La gente que ha soportado los horrores de la guerra suele encontrar un gran consuelo en la rutina. No obstante, ahora muchos han perdido sus trabajos y dependen de los hongos para ganar dinero y conservar alimentos para el invierno.
ZDVYZHIVKA, Ucrania — En lo profundo de un bosque de pinos al norte de Kiev, la capital ucraniana, un hongo hermoso calentaba su sombrero café debajo del suave sol otoñal: una escena casi irresistible para los buscadores de hongos de Ucrania.
Sin embargo, alrededor había peligro. En el suelo musgoso del bosque, había una línea de trincheras seguidas, una detrás de otra, que dejó la batalla por Kiev del invierno pasado, así como innumerables minas y proyectiles sin detonar. Tras sopesar entre el riesgo de las minas y el atractivo de sus trofeos, en la primera temporada de hongos desde la invasión rusa, miles de ucranianos salieron a buscarlos.
Ahora, se encuentran en la fase de la temporada posterior a la recolección, en la cual cuentan su botín y se preparan para conservarlo durante el duro invierno que se avecina. El riesgo puede parecer extremo para un pasatiempo que durante mucho tiempo se consideró pastoral, pero los buscadores de hongos ucranianos lo ven de otra manera. A ellos les apasionan sus tranquilos paseos por el bosque y ven en estos una señal de la resiliencia de Ucrania y un modo de conservar una vida normal en tiempos de guerra.
“Quería volver a tener una vida pacífica”, opinó Dmytro Poyedynok, profesor de yoga de 52 años que vive en el suburbio de Bucha, en Kiev, quien salió a buscar hongos un día de finales del otoño.
Poyedynok mencionó que, para él, estas excursiones para encontrar hongos son “simbólicas, pues se trata de una búsqueda pacífica” en un bosque que ha sido testigo de tanta violencia. En los claros y las praderas, se oxidan los tanques destruidos por las explosiones. Este otoño, mientras buscaba hongos, Poyedynok tropezó con la tumba improvisada de un niño.
La gente que ha soportado los horrores de la guerra suele encontrar un gran consuelo en la rutina. No obstante, ahora muchos han perdido sus trabajos y dependen de los hongos para ganar dinero y conservar alimentos para el invierno.
Los buscadores de hongos tal vez perdieron a sus seres queridos, pero no estaban dispuestos a perder los destellos de sus vidas anteriores que encontraban en los brumosos y húmedos bosques otoñales.
Ahora que la guerra está llegando al décimo mes, el gobierno y el pueblo de Ucrania mantienen su rebeldía, aunque la electricidad parpadee, las llaves del agua se sequen y la temperatura en los apartamentos ronde la congelación por falta de calefacción, pues los misiles rusos atacan objetivos de infraestructura.
Los ucranianos, muchos de los cuales tienen una segunda casa en poblados y sienten apego por el campo, aunque vivan en pueblos o ciudades, dijeron que no se arrodillarían ante nadie… pero que lo harían para recoger papas o fotografiar hongos.
Así que Poyedynok se adentró con su bicicleta y unas bolsas de plástico en los bosques de pinos que rodean Bucha, algo que ha hecho toda su vida.
Poyedynok vivió la ocupación de Bucha, un mes de terror en el que los soldados rusos les disparaban a civiles y dejaban sus cuerpos en las calles. Mencionó que su tío fue asesinado y que a él lo detuvieron y amenazaron con ejecutarlo.
Los bosques de las zonas que estuvieron ocupadas siguen teniendo una enorme cantidad de minas. Estas y la artillería que no ha detonado cubren miles de kilómetros cuadrados de terreno ucraniano, según el ministro del Interior, Denis Monastyrsky.
El gobierno ucraniano le rogó a la gente que no recogiera hongos y la agencia gubernamental de recursos forestales impuso restricciones formales a los paseos por los bosques de nueve provincias de Ucrania, incluida la región de los alrededores de Kiev a la que va Poyedynok.
Sin embargo, según los especialistas, se necesitará al menos una década para desminar los bosques, y muchos ucranianos no estaban listos para esperar tanto tiempo antes de regresar a su pasatiempo favorito.
Desde las nueve provincias en las que se prohibió caminar por el bosque, es común escuchar noticias sobre buscadores de hongos que pisan minas. Las cifras no son muy elevadas para una guerra en la que se cree que han muerto decenas de miles de personas: según las autoridades locales, de tres a cuatro personas por región pisaron minas mientras buscaban hongos, lo cual les causó la muerte o la pérdida de las piernas.
“En general, la gente tiene cuidado, pero no toda”, comentó Viktoria Ruban, vocera del servicio de emergencias de la provincia de Kiev, el cual ha respondido a llamadas relacionadas con buscadores de hongos que pisan minas.
Poyedynok solía impartir clases de yoga repletas de alumnos, pero solo unos pocos de ellos se han quedado en Ucrania. Debido a que el dinero que puede ganar por dar clases ha disminuido de manera dramática, los hongos le han ayudado, como lo han hecho con tanta frecuencia en épocas de hambre o sufrimiento en Ucrania.
Poyedynok dijo que fue capaz de recoger 250 kilos de hongos. Su familia conservó una gran parte del botín para el invierno y repartió muchos entre amigos y familiares. También empezaron a venderlos.
Algunos de los compradores son recolectores de hongos que añoran las sensaciones del pasatiempo, pero son demasiado precavidos como para adentrarse en los bosques.
“Las personas que siempre van a recoger hongos, pero ahora tienen miedo de hacerlo empezaron a acudir a nosotros solo para oler los hongos, para mirarlos y con el tiempo empezaron a comprarlos”, comentó la esposa de Poyedynok, Yana Poyedynok.
En un bosque de las afueras de Izium, una ciudad de Járkov, unos investigadores encontraron cientos de tumbas con civiles y una fosa común en la que al parecer había soldados ucranianos enterrados, según las autoridades.
Al lado de este bosque vive Raisa Derevianko, de 65 años. En septiembre, Derevianko observó desde una banca afuera de su casa cómo se exhumaron los restos humanos. Ahora, puede ver los trabajos de desminado.
La temporada de hongos llegó y se fue, pero Derevianko nunca entró en el bosque.
“Todo eso es espantoso”, opinó Derevianko para referirse a las fosas comunes. “Pero lo que más quiero es que terminen de limpiar mi bosque. Extraño mucho los hongos”.