Los Nets y los Lakers fracasaron —de manera espectacular— en la creación de superequipos exitosos, aunque los fracasos tuvieron orígenes distintos.
El juego había terminado y el público en el Barclays Center de Nueva York coreaba “M-V-P” (sigla en inglés de “jugador más valioso”). Los aficionados vestían camisetas de la NBA de todos los colores del equipo y su máxima estrella levantó los brazos, en señal de reconocimiento a sus elogios.
Pero Kyrie Irving ya iba rumbo al vestuario. Kevin Durant también. Ben Simmons ni siquiera estaba en la arena. Esta no era una celebración para los Nets de Brooklyn, que juegan aquí sus partidos de local. Era para los Celtics de Boston, para su estrella Jayson Tatum y para el equipo que acababa de lograr una hazaña que alguna vez se consideró impensable: barrer a los Nets en cuatro juegos en la primera ronda de la postemporada. El superequipo de los Nets al que se enfrentaron los Celtics, construido alrededor de Irving y Durant para ganar un campeonato en junio, no había llegado ni siquiera a mayo.
Fue una manera deprimente de culminar una temporada que comenzó con enormes expectativas en octubre. Los Nets tenían a tres de los mejores jugadores del planeta, un elenco de personajes que era la versión de la NBA de “La gran estafa”. Los ejecutivos de los equipos de toda la liga les temían. De hecho, en una encuesta de pretemporada realizada por NBA.com, el 72 por ciento de los gerentes generales de la liga predijeron que los Nets ganarían el título. Los Lakers de Los Ángeles quedaron en el segundo lugar, con el 17 por ciento de los votos, lo que dejó en evidencia que nadie tenía mucha idea de nada: los Lakers ni siquiera lograron clasificar a la postemporada.
Sin embargo, cuando comenzó la temporada, rondaba una gran pregunta: ¿qué podría evitar que estos dos equipos se encontraran en las finales de la NBA? ¿Quién más sino LeBron James podría evitar que Durant les entregara a los Nets su primer campeonato de la NBA? ¿Y quién además de Durant podría impedir la marcha de James hacia a un quinto campeonato?
Al final, muchas cosas se interpondrían en sus caminos.
Los Nets y los Lakers fracasaron —de manera espectacular— en la creación de superequipos exitosos, aunque los fracasos tuvieron orígenes distintos. Para los Nets, fue una mezcla de lo absurdo: una estrella que se negó a vacunarse contra el coronavirus, otra que quiso irse tras haber forzado su llegada meses antes y una estrella de remplazo que ni siquiera se presentó al juego de la eliminación.
Para los Lakers, fue puro Hollywood: un exseleccionado para el Juego de las Estrellas veterano que quería el balón para sí mismo cuando su entrenador quería que lo compartiera; un grupo de jugadores en su ocaso buscando una última victoria; la superestrella que intentó echarse el equipo al hombro, pero que fue incapaz de hacerlo como lo había hecho tantas veces en el pasado. Los jóvenes adversarios se rieron de ellos, abiertamente, y se deleitaron en precipitar su fracaso.
En Brooklyn, hubo problemas desde el principio. Irving se negó a vacunarse contra el coronavirus. Y debido a las ordenanzas de la ciudad de Nueva York que les exigían a la mayoría de las personas estar al menos parcialmente vacunadas para poder ingresar a instalaciones tales como estadios deportivos, los Nets le dieron a Irving un ultimátum: vacúnate o quédate en casa. Irving decidió quedarse en casa. La temporada comenzó sin él.
Para mediados de diciembre, los Nets cedieron y permitieron que Irving volviera a unirse al equipo como un empleado de medio tiempo para la mayoría de los partidos como visitante. En un giro inesperado, terminaron necesitándolo, dijeron, debido al propio coronavirus: siete de sus jugadores habían sido descartados para un juego con los Magic de Orlando porque habían ingresado a los protocolos de salud y seguridad por COVID-19 de la NBA, lo que dejó al equipo con muchas carencias. Los Nets también habían perdido a Joe Harris, uno de sus mejores tiradores de tres puntos, debido a una lesión en el tobillo.
Apenas unas semanas después del comienzo de la temporada, el superequipo de los Nets comenzaba a desmoronarse. Los equipos más jóvenes no se inmutaban ante ellos. Tampoco ayudó mucho el hecho de que James Harden estuviera pasando por una de sus peores temporadas en la NBA. Sin embargo, aún aprovechaba sus oportunidades… para atacar a Irving. En una ocasión, Harden le dijo a un grupo de periodistas que él mismo vacunaría a Irving, lo que reveló un atisbo de su frustración. Con un Harden cada vez más descontento, los Nets decidieron pasar la página y enviarlo a los Sixers de Filadelfia en febrero a cambio de un paquete que incluía a Simmons, Seth Curry, Andre Drummond y algunas selecciones del draft.
Fue un final drástico para el experimento de superequipo de los Nets, que demostró lo complicado que puede llegar a ser ensamblar una plantilla comprando estrellas de otros sitios: no puedes simplemente juntarlos y esperar que eso funcione, sin importar cuán asombrosos sean sus talentos individuales.
Sin embargo, en medio de las ruinas del intercambio de mitad de temporada de los Nets, surgió un nuevo superequipo, uno que se suponía incluiría a Simmons, un tres veces seleccionado para el Juego de las Estrellas y número 1 del draft en 2016. El problema fue que Simmons llegó con una espalda testaruda y autoproclamados problemas de salud mental. No podía practicar y mucho menos salir a la cancha a jugar.
El equipo siguió recibiendo golpes. Durant se perdió 21 juegos gracias a un esguince de rodilla. Los Nets entraron en una racha perdedora, lo que los hizo descender rápidamente en la clasificación de la Conferencia Este. El equipo trató de reforzar su perímetro firmando a Goran Dragic, pero después dio positivo por COVID-19. La ciudad de Nueva York al final eliminó sus ordenanzas de vacunación, lo que permitió que Irving pudiera jugar en los partidos en casa. Sin embargo, eso le dejó a los Nets muy poco tiempo para desarrollar química para la postemporada.
Incluso entonces tuvieron que luchar por un puesto en la postemporada.
“Ojalá hubiéramos tenido más continuidad como grupo, pero así es la liga, todos los equipos pasan por eso”, dijo Durant esta semana. “Muchas cosas a lo largo de una temporada deben salir bien para que seas un buen equipo y muchas cosas no salieron como queríamos”.
Para los Nets, tener que pasar por el torneo “play-in” para clasificar a la postemporada fue una pequeña catástrofe. Lo que le pasó a los Lakers fue peor.
Todo el equipo se vacunó antes del comienzo de la temporada para evitar el tipo de disrupciones que experimentaron los Nets, pero, entonces, surgieron otros impedimentos. Las lesiones de James y Anthony Davis, ocho veces seleccionado al Juego de las Estrellas, entorpecieron la continuidad. Un brote de coronavirus en diciembre hizo que la plantilla cambiara constantemente. Lo peor de todo es que las combinaciones en la cancha no funcionaron.
Gran parte de eso se debió a Russell Westbrook, a quien los Lakers habían obtenido en un intercambio el verano pasado, esperando que fuera una tercera superestrella junto a James y Davis.
De las tres estrellas de los Lakers, Westbrook, de 33 años, fue la que estuvo más disponible, pero también fue la menos efectiva.
Para mitad de temporada, quedó claro que Westbrook no iba brindar el nivel de juego de superestrella que lo impulsó a ganar el Premio al Jugador Más Valioso de la liga en 2017 con Oklahoma City (este año no hubo cánticos de “M-V-P”). Los adversarios comenzaron a burlarse de sus tiros y balones al aire. Se sentía incómodo con una ofensiva que no le daba prioridad. Los Lakers esperaban que Westbrook pudiera ayudar a estabilizar el equipo cuando James no estuviera en la cancha, pero no funcionó.
Debido a la acumulación de derrotas y al hecho de que nada cambiaba, la tensión creció.
Cuando James elogió a los ejecutivos de otros equipos en febrero, algunos se preguntaron si esos cumplidos buscaban marcar un contraste con Rob Pelinka, vicepresidente y gerente general de los Lakers. James también le dijo a The Athletic que no le había cerrado la puerta a la posibilidad de regresar algún día a los Cavaliers de Cleveland.
La semana siguiente, Rich Paul, el agente y socio comercial de James, se reunió con Pelinka y Jeanie Buss, la propietaria del equipo, para asegurarles que James quería ser parte de Lakers a largo plazo.
La franquicia valora desde hace mucho tiempo a los jugadores estrella y ha ganado campeonatos con regularidad. Magic Johnson se convirtió en amigo de toda la vida de Buss luego de que su padre compró al equipo en 1979. Kobe Bryant pasó toda su carrera con los Lakers, en la que ganó cinco campeonatos: tres con Shaquille O’Neal y dos con Pau Gasol. El equipo le dio prioridad a darle una despedida destacada en su última temporada en lugar de desarrollar a sus jugadores jóvenes.
Una eliminación en primera ronda en 2021 condujo al intercambio con Washington por Westbrook. Los Lakers pensaron que ese movimiento los ayudaría a ganar el campeonato número 18 de la franquicia. No fue así.
Los Nets también tenían ambiciones de conseguir el título esta temporada y todavía tenían esperanzas de poder cuajar en la postemporada. Pero los Celtics los esperaban en la primera ronda, con un arsenal de estrellas canteranas. Boston los habían seleccionado en el draft a casi todos, incluidos Tatum y Jaylen Brown, sus mejores jugadores, y Marcus Smart, el jugador defensivo del año de la NBA. Por supuesto, los Celtics no se habían opuesto en el pasado a adquirir jugadores de renombre: en 2017, hicieron un intercambio por Irving. Pero tras dos temporadas decepcionantes y repletas de drama en Boston, Irving se escapó a Brooklyn.
Y allí estaba Irving el lunes 25 de abril, prometiendo que Brooklyn era el lugar donde quería estar: “Estoy aquí con Kev”, sentenció, para “gestionar esta franquicia juntos”, con la gerencia del equipo.
Se unieron en principio para ganar campeonatos y hasta ahora no lo han logrado. Sin embargo, los sueños detrás de la creación de superequipos siguen invictos —recordemos que los Lakers y los Nets ya lo habían intentado antes—, incluso cuando los propios superequipos a veces no cumplen las expectativas.
Irving agregó: “He sido reconocido por mi grandeza, pero en este punto de mi vida solo quiero formar parte de un gran equipo”.