El próximo mes, Donald J. Trump dejará la Casa Blanca como un ciudadano privado encumbrado sobre un montón de efectivo de campaña, una situación que nunca había ocurrido con un mandatario saliente, y con pocos límites legales para gastarlo.
Trump, decaído por una derrota que todavía tiene que reconocer, ha amortiguado el golpe convenciendo a sus leales seguidores —a menudo bajo simulaciones dudosas— de entregarle inmensas sumas de dinero: desde el día de las elecciones, ha recaudado alrededor de 250 millones de dólares junto con el partido nacional.
Más de 60 millones de dólares de esa cantidad han terminado en un nuevo comité de acción política (PAC, por su sigla en inglés), según gente familiarizada en la materia, el cual controlará Trump después de dejar la presidencia. Esos fondos, que superan por mucho las cantidades que tuvieron a su disposición previos mandatarios salientes, le brindan una tremenda flexibilidad para sus ambiciones pospresidenciales: podría usar el dinero para apaciguar facciones rebeldes dentro del partido, recompensar a quienes le son fieles, financiar sus viajes y mítines, contratar personal, pagar sus gastos legales e incluso poner los cimientos de una candidatura para 2024 que está lejos de ser una certeza.
La tormenta poselectoral de captación de financiamiento ha cimentado la postura de Trump como una fuerza sin igual y el recaudador preeminente del Partido Republicano, aun en la derrota. El día que recaudó más donaciones en línea en realidad fue después de las elecciones: el 6 de noviembre, casi 750.000 por hora. Al igual que su segundo mejor día. Y su tercero.
“En este momento, él es el Partido Republicano”, opinó John McLaughlin, un encuestador republicano que trabajó en la campaña de reelección de Trump. “El partido sabe que casi todos los dólares que han recaudado en los últimos cuatro años son gracias a Donald Trump”.
Durante la campaña, muchos de sus gastos más importantes, como la compra de anuncios digitales y en televisión, se canalizaron por medio de una hermética empresa de responsabilidad limitada (LLC, por su sigla en inglés) llamada American Made Media Consultants. Esto permitió que la campaña de Trump y su comité conjunto con el partido nacional protegieran con eficacia muchos detalles de su gasto, incluidas las personas que recibían sueldos y sus salarios. Más de 700 millones de dólares han pasado por la LLC desde inicios de 2019.
Lo que nadie sabía era que la LLC representaba otro enredo de los intereses familiares, financieros y políticos de Trump. Unos nuevos documentos revisados por The New York Times muestran que Lara Trump, la nuera de Trump y una alta asesora de campaña, sirvió en el consejo de administración y fue nombrada en borradores del acta constitutiva. Lo mismo ocurrió con John Pence, el sobrino del vicepresidente Mike Pence y un alto asesor de Trump.
Tim Murtaugh, un vocero de Trump, señaló que tanto Lara Trump como John Pence renunciaron al consejo en octubre de 2019. “Para empezar, nunca hubo ninguna razón ética o legal para que no pudieran servir en el consejo”, comentó Murtaugh, quien agregó que ninguno de los dos recibió un pago por estar en el consejo.
Este año, American Made Media Consultants fue el blanco de una demanda ante la Comisión de Elecciones Federales en la que se le acusó de “lavado” de fondos para ocultar al beneficiario final del gasto de la campaña de Trump. Los documentos presentados muestran que la gran mayoría de los fondos fueron gastados después de que Lara Trump renunció al consejo. La queja está pendiente.
Para Trump, los 250 millones de dólares que recaudaron él y su partido durante seis semanas bastan para pagar todas sus cuentas pendientes de la campaña, financiar sus desafíos legales infructuosos y todavía le quedarían decenas de millones de dólares.
Sin embargo, los planes de Trump siguen siendo extremadamente fluidos. Según asistentes, la negación a aceptar la victoria de Joe Biden ha dificultado la planeación política interna y algunos asesores en su círculo cada vez más reducido de confidentes están dudosos de siquiera acercársele para sugerirle establecer un curso de acción para 2021 y más allá.
Las personas que han hablado con Trump aseguran que parece marchito y harto de su trabajo; esta indiferencia se ve reflejada en una cuenta terca de Twitter que se sigue enfocando más en las acusaciones sin fundamentos de fraude que en la cantidad de muertos que ha producido la furiosa pandemia.
Trump ha dicho que volverá a contender en 2024… pero, por otro lado, tal vez no lo haga. Trump ha creado este nuevo PAC, pero aun así se podría estar cocinando una entidad política distinta, mencionaron personas involucradas en las conversaciones. Las menciones de producir un evento llamativo o un anuncio hecho por él para opacar la investidura de Biden están en pausa en este momento.
Tentativamente, Trump había planeado ir a Georgia el sábado, según un alto funcionario republicano, para respaldar a dos republicanos en las contiendas al Senado por ese estado. No obstante, sigue enojado con el gobernador y el secretario de Estado de Georgia, ambos republicanos, por haber aceptado el resultado de las elecciones y simplemente no quiere hacer el viaje. Se ha hablado sobre la posibilidad de que vaya después de las fiestas navideñas.
Sin embargo, el aparato político de Trump ha sacado ventaja de la energía y agitación de su base durante las dos elecciones para exprimir su propia recaudación de fondos. Se han enviado peticiones por correo electrónico y mensajes de texto para convocar a los simpatizantes de Trump a aportar al “Fondo Electoral de Georgia”, aunque ningún fondo vaya de manera directa a alguno de los senadores republicanos en la boleta, lo cual ha provocado el enojo de estrategas republicanos del Senado.
En cambio, las letras chiquitas muestran que el 75 por ciento de las donaciones al fondo de Georgia van al nuevo PAC de Trump, llamado Save America, y el 25 por ciento al Comité Nacional Republicano (RNC, por su sigla en inglés).
Después de semanas de gritar “FRAUDE” a sus simpatizantes en correos electrónicos y pedirles que apoyaran un “Fondo de Defensa de las Elecciones” (el cual también envía el 75 por ciento de las donaciones a su nuevo PAC), la operación de Trump ha cambiado con sutileza su tono y foco, al regresar a temas preelectorales más sostenibles, como la venta de gorras autografiadas y la oposición al socialismo.
Entre el 15 de octubre y el 23 de noviembre, Trump y el RNC sí gastaron unos 15 millones de dólares entre los dos para pagar gastos legales y de otro tipo relacionados con la impugnación de las elecciones, según documentos federales.
Incluso parte del gasto poselectoral más fuerte —el cual fue destinado para el recuento de votos, según su campaña— fue canalizado a través de la LLC en la que Lara Trump era miembro del consejo, incluidos 2,2 millones de dólares para “publicidad por SMS”, mejor conocidos como mensajes de texto.
Para tener un sentido de la escala de la cantidad de dinero que tendrá Donald Trump a su disposición, el botín de poco más de 60 millones de dólares —y contando— del nuevo PAC de Trump tiene casi el mismo dinero que gastó para ganar la nominación presidencial de su partido en 2016.
Algunos expertos en finanzas de campaña han especulado que Trump podría usar el exceso de efectivo de su nuevo PAC, cuya etiqueta formal es PAC de liderazgo, para pagar el aprieto legal que enfrentará a nivel personal en el futuro cuando sea investigado una vez que deje el cargo (un alto asesor de Trump comentó que no esperan que el dinero se use para cubrir necesidades legales de índole personal).
“Un PAC de liderazgo son fondos empleados con fines ilegales”, opinó Meredith McGehee, directora ejecutiva de Issue One, un grupo que apoya un aumento en la transparencia política. “Hay muy pero muy pocos límites para las cosas en las que pueden gastar el dinero”.
Aunque la pospresidencia de Trump casi no tiene forma, ha demostrado su deseo por ejercer su control sobre la política nacional, en especial entre los republicanos.
Ya ha respaldado a Ronna McDaniel, una aliada cercana, para que sirva otro periodo como presidenta del RNC. Ha planteado desafíos importantes a republicanos, como el gobernador de Georgia, Brian Kemp, quien lo hizo enfadar al rechazar sus teorías sin fundamentos sobre un fraude electoral. Incluso les ha preguntado a sus asesores cómo podría mantener el control del partido sin ser candidato.
“No hay un púlpito más grande para intimidar que la presidencia pero, a pesar de todo, es probable que el presidente Trump tenga un papel significativo en el futuro del Partido Republicano”, opinó Whit Ayres, un encuestador republicano. “Es muy difícil imaginarlo siguiendo el mismo camino de George W. Bush, Barack Obama y otros presidentes de tener la boca cerrada y dejar que el nuevo presidente intente gobernar”.