Debido a la historia compleja y entrelazada de sus países, muchos ucranianos y rusos tienen familiares en ambos lados de la frontera que ahora se ubican en lados opuestos de la guerra.
Durante su infancia en la ciudad rusa de Volgogrado, Nina Ryakhovskaya creció con una prima que es más joven que ella; juntas se ponían calcetas y se deslizaban por el piso de madera de su abuela imaginando que eran patinadoras artísticas, también se confiaban secretos y quiénes eran sus amores platónicos.
Ryakhovskaya, que ahora tiene 40 años y vive en Kiev con su esposo ucraniano, llamó por teléfono hace poco a su prima en Volgogrado para decirle que los rusos invadían Ucrania. Su prima no le creyó que fuera una invasión y le comentó que Rusia solo conducía una operación contra los nazis en ese país, afirmó Ryakhovskaya.
“Me hace sentir que estaremos distantes para siempre”, mencionó Ryakhovskaya durante una videollamada desde su casa en la campiña cerca de Kiev, adonde huyó con su esposo y su hijo de 7 años en cuanto comenzó la invasión rusa. “No puedo perdonarlos. No puedo perdonar que sean parte de esto”.
Debido a la historia compleja y entrelazada de sus países, muchos ucranianos y rusos tienen familiares en ambos lados de la frontera que ahora se ubican en lados opuestos de la guerra. El conflicto iniciado por el presidente de Rusia, Vladimir Putin, ha traspasado las líneas del frente de batalla y ha ingresado a las familias de muchos ucranianos y rusos, así como a las diásporas de ambos pueblos en todo el mundo.
La guerra ya ha creado disputas familiares y generado temores entre algunas personas de que parientes se hagan daño entre sí en la batalla.
“Tengo primos en ambos lados. Temo que se maten entre ellos”, expresó Dan Hubbard, un catedrático de la Universidad de Mary Washington, en Virginia.
Hubbard, de 64 años, se crió en Estados Unidos con su madre, que era rusa, y su bisabuela ucraniana. Con cariño, recordó cómo las dos mujeres solían compartir pay de repollo casero mientras jugaban cartas y se burlaban del acento de la otra.
En la actualidad, algunos de sus familiares viven cerca de Moscú y otros están a las afueras de Járkov, la segunda ciudad más grande de Ucrania, que ahora está bajo el asedio de las fuerzas rusas. Sus primos tanto rusos como ucranianos tienen la edad suficiente para enlistarse en el Ejército. Hubbard asegura que ha evitado ver las noticias porque le causan mucho dolor.
“Lo lamento por ambos bandos porque los jóvenes rusos ni siquiera saben por qué están ahí. Mis primos se están matando entre ellos debido a la fantasía de un loco”, opinó.
Zoya, una asistente de 25 años en una compañía de cosméticos en San Petersburgo, es hija de madre rusa y padre ucraniano. Creció cerca de Moscú, pero su abuela paterna le hablaba en ucraniano, le leía poemas de ese país y le cantaba canciones en ese idioma.
“Este conflicto es como cuando tu mamá y tu papá se pelean: no puedes elegir a uno de ellos porque los amas a ambos”, explicó Zoya, quien, como varias personas entrevistadas para este artículo, pidió ser identificada solo por su nombre de pila por temor a las repercusiones en Rusia.
En una encuesta de 2011, el 49 por ciento de los ucranianos indicaron que tenían parientes en Rusia y en 2015, había 2,6 millones de ciudadanos ucranianos viviendo en Rusia, según un estudio.
De madre rusa y padre ucraniano, Alona Cherkassky creció en Moscú, pero pasó sus veranos en Odesa, Ucrania, donde vivían sus abuelos. Ya de adulta, se sentía orgullosa de su doble ascendencia. Sin embargo, con la invasión rusa, se ha vuelto algo doloroso.
“Se siente como un ataque muy personal”, relató Cherkassky, de 45 años, que ahora vive en Londres.
Un primo de Cherkassky, Georgy, de 44 años, un animador ruso, vive en Moscú con su esposa, ella es originaria de Odesa, la ciudad costera en la que la Marina rusa desembarcó durante la invasión. Georgy comentó que su esposa no había separado su identidad ucraniana de su identidad adoptiva rusa hasta hace poco.
“Por supuesto, desde que empezaron a bombardear su país natal, ella se considera más ucraniana”, narró Georgy.
El lazo de parentesco entre rusos y ucranianos que muchas personas de origen mixto describen también ha sido enfatizado por Putin, quien en repetidas ocasiones señaló que los países comparten una herencia común. Sin embargo, aunque para muchos esa cercanía hizo que la invasión fuera incluso más devastadora, para Putin fue una justificación de las hostilidades.
“Por un lado, nuestro presidente dice que todos somos un pueblo, pero, por otro, los está atacando con misiles”, opinó Georgy.
Oleana, de madre rusa y padre ucraniano, comentó que sus padres se estaban refugiando bajo tierra de los misiles rusos en la región de Sumy, al este de Ucrania y cerca de la frontera rusa.
Olena indicó que creció en Ucrania y Rusia, hablando una mezcla de ambos idiomas, leyendo literatura de ambos y escuchando una mezcla transfronteriza de música pop.
Ahora vive en Francia y les lee a sus hijos cuentos de hadas rusos y ucranianos, y les canta canciones de cuna de ambos países. Sin embargo, desde la invasión rusa, sus hijos han comenzado a preguntar cuál es su país.
“¿Cómo puedo decir que soy más rusa o más ucraniana? Nunca había necesitado hacerlo”, cuestionó.
Ryakhovskaya dijo que se estaba helando en la casa donde está morando en la campiña ucraniana, porque cuando salió de Kiev estaba conmocionada y solo se llevó ropa de verano. Ahora ha desarrollado un temor a la oscuridad. Por la noche, ella y sus familiares solo usan linternas frontales para no atraer la atención de los militares rusos al encender las luces de la vivienda.
Las disputas con sus familiares en Rusia solo han aumentado su angustia.
“Es todavía más difícil porque te alejas de tus parientes. No le creen a una persona que conocen desde la infancia. Le creen a la televisión”, puntualizó.