En el actual cálculo de cómo distribuir los limitados suministros de la vacuna contra la COVID-19, el amplio consenso mundial suele comenzar con unos cuantos grupos: médicos y enfermeras, enfermos y ancianos, trabajadores de primera línea y profesores.
Por lo general, los atletas de élite (las mejores figuras del nado sincronizado y los clavadistas de alto nivel, los velocistas y los marchistas más rápidos, los mejores gimnastas y jugadores de bádminton de un país), no figuran en el debate inicial.
Y, sin embargo, ese es, precisamente, el debate que se está desarrollando en todo el mundo en los últimos meses previo a la celebración de los Juegos Olímpicos de verano en Tokio. No solo se trata de una cuestión de bioética: la manera en que cada gobierno proceda en materia de vacunación en los próximos meses podría determinar si las olimpiadas se desarrollan como una catártica celebración masiva del deporte internacional o como un evento superpropagador mundial de un mes de duración.
En cualquier otro año, los atletas profesionales —jóvenes, sanos y obviamente en excelente condición física— serían enviados al final de la fila. No obstante, este año, con la inauguración de las Olimpiadas de Japón, donde el aumento del número de casos a principios de este año obligó a muchas de las ciudades más grandes del país a declararse en estado de emergencia el mes pasado, la cuestión se ha hecho mucho más problemática.
Un número cada vez mayor de países, que incluye a un grupo tan diverso como India, Hungría e Israel, han anunciado que pondrán a sus atletas olímpicos al frente de sus filas de vacunación. En febrero, el presidente de México colocó a los atletas de su país en un grupo prioritario junto a los trabajadores médicos y los profesores. Lituania se ha movido aún más rápido; comenzó a administrar las vacunas a sus deportistas olímpicos desde hace semanas.
Para muchos países, la aplicación temprana de las vacunas no es sino un esfuerzo por evitar tanto los contagios inoportunos como las interrupciones del valioso tiempo de entrenamiento. Ni los organizadores japoneses ni el Comité Olímpico Internacional exigirán pruebas de vacunación o periodos de cuarentena a los asistentes o competidores de los juegos, aunque se realizarán pruebas periódicas a los atletas, entrenadores, periodistas y funcionarios durante su estancia en Japón.
Otros comités olímpicos nacionales, ya sea por un sentido del deber moral o por el temor a las reacciones del público, han declarado de manera abierta que no pedirán un trato preferente en la vacunación, sin importar cuánto quieran que sus atletas se vacunen.
“Desde luego, no creo que haya ninguna razón por la que los atletas deban recibir un trato especial”, declaró Evan Dunfee, un marchista olímpico de Canadá, país en el que estos deportistas no tienen prioridad en las vacunas hasta ahora.
Sin embargo, incluso los expertos en ética están divididos sobre la pertinencia ―y las consecuencias para la salud mundial― de que los deportistas se salten la fila de las vacunas.
“Los atletas son trabajadores esenciales”, afirmó Arthur Caplan, profesor de Ética Médica en la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York, quien está a favor de una opinión expresada en las últimas semanas por los gobiernos de Dinamarca, Serbia y Filipinas, en el sentido de que adelantarán la vacunación de los atletas que participarán en las próximas olimpiadas.
Dick Pound, un poderoso miembro del Comité Olímpico Internacional originario de Canadá, sugirió en enero que la aplicación de “300 o 400 vacunas de entre varios millones” a los atletas de Canadá no debería ameritar ninguna protesta pública.
Sin embargo, muchos políticos, dirigentes deportivos, atletas y ciudadanos (millones de ellos igual de deseosos de vacunarse lo antes posible) no estarían de acuerdo.
Así que el debate, en cierto modo, ha enfrentado a quienes apelan a ideas rígidas de moralidad bioética con otros que piden que se hagan excepciones basadas en el espíritu del sentido común en tiempos extraordinarios. Después de todo, los Juegos Olímpicos reunirán a representantes de más de 200 países y luego los enviarán a casa a todos los rincones del mundo tras varias semanas de competencias.
En una entrevista, Dunfee criticó a Pound por sugerir que los atletas canadienses deberían vacunarse de manera anticipada; por el contrario, dijo, los atletas tienen el deber de ser modelos a seguir en la sociedad.
A grandes rasgos, esa ha sido la postura oficial hasta ahora en países como Estados Unidos, el Reino Unido e Italia, por nombrar a algunos.
“Los atletas de Estados Unidos están de acuerdo en que deben esperar el lugar que les corresponde en el calendario de vacunación“, dijo Bree Schaaf, exatleta olímpica que ahora preside el Consejo Asesor de Atletas del Equipo de Estados Unidos.
Sin embargo, la negativa a vacunarse de manera anticipada no ha impedido que los funcionarios se esfuercen por agilizar la vacunación de sus atletas dentro de las normas.
Cuando Sarah Hirshland, directora ejecutiva del Comité Olímpico y Paralímpico de Estados Unidos, se reunió con funcionarios gubernamentales en febrero, señaló que seguirían las directrices nacionales de salud pública; no obstante, planteó un escenario esperanzador, conforme al cual, en el mejor de los casos, se podría vacunar a los atletas antes de las pruebas nacionales a mediados de junio.
De igual modo, Michael Schirp, portavoz del equipo alemán, señaló que las organizaciones deportivas sostenían una comunicación sensible con las autoridades, para manifestar por un lado el deseo de seguir las mismas reglas que el resto de las personas y, por otro, la sensación de urgencia que sienten ahora que las olimpiadas están a tan solo unos meses de distancia.
“Estamos diciendo que, aunque no queremos saltarnos la fila, agradeceríamos que nuestros atletas se vacunaran lo antes posible”, dijo Schirp. “Así que tratamos de dar una señal, pero no queremos dar la impresión de que estamos por encima de los demás”.
Todo esto ha supuesto un dilema para el Comité Olímpico Internacional y los organizadores de los juegos de Tokio. Cuando los atletas lleguen a Japón en julio, ingresarán a un país que no está ni cerca de alcanzar la inmunidad colectiva. Japón no empezó a vacunar a los trabajadores sanitarios sino hasta mediados de febrero y no tiene previsto empezar a inocular a los residentes de más edad sino hasta mediados de abril. Taro Kono, el ministro del gabinete a cargo de la aplicación de la vacuna, declaró hace poco que los atletas olímpicos “no figuraban en absoluto en“ su calendario.
Congregar a miles de personas que no están vacunadas provenientes de cientos de países dista de ser lo ideal. Sin embargo, que se perciba que los atletas de todo el mundo se adelantan a ponerse la vacuna no sería una buena imagen para unos juegos que ya están sumidos en retrasos, costos excesivos e insatisfacción pública.
La respuesta de los funcionarios olímpicos y de los organizadores locales ha sido delegar la responsabilidad a los gobiernos y los comités olímpicos nacionales, al animarlos a encontrar modos de vacunar a sus atletas y entrenadores, así como declarar de manera pública que se deben seguir los protocolos nacionales y esperar lo mejor.
Giovanni Malagò, presidente del comité olímpico italiano, declaró al periódico La Republicca, que sabía que sus colegas de otros países pedían vacunas para sus atletas.
“Nosotros nunca lo pediremos y tampoco lo queremos”, manifestó el funcionario.
Puede que no tenga que hacerlo: muchos olímpicos italianos (el país espera enviar unos 300 a Japón) podrían vacunarse en breve de todos modos. Un portavoz del comité olímpico italiano dijo que alrededor del 60 por ciento de los atletas que asistirán a los Juegos Olímpicos de Japón pertenecen a clubes deportivos afiliados a las fuerzas armadas del país, lo que los coloca de manera automática en la lista de candidatos prioritarios a recibir la vacuna.
“Sé que hay muchos atletas que, a puerta cerrada, creen que está justificado que tengan prioridad”, dijo Dunfee, de Canadá. “Pero la opinión pública está tan en contra de estas prácticas que no vas convencer a nadie ni a ganarte la simpatía de nadie al admitir que opinas de esa manera”.