Los gobiernos de todo el mundo les han fallado a los trabajadores transportistas. Pero no es demasiado tarde para ayudarles.
Desde Los Ángeles hasta Felixstowe, Inglaterra, Dubái, Emiratos Árabes Unidos, y Shenzhen, China, el mundo está siendo testigo de demoras y escasez de todo tipo, desde juguetes hasta pavos. En el centro de esta crisis se encuentra un sector de transporte que se está rindiendo ante la presión de las condiciones de la era de la COVID-19. Los trabajadores que conducen los camiones, pilotean los aviones y tripulan los barcos responsables de trasladar todos estos productos —alrededor de 19 billones de dólares del comercio mundial al año— han cedido hasta su punto de quiebre. Los gobiernos han tardado demasiado en tomar medidas.
Con el aumento de los precios de la gasolina, los comestibles y otros productos, Estados Unidos debería tomar la batuta para restaurar el orden en las cadenas de suministro antes de que sea demasiado tarde. Con su influencia, Estados Unidos debería persuadir a otros países de atender la causa subyacente de la crisis: las condiciones laborales de los trabajadores del transporte.
Mucho antes de que el Ever Given, el buque de carga de 220.000 toneladas, bloqueara el canal de Suez en marzo, las industrias transportistas ya habían lanzado una advertencia pública directa sobre un atascamiento comercial inevitable si no mejoraban las condiciones para los marineros, choferes y pilotos.
Para mantener el comercio en movimiento, los trabajadores necesitan con urgencia la agilización del trámite de sus visas, el regreso de los vuelos hacia y desde los puertos, y vacunas. En cambio, ha pasado lo opuesto. Las prohibiciones draconianas de los viajes y el acceso limitado a las vacunas han tenido un impacto devastador en el bienestar y la seguridad de los trabajadores del sector transportista.
Las tripulaciones no han podido desembarcar los barcos sin los documentos adecuados de vacunación, así que salir o entrar a una embarcación se ha vuelto imposible: cientos de miles de ellos han quedado atrapados en sus navíos, por lo que algunos han trabajado varios meses más de los que marcaba su contrato inicial.
Miles de choferes de camiones en las fronteras internacionales también se han visto forzados a quedarse varados durante días en temperaturas heladas sin acceso a comida ni instalaciones médicas. Los pilotos de los aviones de carga han enfrentado cuarentenas prolongadas después de completar vuelos internacionales, por lo que han pasado largos periodos lejos de sus familias.
Este maltrato podría alejar a muchos trabajadores del sector, lo cual exacerbaría la escasez de mano de obra que apuntala el caos. Tan solo en la industria naviera, la cual transporta alrededor del 80 por ciento de los productos que se comercian a nivel mundial, se prevé una escasez de miles de funcionarios en los próximos años, según un informe sobre la fuerza laboral de la Cámara Naviera Internacional y el Consejo Marítimo Internacional y del Báltico. Muchos trabajadores del sector transportista, quienes dependen de sus campañas nacionales de vacunación, en especial los de países en vías de desarrollo con menos acceso a las vacunas, seguirán padeciendo condiciones laborales insostenibles.
Los gobiernos tuvieron una oportunidad de evitar esta crisis. Se debió dar prioridad a los trabajadores transportistas de todo el mundo en cuanto estuvieron disponibles las vacunas. Los países de todos los rincones del mundo debieron hacer exenciones para ellos en las restricciones de viaje. Sin embargo, la mayoría de los países siguen reacios a actuar. Ya no se puede permitir que esta situación continúe.
El escrutinio mundial está aumentando. La Organización Internacional del Trabajo, una rama de Naciones Unidas, encontró que los gobiernos nacionales habían fracasado terriblemente en resguardar las normas mínimas para la protección de los derechos de los marineros, como lo establece la ley internacional. Si no se controla la cadena de suministro, la crisis podría persistir a causa del desgaste en la fuerza laboral del sector transportista.
Washington ha comenzado a tomar medidas para resolver el problema. En el verano, el presidente Joe Biden anunció la formación del Grupo de Trabajo para las Interrupciones de la Cadena de Suministro, con el fin de reducir la presión sobre el flujo del comercio hacia Estados Unidos. El mes pasado, el gobierno anunció que el puerto clave de Los Ángeles se iba a sumar al puerto de Long Beach para operar las 24 horas del día, los siete días de la semana: una maniobra alentadora que podría ayudar a los navíos a entrar y salir de los puertos con más rapidez.
Biden podría ir todavía más lejos. El presidente podría motivar a las autoridades a cambiar las reglas de zonificación para permitir que los puertos almacenen más contenedores vacíos u ordenar que algunas áreas de tierra sirvan de depósito temporal de contenedores. Además, Biden debería garantizar que Estados Unidos siga siendo un ejemplo en todos sus centros de vacunación en los puertos, los cuales vacunan a trabajadores sin importar su nacionalidad. Estos centros deben contar con vacunas reconocidas y aprobadas de manera generalizada para evitar demoras cuando los trabajadores lleguen a otros países.
Claro está que liberar el atascamiento de contenedores en una ciudad no detendrá la ruptura de las cadenas de suministro a nivel mundial. El gobierno de Biden debería forzar a los gobiernos que hayan actuado con lentitud para mejorar sus condiciones laborales. Aplicar presión por medio de todo, desde una diplomacia blanda hasta sanciones, podría ayudar a persuadirlos de que aceleren el movimiento de los barcos, camiones y aviones, lo cual relajaría el enredo de la cadena de suministro.
Biden también podría presionar para que haya interoperabilidad en el tema de los protocolos de vacunación. Esto implicaría persuadir a los países para que reconozcan una variedad más amplia de vacunas para los trabajadores transportistas, incluidas las dosis producidas fuera de sus fronteras. Esto permitiría que los marineros entren y salgan de los barcos en los puertos con mayor rapidez: ya no tendrían que hacer cuarentenas solo porque, tal vez, recibieron el tipo “equivocado” de vacuna.
No es demasiado tarde para salvar las cadenas de suministro del mundo. Para hacerlo, los gobiernos no pueden olvidar que sus eslabones más sólidos e importantes son seres humanos.
Este artículo apareció originalmente en The New York Times.