En los últimos años y en una amplia gama de comportamientos diferentes, los estadounidenses han estado actuando en menos formas prosociales y relacionales y en más formas antisociales y autodestructivas. Pero, ¿por qué?
En junio me enteré de una estadística que me sobresaltó. En 2020, el número de kilómetros recorridos por los estadounidenses se redujo un trece por ciento a causa de la pandemia, pero el número de muertes por accidentes de tránsito aumentó un siete por ciento.
No podía entenderlo. ¿Por qué los estadounidenses iban a conducir de forma tan imprudente durante la pandemia? Pero entonces, en la primera mitad de 2021, según la Administración Nacional de Seguridad del Tráfico en las Carreteras, las muertes en vehículos automotores aumentaron un 18,4 por ciento incluso con respecto a 2020. Entre los factores que contribuyen a la situación, según la agencia, se encuentran la conducción bajo los efectos del alcohol, el exceso de velocidad y no usar el cinturón de seguridad.
¿Por qué hay tantos estadounidenses que conducen de manera irresponsable?
Mientras estas sombrías cifras revoloteaban en mi cerebro, un artículo publicado en Substack, de Matthew Yglesias, llegó a mi bandeja de entrada esta semana. Se titula: “Aumentan los malos comportamientos de todo tipo”. Yglesias señalaba que no solo está aumentando la conducción imprudente, sino que el número de altercados en los aviones se ha disparado, la tasa de asesinatos se está incrementando en las ciudades, las sobredosis de drogas están aumentando, los estadounidenses están bebiendo más, las enfermeras dicen que los pacientes son cada vez más abusivos, y así sucesivamente.
Yglesias tiene razón.
Los profesores se enfrentan a una marea creciente de comportamientos disruptivos. En diciembre, The Wall Street Journal informó: “Las escuelas han visto un aumento tanto de incidentes menores, como de estudiantes que hablan en clase y de problemas más serios, como peleas y posesión de armas”. En Dallas, los incidentes disruptivos en las aulas se han triplicado este año en comparación con los niveles anteriores a la pandemia, dijeron las autoridades escolares.
Este mes, el Instituto de Estudios Familiares (IFS, por su sigla en inglés) publicó un ensayo titulado “La epidemia de las drogas sigue empeorando”. El ensayo señalaba que las muertes por drogas habían aumentado casi sin parar durante más de veinte años, pero “las sobredosis se dispararon especialmente en la pandemia”. Durante gran parte de este tiempo, la crisis de sobredosis se había concentrado en gran medida en la población blanca, pero en 2020, observaba el ensayo, “la tasa de sobredosis en la población negra superó a la de la población blanca por primera vez”.
En octubre, CNN publicó un artículo titulado “Los informes de crímenes de odio en Estados Unidos aumentan al nivel más alto en doce años, dice el FBI”. El FBI encontró que entre 2019 y 2020, el número de ataques dirigidos a personas negras, por ejemplo, aumentó de 1972 a 2871.
El número de compras de armas se ha disparado. En enero de 2021, se compraron más de dos millones de armas de fuego, según informó The Washington Post, “un aumento del 80 por ciento interanual y el tercer total más alto registrado en un mes”.
Mientras la hostilidad de los estadounidenses hacia los demás parece crecer, su cuidado hacia los demás parece disminuir. Un estudio de la Lilly Family School of Philanthropy de la Universidad de Indiana reveló que la proporción de estadounidenses que hacen donaciones a la caridad está disminuyendo constantemente. En el año 2000, el 66,2 por ciento de los hogares hacía una donación benéfica. Pero en 2018, solo el 49,6 por ciento lo hizo. La proporción de donaciones a causas religiosas se redujo al igual que la asistencia a los servicios religiosos. Sin embargo, la proporción de hogares que donaron a causas seculares también alcanzó un nuevo mínimo, el 42 por ciento, en 2018.
Esto sin mencionar las partes del deterioro en el entorno que son difíciles de cuantificar: el aumento de la polarización, el odio, la ira y el miedo. Cuando iba a la universidad, hace muchos años, nunca me preocupaba que pudiera decir algo en clase que me llevara al ostracismo. Pero ahora los universitarios que conozco temen que una frase errática pueda llevarlos a la muerte social. Eso es un cambio monumental.
Hay que decir que no todas las tendencias son malas. El consumo de sustancias entre los adolescentes, por ejemplo, parece estar disminuyendo. Y muchos de esos problemas son causados por el estrés, quizás temporal, de la pandemia. Dudo que hubiera tanta gente dando puñetazos a las azafatas o haciendo berrinches por el queso si no hubiera reglas de usar cubrebocas y un virus mortal del que preocuparse.
No obstante, también parece estar ocurriendo algo más oscuro y profundo: una pérdida de solidaridad a largo plazo, un aumento del distanciamiento y la hostilidad a largo plazo. Esto es lo que se siente al vivir en una sociedad que se está disolviendo en todos los ámbitos.
¿Qué demonios está pasando? La respuesta corta: no lo sé. Tampoco sé qué está causando las tasas altas de depresión, suicidio y soledad que perseguían a los estadounidenses incluso antes de la pandemia y que son la triste cara de la hostilidad y la imprudencia que acabo de describir.
Podemos reunir a los sospechosos habituales: las redes sociales, la política podrida. Cuando el expresidente Donald Trump señaló que estaba bien odiar a los grupos marginados, mucha gente lo vio como un permiso.
Algunos de nuestros venenos deben ser sociológicos: la destrucción del tejido social. El año pasado, Gallup tenía un informe titulado “La asistencia a la iglesia en Estados Unidos cae por debajo de la mayoría por primera vez”. En 2019, el Centro de Investigaciones Pew tenía un informe: “Estados Unidos tiene la tasa más alta del mundo de niños que viven en hogares monoparentales”.
Y algunos de los venenos deben ser culturales. En 2018, The Washington Post tenía un artículo titulado “Estados Unidos es una nación de narcisistas, según dos nuevos estudios”.
Pero también debe haber algún problema espiritual o moral en el fondo de todo esto. En los últimos años y en una amplia gama de comportamientos diferentes, los estadounidenses han estado actuando en menos formas prosociales y relacionales y en más formas antisociales y autodestructivas. Pero, ¿por qué?
Como columnista, se supone que debería tener algunas respuestas. Pero ahora mismo no las tengo. Solo sé que la situación es grave.