaría hecho pedazos si se inyectaran directamente en el cuerpo. Al estar envueltas en una esfera aceitosa, las instrucciones genéticas tienen una mejor oportunidad de encontrar el camino hasta las células.

La vacuna también incluye sacarosa, o azúcar, la cual evita que las nanopartículas se amontonen cuando están congeladas durante el almacenamiento.

La vacuna también contiene cuatro sales: dihidrato cloruro de potasio, fosfato de potasio monobásico, fosfato monobásico de sodio y cloruro de sodio. Si ese último ingrediente te parece familiar, tiene razón de serlo: es sal de mesa.

Estos químicos comunes se encuentran en una variedad de tratamientos y vacunas que se han usado desde hace mucho tiempo. Las sales en la vacuna sirven para adaptar su contenido con el entorno del cuerpo humano, el cual contiene su propia mezcla de sales naturales.

Jerica Pitts, directora de relaciones con medios internacionales de Pfizer, también hizo notar que la vacuna se diluye con agua y sal antes de la inyección, otro paso para garantizar que haya un equilibrio preciso en las sales de la mezcla.

Ninguno de estos ingredientes contiene ni se parece a un microchip.

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