DeSantis sería malo… pero no peor que Trump.
Según varias encuestas tempranas, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, tiene buenas probabilidades de vencer al expresidente Donald Trump en la contienda para ganar la nominación presidencial de los republicanos en 2024. Algunos liberales han dicho que son terribles noticias porque, en su opinión, tener a DeSantis en la presidencia sería igual de malo, o quizá incluso peor, que un segundo mandato de Trump.
Están equivocados. La presidencia de DeSantis sería mala en muchos aspectos, y mis colegas liberales deben luchar con todo lo que puedan para evitar que suceda. Pero es casi seguro que DeSantis no sería peor que Trump.
Exagerar el peligro del gobernador de Florida podría, inintencionadamente, elevar las probabilidades de Trump en las primarias republicanas. Y si DeSantis llega a obtener la nominación, una reacción progresista exagerada hacia él en la contienda de las primarias podría llegar a socavar los motivos por los que no es la mejor opción en las elecciones generales.
El problema de DeSantis está arraigado en sus compromisos de política. Durante el tiempo que ha fungido como la principal autoridad de Florida, ha gobernado con una ideología de extrema derecha y ha adoptado una postura agresiva contra el derecho al voto, ha politizado casos judiciales, ha impuesto restricciones a lo que puede enseñarse en las escuelas públicas y universidades, les ha aplicado mano dura a las empresas privadas, ha utilizado a los refugiados como utilería humana para ganarse puntos políticos y ha practicado una flagrante demagogia en cuanto a las vacunas.
Antes de eso, en sus épocas de congresista, apoyó recortes al Seguro Social y Medicare y votó a favor de un proyecto de ley que habría debilitado tremendamente a Obamacare. Todos estos motivos son suficientes para unir fuerzas en su contra si resulta designado a la candidatura republicana en 2024.
Pero ninguno de esos puntos muestra que DeSantis sea peor que Trump, quien también hizo varias cosas malas e intentó concretar otras durante su presidencia: prohibió que los musulmanes viajaran a Estados Unidos y separó por la fuerza a los inmigrantes de sus hijos, entre otras muchas cosas.
¿La era de Trump podría haber sido peor? Por supuesto, y por eso los liberales tienen razón cuando dan a entender que la capacidad de Trump de sembrar el caos se vio limitada por su ineptitud. Con base en lo que he visto del desempeño de DeSantis en su carácter de gobernador de Florida, una administración de DeSantis quizá mostraría mucho más disciplina y competencia de la que el país tuvo durante la presidencia de Trump.
Sin embargo, también es cierto que las personas que rodean a Trump reconocen este problema y planean encargarse de que todo sea diferente la próxima vez. Su plan incluye ideas como apoyar acciones más decididas en cuanto a política pública y un manejo mucho más estrecho y más enfocado del presidente, con el propósito de dirigir una administración capaz de actuar con mucho más astucia y firmeza que la última vez.
Así que digamos que tanto Trump como DeSantis intentarían hacer algo malo de asumir la presidencia. Trump todavía pone en la mesa algo distintivo y mucho más peligroso (o, más bien, varias cosas singulares y peligrosas). Es un corrupto descarado. Miente sin cesar. Es impulsivo y caprichoso. Por si fuera poco, exhibe una sed de poder combinada con total indiferencia por las leyes y normas democráticas que constriñen el poder presidencial.
Para sintetizar esta lista de defectos personales, podríamos decir que Trump, debido a su temperamento, no es apto para ser presidente. Esto se hizo evidente para muchos de nosotros antes de su sorpresiva victoria en 2016. Quedó confirmado a diario (y, en ocasiones, a cada hora) a lo largo de su mandato. Y se tornó indiscutible cuando se negó a aceptar los resultados de las elecciones de 2020 y contribuyó a incitar acciones para perturbar la pacífica transición del poder.
Por todo lo anterior, Trump es categóricamente más peligroso que cualquier otro candidato o posible candidato a la presidencia en 2024… incluido DeSantis.
Quienes sugieren que DeSantis sería peor que Trump por lo regular argumentan también que Trump era muy impopular y les resultaba totalmente repulsivo a muchos, mientras que DeSantis ha demostrado ser capaz de ganarse a los votantes convencionales en su estado natal. Por esta razón, DeSantis podría ser un candidato y presidente más popular de lo que fue o podría llegar a ser Trump. Ese hecho podría empoderar a DeSantis a aplicar cambios de política pública más amplios de ser electo.
Tampoco es la única causa de preocupación. La falta de popularidad de Trump lo hizo más peligroso, porque causó que su gobierno pareciera ilegítimo. Fue un presidente con los votos en contra (Hillary Clinton le ganó por 2,9 millones de votos en 2016 y padeció estadísticas de aprobación muy bajas) que de cualquier manera ejerció presión para poner en marcha cambios extremos en la política pública. Por eso, los años de Trump fueron de lo más polarizantes e inestables.
Es posible invalidar las políticas. Es mucho más difícil remendar una urdimbre cívica triturada.
Los liberales desde hace mucho tiempo le han dado publicidad a los temores en torno a los candidatos presidenciales republicanos, desde el anuncio de la “margarita” de Lyndon Johnson (sobre Barry Goldwater y una posible amenaza de guerra nuclear) hasta, en algunos casos, advertencias trastornadas sobre distintas amenazas funestas de John McCain en 2008 y Mitt Romney en 2012.
Escuchamos cosas igual de terribles sobre Donald Trump en 2016… pero esta vez, eran verdad. Como ocurrió en la historia de Pedro y el lobo, a fin de cuentas, apareció un lobo real.
Es de suma importancia que los liberales presenten razones convincentes para rechazar a DeSantis sin caer en exageraciones que socaven su propia credibilidad, en particular con electores influenciables. La táctica más efectiva será reunir pruebas específicas de los defectos del candidato que llegue a las elecciones generales.
Recordemos los hechos: DeSantis es un pendenciero listo y dispuesto a pisotear la libertad de expresión, el derecho a voto y la decencia común para ganarse el aplauso de la base republicana y así poder convertirse en presidente y convertir en realidad el sueño del Partido Republicano de deshacerse de la red social de seguridad a cambio de recortes fiscales que beneficien a donadores de derecha de la clase adinerada.
No es necesario hacer correr el rumor nada convincente de que la presidencia de DeSantis sería todavía peor que otros cuatro años de Trump, rumor que incluso podría socavar el argumento liberal.
Solo decir que DeSantis es malo ya es bueno.
Este artículo apareció originalmente en The New York Times.