El 1 de diciembre, un tribunal federal de apelaciones desestimó una demanda de Trump que, durante casi tres meses, había frenado la investigación sobre si guardaba ilegalmente registros de seguridad nacional en Mar-a-Lago.
El anuncio inusualmente anticipado de Donald Trump de una tercera campaña presidencial tenía el propósito, en parte, de preparar el terreno republicano para 2024, pero sus primeras tres semanas como candidato socavaron ese objetivo, pusieron de manifiesto sus vulnerabilidades y le dieron bastante tela de donde cortar a quienes dentro del Partido Republicano argumentan que hay que pasar la página del capítulo Trump.
Desde que Trump surgió de las elecciones de noviembre con una serie de derrotas humillantes como muestra de sus pretensiones de ser un rey midas de las elecciones de medio mandato, ha recibido a un importante supremacista blanco y a una celebridad antisemita en su mansión del sur de Florida.
También sugirió acabar con la Constitución —esa que un presidente jura hacer cumplir, proteger y defender— para sustentar su larga mentira de que le robaron las elecciones de 2020.
Su empresa acaba de ser declarada culpable de 17 cargos en un caso de fraude fiscal en la Ciudad de Nueva York.
Y el candidato que había elegido para el senado en Georgia —Herschel Walker, la estrella del fútbol americano a la que Trump empleó en una breve etapa como propietario de un equipo de fútbol profesional en la década de 1980— fue derrotado la noche del martes tras una campaña que será recordada como una cadena de escándalos y heridas autoinfligidas.
Prolongando su racha de autosabotaje, Trump pasó la noche del martes con otro personaje de los márgenes, posando en fotos con los pulgares arriba en Mar-a-Lago, su club de Florida, con un adepto de las teorías de la conspiración QAnon y “Pizzagate”, informó ABC News.
Para Trump, las derrotas y las vergüenzas se acumulan con rapidez y agravan preocupaciones añejas entre sus colegas republicanos de que su victoria en 2016 quizá haya sido una aberración y su insistencia en regresar podría hundir las esperanzas del partido de regresar a la Casa Blanca en 2024.
“Sé que mucha gente en nuestro partido ama al expresidente”, dijo el miércoles en el Capitolio el senador republicano de Utah Mitt Romney, en respuesta a la derrota de Walker. “Pero, por decirlo de algún modo, él es el beso de Judas para alguien que quiere ganar unas elecciones generales. Y en algún momento, tenemos que seguir adelante y buscar nuevos líderes que nos lleven a ganar”.
Todavía es demasiado pronto para sopesar los efectos a largo plazo de la actual racha de derrotas y denuncias en la más reciente contienda de Trump a la candidatura presidencial, sobre todo, teniendo en cuenta su largo historial de sortear polémicas.
Su ascenso reflejó, y aceleró, el ascenso del ala derecha del Partido Republicano y, teniendo en cuenta que todavía tiene el apoyo férreo de una cuarta parte o más del Partido Republicano, sigue siendo un claro favorito en las encuestas de posibles aspirantes a la candidatura presidencial republicana. Lo que no está claro es si sea capaz de repetir su atractivo para la coalición mucho más amplia que le dio una inesperada victoria en 2016.
Ha sido un comienzo poco propicio para Trump, que ahora ha llevado a los republicanos a la derrota o a la decepción en tres ciclos electorales consecutivos.
Ignorando a la mayoría de sus asesores, Trump decidió anunciar su campaña una semana después de las elecciones de medio mandato, contando con que los republicanos tendrían resultados contundentes. En cambio, el Partido Republicano apenas logró hacerse con la Cámara de Representantes y no logró hacer lo mismo con el Senado, lo cual motivó a muchos en el partido a echarle la culpa a Trump por respaldar a candidatos fallidos y presionarlos para que aceptaran sus mentiras sobre las elecciones del 2020.
“Si hubiéramos tomado el control del Senado y la Cámara por una buena mayoría en lugar de un margen estrecho, entonces eso habría preparado el terreno para que Trump obtuviera la nominación y resultara candidato enseguida”, dijo Lori Klein Corbin, miembro del Comité Nacional Republicano de Arizona. “Ahora, simplemente no lo sabemos”.
Trump no ha celebrado eventos de campaña desde que anunció que estaba en la contienda, todavía tiene que nombrar a personas para puestos clave de la campaña y no ha establecido una sede de campaña. Se ha mantenido casi todo el tiempo en Mar-a-Lago y solo ha participado a distancia en unos cuantos actos públicos, como un mitin de Walker en Georgia en el que estuvo presente mediante una llamada telefónica.
No obstante, Trump sí encontró tiempo para cenar el 22 de noviembre con Kanye West, ahora conocido como Ye, el rapero cuya aprobación Trump buscó varias veces cuando era presidente y quien ahora ha sido muy criticado por una serie de comentarios antisemitas, así como con el supremacista blanco Nick Fuentes, conocido por su racismo y por negar el Holocausto (y cuando su antiguo embajador en Israel, David M. Friedman, estuvo entre los que le reprocharon esos actos, Trump respondió con una queja en privado de que Friedman había mostrado deslealtad).
En una declaración, Steven Cheung, uno de los principales asesores de comunicación de Trump, desestimó las preguntas sobre el inicio de la campaña y dijo que Trump era “la fuerza única y más dominante de la política” e insistió en que todo iba según lo previsto.
“Estamos centrados en desarrollar la operación y sentar las bases para llevar a cabo una campaña abrumadora como nunca se ha visto antes”, afirmó Cheung. “Estamos construyendo equipos en los estados de votación anticipada y asegurándonos de que estamos posicionados para ganar en todos los niveles”.
La racha perdedora de Trump incluye serios reveses legales.
Su esfuerzo de cuatro años para impedir que los demócratas del Congreso obtuvieran sus declaraciones de impuestos terminó en derrota en la Corte Suprema y la Comisión de Medios y Arbitrios de la Cámara de Representantes dijo el 30 de noviembre que había obtenido acceso a sus declaraciones de los últimos seis años.
El 1 de diciembre, un tribunal federal de apelaciones desestimó una demanda de Trump que, durante casi tres meses, había frenado la investigación sobre si guardaba ilegalmente registros de seguridad nacional en Mar-a-Lago.
El martes, en Nueva York, un jurado emitió veredictos de culpabilidad contra la empresa familiar de Trump por los 17 cargos relacionados con un esquema de fraude fiscal, detallando lo que los fiscales denominaron una “cultura de fraude y engaño” en la empresa que lleva su nombre.
La derrota de Walker el martes por la noche en su segunda vuelta contra el senador demócrata Raphael Warnock, supuso el golpe final que coronó el miserable año de Trump como mente maestra de la política.
De manera más extensa, las terribles, espantosas, nada buenas y muy malas tres semanas de Trump parecen haber puesto en duda si su aparente impermeabilidad a las reglas normales de la gravedad política podrían haber desaparecido por fin.
“La gente ve lo que ha estado sucediendo y lo interpretará como debilidad y como una oportunidad para desafiar al presidente Trump”, comentó Michael Barnett, presidente republicano en el condado de Palm Beach, Florida. “No creo que su influencia haya caído tanto, si acaso lo hizo, pero va a tener opositores”.