Debido a la proximidad de la guerra en Ucrania, algunos europeos del este tienen miedo de verse involucrados en el combate. Las imágenes del derramamiento de sangre a solo cientos de kilómetros de distancia están desenterrando memorias dolorosas.
VARSOVIA, Polonia — Durante las últimas siete semanas, Simona Neliubsiene ha tenido dificultades para concentrarse en el historial médico de sus pacientes, porque las imágenes de ciudades bombardeadas que corren en su mente la distraen.
Por la noche, está despierta en su cama mientras lee en internet de manera frenética las últimas noticias sobre la guerra de Rusia en Ucrania.
“Nunca antes había tenido ataques de ansiedad”, afirmó Neliubsiene, una médica familiar en Kaunas, Lituania. “Pero después de la primera semana de guerra, comencé a pensar que tal vez debería tomar algunas de las píldoras que les estoy recetando a mis pacientes”.
Muchos habitantes de Europa del Este se sienten conectados íntimamente con el conflicto en su región. Aunque la violencia aún no ha afectado zonas afuera de Ucrania, algunas personas en países vecinos afirmaron que estaban elaborando planes de contingencia detallados en caso de guerra (solo por si acaso). Se quejaron de que no eran capaces de evitar la incesante cobertura informativa.
Algunas personas incluso confesaron que tenían miedo de quedarse dormidas.
Es posible que su ansiedad esté arraigada de manera profunda e incluso sea generada por traumas generacionales.
Debido a la proximidad de la guerra en Ucrania, algunos europeos del este tienen miedo de verse involucrados en el combate. Las imágenes del derramamiento de sangre a solo cientos de kilómetros de distancia están desenterrando memorias dolorosas de las atrocidades cometidas por militares rusos durante la Segunda Guerra Mundial y la ocupación soviética en esta parte del mundo hace algunos años.
Además, hay alrededor de cuatro millones de refugiados ucranianos ahora en la región, cuyo sufrimiento es un recordatorio constante de cuán real (y qué tan cercana) se encuentra la guerra.
Según entrevistas con más de una docena de profesionales de la salud mental y sus pacientes en Europa del Este, ha habido un aumento en la ansiedad profunda, así como en las solicitudes de pastillas para dormir y llamadas a las líneas telefónicas de crisis.
“Esta es una crisis existencial cruda”, aseguró Sara Koszeg, una psicóloga de Budapest, Hungría, quien comenzó un proyecto en el que documenta las pesadillas de las personas sobre la guerra. “Y tiene un efecto biológico: estás en alerta todo el tiempo y esto afecta tu sueño”.
Katarzyna Skorzynska, de 34 años, una diseñadora de modas de Varsovia, relató que ahora se despierta a las 4:00 a. m., horas antes de las que normalmente inicia su día.
“Me he sentido abrumada e indefensa”, expresó. “Cuando despierto, me cuesta mucho trabajo volverme a dormir. Los pensamientos inundan mi mente”.
Además, no ayuda que revisa las noticias al comenzar su día.
“Despertarme, informarme sobre Zelenski, café: esta ha sido mi rutina matutina”, señaló en referencia al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, cuyo rostro ha dominado los medios informativos polacos desde que la guerra comenzó en febrero.
Mantenerse informados sobre los acontecimientos más recientes de la guerra se ha vuelto un tipo de obsesión para algunos, quienes esperan que hacerlo los haga sentir como que están más en control. Sin embargo, la realidad es que ha tenido el efecto exactamente opuesto.
Vytenis Deimantas, de 29 años, un sociólogo de Vilna, la capital de Lituania, mencionó que tenía problemas para conciliar el sueño y mantenerse dormido, pero que, incluso cuando toma pastillas para dormir, despierta tras solo unas cinco horas. Entonces, da vueltas en la cama, toma su celular y revisa sitios web de noticias.
“Es una sensación de impotencia. Y entre más piensas en ello, más fuerte se vuelve”, indicó.
Deimantas puntualizó que nunca antes había tenido problemas para dormir, pero ahora se queda acostado sin poder conciliar el sueño y se preocupa sobre la posibilidad de un ataque nuclear… y de que un hongo nuclear llegue desde Ucrania.
Es posible que estas preocupaciones hayan sido heredadas. Tras el desastre en Chernóbil en 1986, las autoridades comunistas enviaron al padre de Deimantas al sitio nuclear para limpiar y resguardar el área circundante al reactor dañado. El episodio dejó una marca profunda y duradera en su salud física y mental.
La noche que las fuerzas rusas tomaron el control de la planta nuclear, al inicio de la guerra, Deimantas se obsesionó con las ventanas de su habitación, que es habitual que las deje abiertas.
“Con frecuencia, pensaba: ‘Si no las cierro, ¿qué pasará si el Ejército ruso hace algo?’”, comentó.
Algunos psicólogos afirman que el desafío de la ansiedad es que las personas se preocupan de cosas que están fuera de su control y uno de los síntomas más frecuentes de la ansiedad es el insomnio.
Neliubsiene ha sido inundada con solicitudes de pacientes que experimentan insomnio y ansiedad. Les ha recetado relajantes musculares para uso a corto plazo y ha estado recomendando actividad física, menor tiempo en pantalla y rutinas fijas. Una de sus pacientes, una mujer de 50 y tantos años, le dijo que tenía miedo de quedarse dormida.
“Ella dijo: ‘¿Qué pasa si Putin invade mientras estoy dormida?’”, recordó Neliubsiene lo que la paciente le contó en referencia al presidente de Rusia, Vladimir Putin.
Los profesionales de la salud mental aseveran que una forma de sentirse más en control y aminorar la ansiedad es ayudar a alguien más.
No obstante, aunque ayudar a aquellos afectados de manera directa por la guerra disminuye la sensación de impotencia, también enfrenta a las personas cara a cara con el sufrimiento de los refugiados y los expone a un trauma indirecto.
Skorzynska, la diseñadora de moda de Varsovia, describió una sensación de tristeza profunda después de ayudar a refugiados.
“De verdad te das cuenta que pudo habernos tocado a nosotros. Todo esto está ocurriendo en un país cercano”, opinó.
Entender eso ha llevado a muchas personas a considerar con seriedad la posibilidad de que tal vez tendrán que escapar de sus hogares. Familias en Polonia y Lituania aceptan haber analizado qué obras de arte eran lo suficientemente valiosas para llevarlas consigo y qué rutas conducirían a sus integrantes con rapidez a países más seguros.
Además, también están aquellas personas en toda Europa del Este que ya han atestiguado las desgracias de la guerra.
Irena Dziewonska, de 82 años, una pediatra que vive en Varsovia, indicó que uno de sus primeros recuerdos es esconderse en un sótano con sus padres durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando era apenas una niña, afirmó, vio a personas recibir disparos y escuchó a mujeres siendo atacadas.
Desde que comenzó la guerra en Ucrania, todos esos recuerdos se han agolpado en su mente, mencionó Dziewonska, y ha tenido dificultad para dormir, comer o pensar en algo que no sea eso.
“Esto es terrible, tener que experimentar esto por segunda vez en la vida”, relató.
Investigaciones indican que el trauma puede ser pasado de generación en generación. Los cuerpos retienen impresiones fisiológicas de recuerdos traumáticos, las cuales pueden ser reactivadas por eventos estresantes.
“Me di cuenta de que puedo tener miedo de cosas que mis ancestros experimentaron”, reflexionó Neliubsiene, la médica lituana. Una integrante de su familia fue violada durante la Segunda Guerra Mundial, mencionó, y describió “una sensación terrible que le revolvió el estómago” cuando vio reportes en las noticias de mujeres ucranianas que los militares rusos atacaron sexualmente durante esta guerra.
Esta experiencia personal de la guerra ha hecho que la violencia en Ucrania sea en particular vívida y dolorosa en todas las generaciones de europeos del este.
Cuando Dziewonska cierra los ojos, ve la Varsovia en llamas de su infancia.
“Todo el tiempo estoy temblando. Sigo pensando: ‘Vendrán de nuevo y de nuevo estaré en el sótano’”, finalizó.