El desempleo está cerca de mínimos históricos y la inflación ha bajado bastante. Estamos infligiendo una humillación estratégica a Rusia dotando de armas a Ucrania sin poner en peligro a las fuerzas estadounidenses. La tasa de homicidios cayó alrededor de un diez por ciento en 30 ciudades en comparación con el año pasado.
Los demócratas desafiaron las tendencias electorales al mantener el control del Senado, lograr importantes victorias legislativas y confirmar con facilidad a un candidato a la Corte Suprema.
Entonces, ¿por qué apenas el 20 por ciento de los votantes califica la economía de “excelente” o “buena” en comparación con el 49 por ciento que la califica de “deficiente”, según una encuesta de The New York Times y Siena? ¿Por qué los estadounidenses son tan pesimistas sobre el futuro del país, según el Centro de Investigaciones Pew? ¿Por qué Gallup reveló que, en este momento, el porcentaje de estadounidenses que confía en la presidencia es bastante menor que en el último y desastroso año de mandato de Donald Trump? ¿Y por qué el presidente Joe Biden está empatado en puntos con su predecesor en varias encuestas a pesar de los 91 cargos por delitos graves en contra del expresidente?
En resumen, si todo va tan bien, ¿por qué la gente está tan deprimida? Es una pregunta que, como escribió Reid Epstein en el Times la semana pasada, deja sin palabras a la Casa Blanca y a sus aliados políticos, quienes parecen pensar que el problema es una falla en la comunicación de todas las buenas noticias.
Sin embargo, hay otra explicación: las noticias no son tan buenas. A los estadounidenses les inquietan cosas que no siempre aparecen en los titulares o las estadísticas, pero que son bastante fáciles de ver.
Es fácil ver el precio promedio de una docena de huevos: subió un 38 por ciento entre enero de 2022 y mayo de este año. El pan blanco aumentó un 25 por ciento. Un pollo entero subió un 18 por ciento. En cuanto al precio al consumidor de la gasolina, ha subido un 63 por ciento desde enero de 2021, el mes en que Biden se volvió presidente.
No obstante, ninguno de estos aumentos entra en la que los economistas llaman la tasa de inflación subyacente, que excluye los alimentos y la energía. La inflación que vive la gente de a pie en su vida diaria no es la que el gobierno prefiere destacar.
Es fácil ver el colapso frecuente del orden público en las calles estadounidenses. En abril, cientos de adolescentes sembraron el caos en el Loop de Chicago. Dos chicos fueron baleados. Una joven pareja fue golpeada en la puerta de un edificio de North Wabash. Sin embargo, tan solo dieciséis personas fueron arrestadas. El mes pasado se produjeron escenas similares en Union Square en Nueva York y de nuevo en Boston, donde agentes de la policía fueron atacados en dos disturbios distintos y en gran parte los agresores fueron jóvenes.
En Nueva York, hubo al menos 66 arrestos. En Boston, tan solo 13.
Es fácil ver que los niños no están bien. Las causas son muchas; las empresas de redes sociales tienen muchas cuentas que rendir. No obstante, también los sindicatos de profesores, sirvientes del Partido Demócrata, quienes presionaron para mantener las puertas de las escuelas cerradas durante la pandemia para ayudarse a sí mismos mientras ejercían un daño persistente en los niños. El gobierno de Biden pasó buena parte de sus primeros meses declarando que quería más de la mitad de las escuelas abiertas al menos un día a la semana para el centésimo día de su presidencia.
Es un objetivo tan modesto y carente de ambición que casi no tiene sentido”, señaló en aquel entonces el boletín Playbook de Politico.
Es fácil ver que la crisis fronteriza se ha convertido en una nacional. En mayo, el gobierno se jactaba de que las nuevas políticas habían contribuido a un declive agudo en la “cantidad de encuentros” entre las patrullas fronterizas y los migrantes que cruzan de forma ilegal la frontera suroccidental. Para agosto, los arrestos de migrantes que cruzaron la frontera con familiares habían alcanzado un récord mensual de 91.000. Tan solo en la ciudad de Nueva York, más de 57.000 migrantes buscan comida y refugio de los servicios sociales de la ciudad en una noche promedio.
Nadie puede decir con certeza cuántos migrantes que cruzaron la frontera durante la presidencia de Biden permanecen en Estados Unidos, pero es casi seguro que son millones. En 2021, el presidente desestimó la oleada inicial de inmigrantes como tan solo un fenómeno estacional. “Ocurre todos los años”, mencionó.
Es fácil ver que el mundo se ha vuelto más peligroso con Biden como su guardián. El presidente se merece el crédito de proporcionar armas a Ucrania, así como de negociar una reconciliación estratégica entre Japón y Corea del Sur. Sin embargo, también se merece la culpa de la humillante retirada de Afganistán, que lo más seguro es que haya contribuido a tentar a Vladimir Putin a emprender su invasión de Ucrania y abierto el apetito de Pekín por Taiwán.
Es incuantificable cuánto influyó. No obstante, era previsible… y se predijo
Es fácil ver que el presidente no se ve más joven de lo que es. Su andar rígido y las caídas ocasionales. La impresión que da de quedarse dormido. Las veces que se queda en blanco o le cuesta completar una idea. Sin embargo, las mismas personas que gritan #RenunciaFeinstein o #RenunciaMcConnell no parecen alzar la voz en especial cuando se trata del estado físico del presidente, como si al señalar lo evidente se corriera el riesgo de repetir un tema de conversación republicano.
No obstante, la gente se da cuenta, y vota
Es fácil ver tiendas de campaña debajo de los pasos a desnivel, desde la autopista Brooklyn-Queens en Nueva York hasta la I-5 en Seattle. Y los zombis adictos que están desmayados en las aceras de casi todas las ciudades y los pueblos. Y las farmacias con artículos de uso cotidiano bajo llave para evitar los robos. Y las mujeres con niños atados a la espalda que venden caramelos o chicles en las intersecciones concurridas. Y las noticias sobre robos descarados de autos, que se han disparado este año.
Hay mucha ruina en una nación”, sentenció Adam Smith.
No toda la ruina que se acaba de mencionar es culpa de Biden y ninguna es irreversible. Sin embargo, hay mucha más ruina de la que quieren admitir sus defensores, miopes a causa de estadísticas selectivas y demasiado confiados en las posibilidades del presidente para el próximo año.