La agilidad con que Türk se adaptó al nuevo cargo hace notar las ventajas prácticas que le da al mismo gracias a que ya era miembro de las Naciones Unidas y estaba familiarizado con la complicada burocracia de la organización.
GINEBRA — Apenas un mes después de asumir el cargo como nuevo director de derechos humanos en las Naciones Unidas, Volker Türk visitó la semana pasada la región sudanesa de Darfur, devastada por la guerra, para reunirse con las víctimas de un conflicto que ha causado el desplazamiento de millones de personas.
Un día después, en la capital, Jartum, dialogó con los generales que se aferraban al poder con ayuda de sus subalternos y aplicaban fuerza letal contra los manifestantes. Les dijo a los generales que Sudán necesitaba una transición a un gobierno civil y “garantizar que los derechos humanos de todas las personas de Sudán sean la fuerza impulsora de este proceso político”.
En el pasado, otros altos comisionados de las Naciones Unidas para los derechos humanos solían pasar unos meses en las oficinas centrales de la división de derechos humanos en Ginebra, a orillas del lago, para familiarizarse con las complejidades del cargo antes de ir a visitar otros países. En cambio, Türk comenzó a organizar su visita a Sudán antes de asumir el cargo oficialmente y planea hacer uno o dos viajes más antes del fin de año. Se dice que quiere realizar una misión en Ucrania.
El 24 de noviembre, la agitación en Irán era la prioridad. En una sesión de emergencia, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas decidió investigar la respuesta de Teherán a protestas en contra del gobierno religioso, una serie de medidas agresivas que han provocado cientos de muertes.
El consejo pidió que se constituya una misión internacional de investigación para examinar la reacción de las autoridades de Irán a las manifestaciones generalizadas en protesta por la muerte en septiembre, en custodia de la policía, de Mahsa Amini, de 22 años, quien fue arrestada por violar la legislación relativa al uso del velo.
En su primera declaración ante el consejo, Türk expresó una aguda crítica de las acciones de las autoridades iraníes, que provocaron 300 muertes, incluidos más de 40 niños, la “asombrosa” cantidad de 14.000 arrestos y la sentencia a muerte de por lo menos seis manifestantes.
“Los viejos métodos y la mentalidad de fortaleza de quienes ostentan el poder sencillamente no funcionan”, comentó. “El cambio es inevitable. Para seguir adelante se requieren reformas significativas”.
La agilidad con que Türk se adaptó al nuevo cargo hace notar las ventajas prácticas que le da al mismo gracias a que ya era miembro de las Naciones Unidas y estaba familiarizado con la complicada burocracia de la organización.
Türk, de 57 años, cuenta con 30 años de experiencia de trabajo en las Naciones Unidas, primero en la agencia para refugiados (con la cual visitó Darfur hace 11 años) y luego, desde hace tres años, como asesor de política (entre otros temas, de derechos humanos) para el secretario general António Guterres en Nueva York.
Sin embargo, el pasado de Türk dentro de la organización ha contribuido a la nada entusiasta respuesta que su nombramiento generó entre las organizaciones internacionales de derechos humanos. En el pasado, el liderazgo de las Naciones Unidas ha seleccionado a antiguos jefes de Estado, juristas eminentes o diplomáticos poderosos para dirigir la división de derechos humanos, famosa por las dificultades que involucra, ya que el puesto requiere la habilidad de negociar con líderes mundiales y, en ocasiones, reprenderlos por sus fallas en relación con los derechos humanos.
Según los críticos, Türk no era una selección adecuada para un cargo tan delicado debido a su experiencia y temperamento. Por si fuera poco, que lo haya designado un secretario general de las Naciones Unidas del que se percibe una falta de fortaleza en el tema de los derechos humanos generó temor de que Guterres haya elegido a un diplomático callado con más probabilidades de compartir la preferencia de su jefe por la diplomacia tras bambalinas antes que desplegar la poderosa arma de la presión pública.
No obstante, las declaraciones constantes de Türk en su primer mes en el puesto han hecho que algunos críticos tengan esperanzas. En su segundo día en el cargo, condenó los ataques aéreos de Etiopía a blancos civiles en Tigré y los calificó como “completamente inaceptables”.
Después de que Elon Musk compró Twitter, Türk dio a conocer una carta abierta en la que le recordaba al multimillonario del sector de tecnología la responsabilidad que tiene esa plataforma “de evitar amplificar contenido que llegue a dañar los derechos de las personas”.
Además, cuando arrancaba la conferencia COP27 sobre el clima en Egipto, Türk provocó la ira del gobierno anfitrión por instarlo a liberar a Alaa Abdel-Fattah, un prisionero político que hace poco estuvo en huelga de hambre, y a otros detenidos “condenados injustamente”.
Se avecinan peores retos.
Una prueba importante para la efectividad de Türk será ver qué hace en respuesta al informe que su predecesora, Michelle Bachelet, dio a conocer solo unos minutos antes de abandonar el cargo sobre la revelación de que China quizá cometió delitos contra la humanidad al reprimir a los uigures y otros musulmanes en la región del lejano occidente Sinkiang.
China le resta importancia al informe porque lo considera una revoltura politizada de mentiras occidentales que las Naciones Unidas no debería haber publicado. Los diplomáticos chinos en Ginebra intentaron desacreditar el informe por la falta de apoyo de la oficina del alto comisionado.
Es posible que a Pekín le parezca decepcionante la reacción de Türk. Dijo que le parece que el documento tiene fundamento en una investigación meticulosa e importante.
“Es un informe de mi oficina y lo respaldo por completo”, afirmó en una entrevista.
“Contiene recomendaciones sólidas, así que me concentraré en encontrar la manera de negociar con las autoridades chinas y buscar medios para implementar esas recomendaciones”.
En un contexto más general, Türk les comentó a algunos periodistas este mes: “Voy a hablar cuando nos parezca que nuestra voz puede marcar alguna diferencia o cuando sea necesario, en especial, para amplificar la voz de las víctimas o sonar alguna alarma”.
El activismo de Türk no es ninguna sorpresa para antiguos colegas que conocen su carrera en la agencia para refugiados de las Naciones Unidas. Después de algunas tareas en campo en el Congo, Kosovo y el sureste asiático, ascendió al cargo de director de protección, el cual algunos describen como derechos humanos en acción.
“Es el tipo de persona que se arremanga las mangas y pone manos a la obra, no es de los que se quedan en la oficina”, opinó Kirsten Young, colega de las Naciones Unidas y amiga que trabajó con Türk en Kosovo y otras áreas. “Gran parte del trabajo en el que ha participado salvó vidas”.
Ahora, entre sus ambiciones en el cargo de alto comisionado se encuentra construir una presencia mucho más firme de la división de derechos humanos de las Naciones Unidas en el campo y recaudar mucho más dinero para una oficina que no cuenta con fondos suficientes para cubrir las exigencias que enfrenta.
El “mayor reto” que vislumbra Türk es reavivar un consenso global que reconozca los derechos humanos como universales y centrales para abordar los temas más recientes de nuestros días, como la guerra en Ucrania y el cambio climático. Se opone a la “noción equivocada” de que la Declaración Universal de Derechos Humanos, la piedra angular de los mecanismos de protección internacional para los derechos humanos adoptada desde la Segunda Guerra Mundial, es una mescolanza de valores occidentales.
En su opinión, los derechos humanos “no pueden ser los daños colaterales de la geopolítica y la división”.