“Tenemos que realizar esfuerzos para tratar de disminuir las demandas entre nosotros porque si eso continúa no es agradable”, dijo el mandatario brasileño.
El líder brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, asumió este martes, tras un paréntesis de trece años, la Presidencia pro tempore de Mercosur, con el desafío de volver a imprimir su liderazgo en el proceso de integración regional y conducir a buen puerto la ardua negociación comercial entre la Unión Europea (UE) y el bloque suramericano.
“Unidos formamos un bloque, tenemos más capacidad de negociación con todo el mundo”, afirmó este martes Lula al tomar el martillo del Mercosur -símbolo de la presidencia de la unión- de manos del presidente argentino, Alberto Fernández, en el marco de la cumbre semestral que el bloque creado en 1991 por Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay ha celebrado en la norteña ciudad argentina de Puerto Iguazú.
Fue en esta misma ciudad que Lula asumió en julio de 2004 su primera presidencia en el Mercosur y fue en la brasileña Foz de Iguacu, justo al otro lado de la frontera, donde en diciembre de 2010 concluyó su cuarto mandato semestral en el bloque.
Quien gobernó Brasil entre 2003 y 2011 y retornó a Planalto en enero de 2023 tiene sobrada cintura política para embarrarse en temas complejos de alcance global y para lidiar con las recurrentes reclamaciones cruzadas entre los socios del Mercosur por un proceso de integración que avanza a paso lento y cuyos beneficios no siempre se ponderan.
“Tenemos que realizar esfuerzos para tratar de disminuir las demandas entre nosotros porque si eso continúa no es agradable”, dijo el mandatario brasileño.
TRECE AÑOS DESPUÉS
Desde su última presidencia en el bloque, los socios han dado pasos para mejorar su comercio interno, aunque la unión aduanera está aún lejos de ser perfecta.
Por lo demás, Mercosur ha experimentado dificultades para sumar nuevos socios plenos.
En 2012, Venezuela completó el trámite de adhesión como Estado parte, pero en agosto de 2017 su participación como socio quedó suspendida por considerar que en ese país hubo una “ruptura del orden democrático” por parte del Gobierno de Nicolás Maduro.
Lula se ha mostrado a favor de un regreso de Venezuela al bloque, pero sabe que los actuales gobiernos de Uruguay y Paraguay no están dispuestos de momento a dar ese debate.
Por su parte, en 2015 se firmó el protocolo de adhesión de Bolivia como Estado parte, aunque el proceso para su incorporación como miembro pleno del bloque permanece frenado porque aún falta la aprobación por parte del Congreso de Brasil, dominado por fuerzas conservadores a las que el Gobierno de Lula deberá convencer para lograr la ratificación parlamentaria.
DESAFÍO CON LA UE
En materia de negociaciones externas, el Mercosur no ha cerrado ningún acuerdo comercial de peso desde que Lula lideró el bloque por última vez, en tanto que en la principal negociación abierta, la de un tratado de libre comercio con la UE, a más de dos décadas de iniciadas las conversaciones aún no se ha llegado a un acuerdo definitivo.
Ya a mediados de 2010 Lula afirmaba que cerrar el acuerdo con la UE era uno de sus mayores objetivos, para lo cual decía que tendría que vencer las reticencias de Francia, país que aún sigue mostrando fuertes resistencias a un pacto con las potencias agrícolas suramericanas.
En 2019, la UE y el bloque suramericano alcanzaron un acuerdo político general, dejando pendiente la resolución de algunos aspectos técnicos.
Pero esa discusión se complicó por la aparición de renovadas demandas a ambos lados de la mesa, incluyendo exigencias ambientales introducidas por los europeos y reparos en el capítulo de compras gubernamentales puestos por el propio Lula.
“El instrumento adicional presentado por la UE este año es inaceptable. Es imperativo que el Mercosur presente una repuesta rápida y contundente”, aseveró Lula.
Ambas partes, con todo, confían en que en este semestre, en que las negociaciones serán lideradas por Brasil y por España -país que acaba de asumir la presidencia de la UE- se logrará cerrar el acuerdo.
No obstante, los suramericanos se muestran firmes en que no aceptarán imposiciones ni términos comerciales que, en vez de acortar las enormes brechas económicas y sociales con los europeos, las profundicen.
Será un ejercicio desafiante para la avezada diplomacia brasileña en este semestre la de entablar unas negociaciones técnicas y políticas que se perfilan de entrada muy duras.
De lograrse un entendimiento que tenga en cuenta las asimetrías y sea realmente equilibrado, será todo un hito para el Mercosur -y para el propio Lula- y la confirmación de que el “espíritu de Asunción”, aquel que sopló por primera vez en 1991, cuando se firmó en la capital paraguaya el tratado constitutivo del bloque, sigue vivo.