LONDRES — Para los extenuados negociadores del brexit de ambos lados del canal de la Mancha, un acuerdo comercial en la víspera de Navidad concluyó once meses de meticulosas deliberaciones acerca de la salida de la Unión Europea por parte del Reino Unido, mismo que incluyó detalles tan insondables como qué especies de peces podrían pescar las embarcaciones de cada lado en aguas británicas.
No obstante, para muchas otras personas —entre ellas banqueros, comerciantes, transportistas, arquitectos y millones de migrantes— la Navidad fue solo el principio, el primer día de un experimento impredecible y de gran trascendencia para desbaratar una apretada red de relaciones comerciales con toda Europa.
Lejos de cerrar el capítulo de la turbulenta alianza con Europa, el acuerdo ha abierto un capítulo nuevo, que en sus primeras páginas comienza con lo que los analistas afirman que será el cambio más brusco en las relaciones comerciales modernas.
En los cuatro años desde que los británicos votaron para terminar con medio siglo de relaciones con Europa, muchos migrantes se han abstenido de irse a trabajar al Reino Unido y las empresas británicas han enviado a sus empleados a París y Frankfurt, Alemania, para establecer sedes en el continente. Pero a pesar de todos esos preparativos, ahora solo quedan seis días para que, el 1.° de enero, las empresas enfrenten una avalancha de obstáculos comerciales nuevos.
“Tendremos que aprender a gestionar esto sobre la marcha”, señaló Shane Brennan, director general de la Federación para la Cadena de Frío, un colectivo británico que representa a empresas de logística. “Esperemos que a la larga todo sea para bien, pero el proceso será lento, complejo y costoso”.
Los distribuidores británicos, quienes se libraron del desastre de una separación sin acuerdo, ya de por sí estaban teniendo problemas para preparar los primeros cientos de miles de nuevas certificaciones de exportación para que la carne, el pescado y los productos lácteos pudieran ser vendidos al bloque. Los alimentos británicos, que solían estar exentos de verificaciones complicadas, ahora tienen que pasar por las mismas inspecciones que las importaciones a Europa de países como Chile o Australia.
El sector de servicios británico —que no solo abarca a la fuerte industria financiera de Londres, sino también a los abogados, los arquitectos, los consultores y otros servicios profesionales— quedó fuera del acuerdo de 1246 páginas, pese a que este sector representa el 80 por ciento de la actividad económica del Reino Unido.
El acuerdo tampoco logró tranquilizar a los migrantes europeos, algunos de los cuales salieron del Reino Unido durante la pandemia y ahora tienen que decidir si deben regresar apresuradamente para invocar un derecho a asentarse en el Reino Unido antes de que se concrete la separación el 31 de diciembre.
“A partir del 1.° de enero, el panorama cambia y desaparece el manto de protección de la transición”, afirmó Maike Bohn, cofundadora de the3million, una organización que apoya a los ciudadanos europeos en el Reino Unido, y manifestó sus temores de que, en medio de la confusión sobre las reglas, a los europeos se les nieguen injustamente empleos y la posibilidad de rentar apartamentos. “Existe temor y también letargo”.
Los negociadores aún no han publicado formalmente el voluminoso acuerdo comercial pese a que ambas partes han proporcionado resúmenes y han dejado confundidos a los analistas y a los ciudadanos sobre algunos detalles, a pesar de que los legisladores británicos y europeos ya se preparan a someterlo a votación en unos cuantos días.
No obstante, desde hace mucho tiempo ha sido evidente que el acuerdo ofrecerá a la Ciudad de Londres (un distrito de bancos de todo el mundo, administradores de bienes, aseguradoras y fondos de cobertura) pocas garantías acerca de las transacciones comerciales futuras al otro lado del canal de la Mancha. Cada año, el Reino Unido le vende a la Unión Europea servicios financieros por aproximadamente 30.000 millones de libras esterlinas (40.000 millones de dólares) y se beneficia de un mercado integrado que, en algunos casos, hace que sea más fácil vender servicios de un país miembro a otro que vender servicios de un estado estadounidense a otro.
El nuevo acuerdo comercial sí agiliza el flujo de mercancía a través de las fronteras británicas, pero deja a las empresas financieras sin el beneficio más importante de ser miembro de la Unión Europea: la capacidad de ofrecer fácilmente servicios a los clientes de toda la región desde una sola base. Desde hace mucho tiempo, esto ha permitido que un banco de Londres le ofrezca préstamos a una empresa de Venecia, Italia, o que negocie con los bonos financieros de una empresa en Madrid.
Esa pérdida es especialmente dolorosa para el Reino Unido, que, en 2019, tuvo un superávit de 18.000 millones de libras esterlinas (24.000 millones de dólares) en la venta de servicios financieros y de otro tipo a la Unión Europea, pero un déficit de 97.000 millones de libras esterlinas (129.000 millones de dólares) en la venta de mercancía.
“El resultado del acuerdo es que la Unión Europea mantiene todas sus ventajas comerciales actuales, sobre todo en cuanto a la mercancía, y el Reino Unido pierde todas sus ventajas actuales en la venta de servicios”, señaló Tom Kibasi, exdirector del Instituto de Investigación de Políticas Públicas, un instituto de investigación. “El resultado de esta negociación comercial es justamente lo que sucede con la mayoría de los acuerdos comerciales: el socio más grande obtiene lo que desea y el socio más pequeño cede”.
Permitir que las mercancías cruzaran la frontera sin aranceles onerosos garantizaba que las provisiones más esenciales —principalmente alimentos y medicamentos— estuvieran disponibles en toda Europa. También fue más fácil llegar a un acuerdo en cuanto a las mercancías; debido a las intrincadas regulaciones financieras de cada país, como cuánto dinero deben conservar los bancos, la mayor parte de los acuerdos evaden las industrias de servicios.
Sin embargo, el brexit no fue como la mayoría de los acuerdos comerciales: estuvo construyendo obstáculos, no derribándolos, dentro de un mercado europeo que está extraordinariamente bien conectado.
Después del 1.° de enero, la venta de servicios, que solía estar garantizada, dependerá de una diversidad de decisiones por parte de los reguladores europeos acerca de si las nuevas regulaciones financieras del Reino Unido se apegan lo suficiente a las de ellos como para confiar en ellas. Pese a que es difícil que la experiencia y los conocimientos de Londres tengan paralelo, lo cual coloca a sus empresas financieras y de servicios en una posición sólida para sortear la tormenta, algunos obstáculos son inevitables. Ya les han dicho a los británicos que viven en Europa y que tienen cuentas bancarias en el Reino Unido que sus cuentas serán canceladas.
Al anunciar el acuerdo comercial esta semana, el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, reconoció que este no brinda “tanto acceso” a las empresas financieras “como nos hubiera gustado”. Pero, según afirmaron los analistas, no fue tan claro acerca de las dificultades que enfrentan incluso los comerciantes británicos por los términos del acuerdo.
Al prometer que no habría “obstáculos no arancelarios” para la venta de mercancía después del brexit, no tomó en consideración las decenas de millones de declaraciones aduaneras, evaluaciones médicas y otras verificaciones que las empresas ahora tendrán que atender.
Los especialistas en la industria afirmaron que el Reino Unido no tiene los suficientes agentes aduanales para encargarse de esa documentación y ni siquiera cuenta con veterinarios que realicen evaluaciones médicas. Además, en los últimos días, los transportistas europeos han visto un preocupante adelanto de los estragos que provocaron las demoras de los embarques, incluso de unos cuantos días, cuando estuvieron varados en los puertos británicos debido a las prohibiciones de viaje relacionadas con la nueva cepa del coronavirus.
“Es un problema enorme que le costará a la industria millones de libras esterlinas y euros”, comentó Alex Altmann, el interlocutor encargado de los temas relacionados con el brexit en Blick Rothenberg, un despacho fiscal y de contabilidad. “A fin de cuentas, eso se les cargará a los consumidores”.