El pan dulce mexicano se coloca en los altares para honrar, recordar y alimentar a los familiares fallecidos que cruzan el Día de Muertos.
HOMESTEAD, Florida — Durante la semana pasada, Elizabeth Hernández convirtió La Patrona Bakery en una frenética operación dedicada a la preparación de pan de muerto, haciendo docenas de panes redondos rematados con dedos huesudos.
Estos panes, similar en textura a los panes jalá y espolvoreados con azúcar o semillas de sésamo, son un elemento básico de la festividad mexicana conocida como el Día de Muertos. La celebración del 1 y 2 de noviembre busca reunir las almas de los muertos con los vivos.
“Es un símbolo de la muerte de ellos, al mismo tiempo, de la vida, de estar presente con uno”, dijo Hernández sobre el pan que prepara con una receta de ciudad de México.
La gente come estos panes con sus familias, pero también es una ofrenda esencial en los altares domésticos. El pan de olor dulce se coloca junto a las fotos de los muertos y una variedad de sus comidas y bebidas favoritas, lo que atrae y nutre a las almas que lo visitan, dijo Michelle Téllez, profesora de estudios mexico-estadounidenses en la Universidad de Arizona.
Cuando termina la festividad, la comida por lo general no tiene ningún olor o sabor porque presumiblemente los muertos se la han comido, dijo Antonieta Mercado, profesora de la Universidad de San Diego que ha escrito sobre la historia y el significado del Día de Muertos.
Más allá de la diáspora mexicana, esta festividad ha desarrollado un atractivo más amplio en la cultura popular. La popularidad de películas como Coco, una producción de Pixar lanzada en 2017, que se desarrolla durante el Día de Muertos, demuestra la importancia de la festividad y hace que la gente haga preguntas sobre la celebración, dijo Mercado, pero también se corre el riesgo de que pierda su significado cultural.
Aunque los académicos suelen estar de acuerdo en que se originó con los pueblos indígenas de México, debaten cómo los vivos comenzaron a conmemorar a los muertos. Algunos eruditos, como Téllez, creen que fue una celebración ligada al cambio de estación. Otros, como Mercado, lo asocian con el ciclo de cultivo del maíz, cuando la gente pedía a las almas de los muertos y a las fuerzas de la naturaleza que trajeran una buena cosecha.
Después de que los españoles comenzaron a convertir a los pueblos indígenas al cristianismo, la celebración indígena absorbió las tradiciones católicas del Día de Todos los Santos (1 de noviembre) y el Día de los Difuntos (2 de noviembre).
“Es hermoso porque honras a tus antepasados”, dijo Mercado. “Para muchas comunidades latinas e indígenas, sus antepasados son parte de la comunidad. Nunca se van, simplemente se trasladan a otro plano”.
En el México del siglo XVI, los españoles celebraban el Día de Todos los Santos y el Día de los Difuntos con vigilias en el cementerio colocando flores, velas y pan, dijo Stanley Brandes, profesor de la Universidad de California en Berkeley, quien ha investigado el Día de Muertos. El pan de muerto debe su dulzura al azúcar que fue llevado a México por los españoles.
Hay decenas de diferentes tipos de pan de muerto, y los panaderos ofrecen sus propias interpretaciones, según el lugar donde viven y de dónde son.
Aunque Hernández, de La Patrona Bakery, usa semillas de anís; Jaime Reynoso Pérez, propietario y panadero de La Migaja Mexican Bakery —un local que se encuentra dentro del restaurante Mi Rinconcito Mexicano en Miami— usa azahar. Su pan también es redondo, representando el círculo de la vida. Rinde homenaje a los muertos con piezas en forma de huesos y un pequeño círculo en el medio para representar el cráneo. El pan, una receta que Reynoso Pérez dijo que es como un pan de hamburguesa y una concha combinados, está cubierto de azúcar blanca y sabe a flores.
Reynoso Pérez, quien es de Veracruz, México, también hace otro pan al que le agrega ajonjolí y unas caritas que importa de Oaxaca. Las caritas, que a veces representan el rostro de un ángel o la Virgen María, están hechas con trozos de masa seca que están decorados con pintura vegetal. Los pone en el centro de otra variedad de pan de muerto.
“Va uno aprendiendo, de generación en generación, llevas la tradición, llevas el sabor. Cuando te toca hacerlo, lo personalizas según lo que quieres hacer, con tu propio toque”, dijo Reynoso Pérez, quien se preparaba para vender unas 800 piezas de pan para la festividad. “Trato de hacer lo más clásico, porque es el sabor de cuando estás fuera de casa. Lo buscas para regresar aunque sea en tu mente, y te trae muchos recuerdos”.
Christina Morales es una reportera que cubre noticias de última hora a nivel nacional para la sección Express. También forma parte de la generación de becarios 2020-2021 de The New York Times. @Christina_M18