El verbo define las acciones que dice o sucede con el sujeto de la oración. Es la parte más importante de la oración y que debemos emplear de la manera más exacta posible.
Si Ud. abre un periódico (impreso o digital) o un libro académico, quizás se tropiece con un gerundio de posterioridad, sí de esos que se emplean para unir varias oraciones. Esta forma de redacción forma parte del esquema mental lingüístico que se han formado los usuarios, el cual se va acrecentando en el mundo hispanohablante cada día más, y no hay manera de evitarlo porque la gente que escribe no quiere detenerse a pensar un poco. Y, poco a poco, harán que desaparezca el verbo.
¿Quién los está apresurando? Nadie, solo deben meterle un poco de mente a lo que quieren decir y corregir esos gerundios horribles por verbos. ¿Será que es más elegante usar esas afectaciones lingüísticas en vez de un punto seguido o un verbo para expresar de forma rápida lo que se quiere decir, porque no hacerlo atrasaría la producción de las ideas?
Todavía no se puede explicar por qué algunos hispanohablantes insisten en emplear este aditamento sin tomar en cuenta qué significados aporta al contexto. Y esto se manifiesta en los textos en los que, se supone, los usuarios debían guardar respeto a las normas gramaticales.
Una fórmula para evitar el empleo del gerundio de posterioridad es urtilizar un verbo o usar un punto seguido: “Hace algunos días, la Universidad de Harvard dio a conocer los resultados de un nuevo estudio sobre el significado de los sueños, uno de los temas que ha interesado a los seres humanos y representa casi un misterio a través de todas las épocas de la historia de la humanidad, convirtiéndose de este modo en blanco de varias teorías y suposiciones”. (El Comercio, Quito, domingo 17 de abril de 2022).
El gerundio solo sirve de nexo y debió utilizarse un punto seguido para expresar la idea con más claridad: “Se ha convertido, de ese modo, en blanco de varias teorías y suposiciones”. La corrección es sencilla y se debe pensar con claridad para lograr un mejor estilo.
El ejemplo anterior es solo uno de los millones de casos que encontramos a diario en el mundo hispanohablante, en el cual los usuarios del idioma español han olvidado que el verbo es el alma de la oración, que sin él cualquier conjunto de palabras carece de sentido
Y este consejo va en especial para todos los que hoy forman parte del quehacer periodístico, porque el periodista debería controlar la norma léxica y gramatical, pues podría estar formando o deformando lingüísticamente a cualquier persona que confía en sus escritos, de acuerdo con el periodista español Fernando Díez Lozada en su obra Lenguaje y Periodismo (1996).
También, como se ha expresado en muchas ocasiones, no se debe olvidar que el periodista forma parte de un grupo selecto de literatos, cuya producción es como una especie de “jurisprudencia” lingüística, un elemento vivo y palpitante que alienta y anima la fría normativa gramatical, y que de allí se deriva su responsabilidad frente al idioma y la necesidad de una óptima formación en este campo, señala Díez Lozada.
El verbo define las acciones que dice o sucede con el sujeto de la oración. Es la parte más importante de la oración y que debemos emplear de la manera más exacta posible. Todos los verbos indican acciones o estados que suceden en un tiempo determinado, también lo que hace o piensa alguien o lo que sucede cuando ocurren accidentes o fenómenos naturales y otros sucesos de la vida diaria u otros sucesos.
Según se redacta actualmente en los diarios, en la televisión y la radio, locales y extranjeros, el presente y el pasado simple del modo verbal subjuntivo ha sustituido el presente del indicativo.
Redundar en este tema quizás no surta el efecto deseado para que los hispanohablantes encuentren fórmulas más eficaces de corrección de los errores lingüísticos que solo ellos pueden lograr si comienzan a leer libros académicos sobre el idioma. Otro consejo es que permitan que una persona versada en el idioma, o un corrector de estilo, revise sus escritos. No está de más contratar a un corrector de estilo para que les ofrezcan a los lectores un trabajo más acabado y exento de incongruencias.
Seguirán cometiendo desastres lingüísticos si no contratan un corrector de estilo, porque el corrector de la computadora no sabe de gramática ni semántica. Los correctores también necesitan trabajar. ¿Para qué los educan en las universidades?