El empleo indiscriminado del gerundio de posterioridad en el mundo hispánico parece afianzarse cada día más en una comunidad lingüística que ha perdido el interés por mantener saludable la vida del idioma español.
El gerundio ejerce una atracción semántica sobre el verbo de la oración dondequiera que se ubique. Es una peculiaridad natural del aditamento español de transformar el sentido del verbo. Esta particularidad le da al gerundio la virtud de modificar la acción verbal con sentido de anterioridad, simultaneidad o ser compatible con el verbo. En este último caso, el verbo y el gerundio deben coincidir en sus acciones, por ejemplo, “El hombre llegó acostándose.” “El hombre llegó cantando. En el primer caso, es incongruente la acción del gerundio con la del verbo; sin embargo, en la segunda sí es posible la acción de cantar con la de llegar.
Por otro lado, es importante ponerle atención a la colocación del gerundio en la estructura sintáctica para evitar desaciertos lingüísticos: “Aprendo matemáticas practicando muchos problemas”. Aprendo practicando. Aquí se ve claramente que el gerundio atrae semánticamente al verbo. ¿Cómo aprendo? Practicando.
“Salió de la oficina gritando improperios”. Salió gritando. “Juan irá a la escuela corriendo”. Irá corriendo. Cuando el gerundio está bien empleado, es fácil observar la atracción semántica que ejerce sobre el verbo. En cambio, con el gerundio de posterioridad no ocurre igual:
“…los sujetos interrumpieron la llamada conduciéndolo nuevamente al carro y dejándolo en un monte…” Interrumpieron conduciéndolo y dejándolo en un monte. Este empleo del gerundio es desacertado, porque semánticamente no modifica el significado del verbo. Se tendrían que utilizar verbos para darle sentido a la expresión:
“…los sujetos interrumpieron la llamada y lo condujeron nuevamente al carro y lo dejaron en un monte”.
En otro uso muy extendido, se asegura que el gerundio puede modificar el objeto directo de un verbo finito, principalmente de los verbos de percepción (ver, observar, oír, escuchar, notar, encontrar) o representación (representar, pintar, dibujar, mostrar, imaginar). Por ejemplo: Vi a una niña cogiendo manzanas. El poder de atracción semántica que ejerce el gerundio sobre el verbo: vi cogiendo manzanas a una muchacha. ¿Mientras yo cogía manzanas, la vi?
Vi a una muchacha, ella cogía manzanas. Son oraciones yuxtapuestas, con sujetos y verbos distintos. Para unirlas se deben usar la subordinación: Vi a una muchacha que cogía manzanas, o subordinación adverbial: Vi a una muchacha cuando cogía manzanas. Otra solución es el uso del infinitivo: Vi a una muchacha coger manzanas. Si el gerundio tiene función adverbial, entonces el que estaba cogiendo manzanas era yo y no la muchacha. Este empleo del aditamento es muy ambiguo y se debe tratar de evitar.
El empleo indiscriminado del gerundio de posterioridad en el mundo hispánico parece afianzarse cada día más en una comunidad lingüística que ha perdido el interés por mantener saludable la vida del idioma español.
Muchas de las obras gramaticales que se producen en el mundo obvian el estudio del uso del gerundio en la lengua española, que es muy distinto, sobre todo, al del inglés y al de otros idiomas. Los hablantes hispanoamericanos se han dejado persuadir por la facilidad que les ofrece el empleo del gerundio de posterioridad, sobre todo del calco inglés: “One bomb fell on a crowded fill theatre in Stepney, buriyngseveral hundreds of victims among the ruins”.
En esta oración, se narra que una bomba cayó en un teatro atestado, enterrando a cientos de víctimas. La bomba cayó en el teatro y enterró a cientos de víctimas entre las ruinas. Este es el sentido que debería tener esta oración. En vez de emplear un verbo para darle sentido a lo expresado, es muy fácil redactar utilizando gerundios como conectores entre varias oraciones. Además, debe evitarse el empleo de la coma, con el que se pretende justificar el aditamento de posterioridad.
Los hablantes del español deberían tener más cuidado en el empleo del gerundio, porque a veces escriben disparates que son imitados por otras personas al considerarlas correctas.
En todo caso, los hablantes del español interpretan semánticamente el gerundio de posterioridad como si fuera un verbo y no les importa qué tengan que decir los expertos en temas del lenguaje. En este sentido, Víctor Arturo Mariel Paredes en el estudio “Aspectos de la gramática del gerundio de posterioridad del castellano”, afirma que se vislumbra una gramática interna que permite al hablante producir e interpretar dichas formas.
Afirma que evitarlas o censurarlas por criterios estilísticos o de prestigio no tienen ningún asidero científico, y peor aún, crea ideologías en contra de la gramática del hablante. Sí tienen asidero científico, porque nadie ha podido definir la función que desempeña el gerundio de posterioridad en la estructura gramatical.
¿Para qué los gramáticos, los expertos y las Academias de la Lengua Española realizan esfuerzos para explicar los pormenores del funcionamiento idioma, si los hablantes no van tomarlas en cuenta, ya que ellos cuentan con su propia gramática?