Hace poco, los ataques rusos convulsionaron la capital ucraniana; la semana pasada varios misiles impactaron la ciudad y luego el lunes Kiev fue atacada con drones, los cuales dejaron un saldo hasta el momento de cuatro personas muertas.
El impacto de un misil ruso dejó un enorme hoyo en una intersección importante del centro de Kiev, Ucrania. Sin embargo, tan solo unos días después, decenas de obreros esparcieron asfalto caliente para parchar el hueco. En un parque infantil cercano, donde había unos columpios antes del impacto de otro misil, los niños jugaban bajo el sol a echar carreras de arriba abajo en los bordes empinados del cráter que dejó la explosión.
Hace poco, los ataques rusos convulsionaron la capital ucraniana; la semana pasada varios misiles impactaron la ciudad y luego el lunes Kiev fue atacada con drones, los cuales dejaron un saldo hasta el momento de cuatro personas muertas.
La reanudación de los ataques sin duda ha provocado miedo. No obstante, también han instilado un sentimiento de resiliencia y rebeldía, una idea de que Kiev debe seguir yendo hacia adelante. En efecto, la mañana del lunes, cuando por fin dejaron de sonar las sirenas que advierten sobre bombardeos aéreos, muchas personas salieron de los refugios subterráneos y se fueron al trabajo.
“El enemigo puede atacar nuestras ciudades, pero no logrará quebrarnos”, mencionó en un comunicado del lunes el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski.
Incluso mientras los trabajadores de salvamento buscaban entre los escombros, los residentes hablaban de enojo y determinación.
“El resultado de esto es la unidad”, opinó Yuliia Oleksandrivna, de 86 años, una profesora retirada que vive cerca de un edificio residencial que colapsó de manera parcial el lunes. “Todos estamos juntos en esto”, agregó mientras observaba el daño.
Otras ciudades ucranianas han tenido que soportar ataques repetidos de las fuerzas rusas durante mucho tiempo. Después de estar bajo sitio al inicio de la guerra, Kiev en esencia tomó un respiro. No obstante, ahora las sirenas contra bombardeos aéreos y los ataques con misiles también regresaron a Kiev.
Estos últimos ataques han dejado cicatrices duraderas. Y algunas cosas son imposibles de reparar.
Oksana Leontieva, una doctora de 36 años radicada en Kiev, fue asesinada de camino al trabajo el lunes pasado, cuando la explosión causada por un misil impactó su auto. Sin embargo, tan solo unos días después, la intersección impactada por el misil mostraba pocas señales de la devastación, el horror disfrazado con pavimento fresco.
Leontieva fue una de decenas de personas que perdieron la vida en todo el país la última semana mientras los ataques con misiles y drones caían del cielo en ciudades alejadas del frente de batalla. Y para la persona que cuenta a sus seres queridos entre las bajas de guerra, reparar una calle o volver a encender las luces hace poco por aliviar el dolor.
El viernes, en el funeral de Leontieva, su padrino, Oleksandr Ivanov, de 70 años, comentó que le costaba entender cómo pudo enfrentar tanta violencia de camino al trabajo.
“Mi mente simplemente no lo puede procesar”, comentó Ivanov mientras sollozaba. “Es un trauma terrible y triste que nos impactó a todos cuando no estábamos preparados”.
Ivanov sirvió en el Ejército junto al padre de Leontieva en la Unión Soviética.
“Estábamos en el Ejército y ahora nuestros hijos están muriendo”, comentó Ivanov. “En este momento, estas dos naciones que alguna vez fueron hermanas están peleando. La política nos ha dado esto”.
El viernes, quienes lloraban a Leontieva sostenían velas envueltas en pañuelos bordados tradicionales que atrapaban la cera amarilla mientras goteaba. Sus amigos hicieron una fila para pasar frente a su sepultura y pusieron las manos en el ataúd de madera lustrosa. Los sepultureros amontonaron la tierra limosa blanca y colocaron crisantemos sobre la tumba.
Entre los asistentes estuvieron doctores y trabajadores del sector salud, quienes presentaron sus respetos a una de los suyos. Leontieva, que se especializaba en tratar a niños con cáncer, acababa de dejar a su hijo de 5 años en la escuela y estaba de camino al hospital cuando su vida fue truncada.
Su hijo, Hrisha, ahora quedó huérfano, pues su padre murió de una hemorragia cerebral el año pasado.
En el funeral, sus colegas la recordaron como una madre y una doctora dedicada que había pasado los primeros cinco meses de la guerra durmiendo en el Hospital Infantil Ohmadyt en el centro de Kiev para cuidar a sus pacientes.
El hospital señaló que era el tercer miembro de su personal en ser asesinado por ataques contra civiles desde que comenzó la guerra. Dos enfermeras murieron en marzo cuando las fuerzas rusas atacaron los suburbios del norte de la ciudad.
Sin embargo, en el hospital, el trabajo nunca se ha detenido. El lunes pasado, incluso mientras los misiles caían sobre la ciudad, niños refugiados en el inmenso sótano recibieron tratamiento para el cáncer y los doctores hicieron revisiones a los bebés prematuros que fueron llevados abajo en incubadoras.
La mayoría de las ventanas rotas que están cerca de los primeros sitios donde hubo explosiones en el centro de Kiev ya estaban cubiertas de plástico o tapiadas con madera para cuando ocurrieron los nuevos ataques una semana más tarde. Los restos retorcidos de las fachadas dañadas se han colocado en pilas prolijas. Y, aunque se han barrido casi todos los fragmentos de vidrio, a veces alguna esquirla diminuta queda en el caucho de los zapatos y se reduce a polvo debajo de los pies, un recordatorio de lo sucedido ahí.
El domingo, un grupo de ancianos se reunió a jugar ajedrez en las mesas instaladas en el parque Shevchenko. Liudmyla Hytrovska, de 75 años, quien fue maestra de ucraniano, se sumó a un grupo de mujeres para realizar una de las dos caminatas rápidas en el parque.
“Mi hija vive en Suiza con su familia; podría mudarme allá si quisiera, pero esta es nuestra tierra”, comentó. “Nací aquí y moriré aquí”.
Cerca, unos residentes pasean a sus perros, al lado de un inmenso cráter. Es el lugar donde solían estar los columpios que ahora tiene las cicatrices de la guerra, pero que ya se ha readaptado para jugar.
En un edificio de apartamentos al lado del sitio donde impactó otro ataque aéreo, se retiraron con rapidez del estacionamiento unos autos destruidos y decenas de voluntarios ayudaron a los residentes a barrer el desorden.
Casi todas las ventanas del edificio habían sido destruidas y la puerta principal de metal fue derribada. Yuliia Datsenko, quien vive en el edificio, declaró que su madre quedó lesionada cuando estallaron las ventanas.
“La casa y el auto… son solo cosas materiales”, comentó. “Lo principal es que estamos todos a salvo”. Pero agregó: “Ahora, toda Ucrania tan solo se está enojando más”.