El año pasado, Trump denigró a los candidatos republicanos por centrarse demasiado en la “cuestión del aborto”, una declaración que algunos evangélicos de derecha consideraron como traición y una invitación a buscar otras opciones.
En una mañana reciente de domingo en la iglesia de Elmbrook, una megaiglesia evangélica no denominacional de Brookfield, Wisconsin, Jerry Wilson reflexionaba sobre el asunto lejano de su voto en 2024.
“Va a ser un republicano, pero no sé quién”, comentó.
En 2016 y 2020, votó por Donald Trump. “Logró mucho por los cristianos, por los evangélicos”, afirmó Wilson, de 64 años. Sin embargo, “tiene muchos atributos negativos y hacen que te detengas a pensar, ¿sabes? Me gustaría ver qué tienen que ofrecer los otros candidatos”.
Los votantes evangélicos blancos fueron fundamentales en la primera elección de Trump, quien sigue gozando de una popularidad abrumadora entre ellos. No obstante, una encuesta realizada a finales de enero y principios de febrero por la Universidad de Monmouth reveló que, en una disputa cara a cara, Ron DeSantis, el gobernador republicano de Florida, quien no ha declarado su candidatura a la presidencia, pero parece ser el primer gran rival de Trump, le llevaba una ventaja de 7 puntos porcentuales al expresidente entre los votantes autoidentificados como republicanos evangélicos.
Fue una señal temprana de que, mientras intenta volver al cargo, Trump debe considerar una base que ha cambiado desde —y debido a— su elección en 2016.
Algunos de los cambios sin duda benefician a Trump, pero otros podrían haber debilitado su influencia sobre los votantes evangélicos y los prominentes pastores evangélicos que suelen ser considerados personas influyentes en la política republicana.
La decisión que tomó en junio la Corte Suprema en el caso Dobbs contra Jackson Women’s Health Organization, la cual anuló el derecho constitucional al aborto, ha inclinado gran parte de la lucha hacia un retroceso todavía mayor del derecho al aborto —casi el único objetivo político de los evangélicos conservadores durante más de cuatro décadas— a nivel estatal. El año pasado, Trump denigró a los candidatos republicanos por centrarse demasiado en la “cuestión del aborto”, una declaración que algunos evangélicos de derecha consideraron como traición y una invitación a buscar otras opciones.
La política evangélica conservadora se ha expandido y se ha movido de manera drástica hacia la derecha, animada por una nueva lista de asuntos como la oposición a la inclusión de la raza y la historia en los planes de estudio de las escuelas y los derechos LGBTQ y moldeada por los confinamientos a causa de la COVID-19 de 2020 y 2021, contra los que se opusieron algunos pastores pues los consideraron una grave afrenta para la libertad religiosa. DeSantis ha dominado con agresividad estas áreas.
“Es un paisaje distinto”, opinó John Fea, historiador de la Universidad Messiah y autor del libro “Believe Me: The Evangelical Road to Donald Trump”.
Este año, los probables rivales de Trump han buscado y recibido el visto bueno de varios pastores que estuvieron alineados con Trump en elecciones anteriores.
Cuando Nikki Haley, embajadora de Trump ante la ONU y exgobernadora de Carolina del Sur, presentó de manera formal su propia candidatura en febrero, lo hizo junto al televangelista John C. Hagee, quien expresó su apoyo a Trump en 2016.
En enero, cuando el exvicepresidente Mike Pence ofreció, hasta ahora, sus comentarios más directos sobre los disturbios del 6 de enero de 2021 en el Capitolio, lo hizo en la megaiglesia Primera Iglesia Bautista de Dallas, en una conversación sobre un escenario con su pastor, Robert Jeffress, uno de los líderes evangélicos más influyentes del país y un firme aliado de Trump durante toda su presidencia.
“Le agradezco a Dios por el presidente Trump, porque gracias a sus nombramientos judiciales fue anulada la sentencia del caso Roe contra Wade”, afirmó Tom Ascol, el pastor principal de la Iglesia Bautista de la Gracia en Cabo Coral, Florida. Ascol mencionó que volvería a apoyarlo en una contienda cara a cara con el presidente Joe Biden. Sin embargo, las elecciones presidenciales republicanas primarias son otro asunto.
Ascol dijo que buscaba “una persona de principios y una persona valiente”. Señaló que Trump es “valiente y sin principios”, para lo cual citó sus recientes declaraciones sobre el aborto. En enero, Ascol ofreció la oración inicial en la toma de posesión de DeSantis para su segundo mandato como gobernador.
Sin embargo, todavía no brinda su apoyo para la carrera presidencial. Tampoco lo han hecho Hagee ni Jeffress. “No fue un apoyo, fue una oración”, afirmó Ari Morgenstern, vocero de Hagee, sobre su aparición con Haley.
La encuesta de Monmouth, la cual se realizó antes de que Haley entrara de manera oficial a la carrera, reveló que Pence y Haley tenían apoyo de un solo dígito entre los votantes autoidentificados como republicanos evangélicos. No obstante, la proyección poderosa de DeSantis, con índices favorables comparables a los de Trump, sugiere que el expresidente no puede dar por sentado el apoyo de los votantes en las elecciones primarias.
En 2016, Trump reordenó el panorama de la política evangélica, al arrebatarles el apoyo de los votantes evangélicos blancos a candidatos con credenciales evangélicas legítimas y al alejarse de las advertencias de los líderes eclesiásticos, muchos de los cuales desconfiaban de Trump en un inicio. Como presidente, lo reordenó de nuevo al cumplir su promesa de nombrar jueces de la Corte Suprema para anular la sentencia del caso Roe contra Wade.
Mark Burns, un pastor de Easley, Carolina del Sur, quien fungió como suplente de campaña para Trump en 2016 y ha respaldado su candidatura para 2024, comentó que la presidencia de Trump había cambiado las expectativas de los votantes evangélicos sobre lo que un presidente debería ofrecerles.
“Hay tantos presidentes cristianos que suenan como cristianos, que actúan como cristianos, que hablan como cristianos, que parecen buenos cristianos… pero no crean políticas cristianas”, opinó. “Donald J. Trump no es esa persona”.
Cuando buscó por primera vez la nominación republicana hace siete años, Trump les ofreció una propuesta transaccional directa a los evangélicos conservadores: voten por él y nombrará a jueces para la Corte Suprema que pongan fin al aborto legal.
Steven Cheung, vocero de la campaña de Trump, mencionó en un comunicado que “el historial inigualable del presidente Trump habla por sí solo” e hizo notar sus medidas para restringir el aborto más allá de anular la sentencia del caso Roe contra Wade, entre ellas la suspensión del financiamiento federal para Planned Parenthood y contener el apoyo del gobierno estadounidense a organizaciones de salud en el extranjero que hablan sobre el aborto o la planificación familiar.
“No ha habido un mayor defensor del movimiento que el presidente Trump”, dijo.
Sin embargo, Fea arguye que, paradójicamente, al cumplir su gran promesa a los evangélicos conservadores, Trump había liberado a los líderes eclesiásticos conservadores de su alianza de conveniencia con el expresidente.
“Toleraron mucho de Trump y se negaron a cuestionarlo porque sabían que había asuntos más importantes en juego”, comentó. “Pero ahora se ha hecho borrón y cuenta nueva y hay que replantear la pregunta de si Trump vale la pena. O ¿ha hecho lo que necesitábamos que hiciera?”.