La derrota de Boca Juniors ante Fluminense en la final de la Copa Libertadores extendió una suerte de maldición que dos jugadores argentinos sufrieron a partir de 2014 como integrantes de la selección argentina: perder grandes finales en el estadio Maracaná.
El portero Sergio ‘Chiquito’ Romero, hoy sobre el campo, y el capitán de Boca, Marcos Rojo, inhabilitado para la final por haber sido expulsado en las semifinales contra Palmeiras, vivieron este sábado la derrota del conjunto auriazul en la instancia definitiva del máximo torneo continental de clubes.
El Maracaná de Río de Janeiro fue la espléndida sede de la final 2023, que concluyó con victoria del Flu por 1-2 y que impidió que el conjunto auriazul lograse la soñada séptima Copa Libertadores para sus vitrinas tras los títulos en 1977, 1978, 2000, 2001, 2003 y 2007.
Romero y Rojo eran integrantes de la selección argentina que alcanzó la final del Mundial de Brasil 2014 contra Alemania.
La Albiceleste había terminado invicta en la primera fase -en un grupo que también integraban Nigeria, Bosnia Herzegovina e Irán-, ganó en octavos a Suiza por 1-0, en cuartos de final a Bélgica (1-0) y en semifinales eliminó a Países Bajos en una magnífica tanda de penaltis (4-2) protagonizada por Romero tras empatar 0-0.
En la final, la selección argentina dirigida por Alejandro Sabella se midió con la Alemania de Joachim Low, que ganó con un solitario tanto de Mario Gotze en la prórroga (m.113).
Romero y Rojo fueron titulares en aquella final y nunca abandonaron la cancha.
En esta ocasión, sólo el guardameta pudo defender los colores de Boca Juniors, ya que el capitán estaba sancionado.
Romero, además, encajó dos tantos, su peor marca de toda la temporada 2023 de la Libertadores, sólo igualada en el encuentro de vuelta de los octavos de final contra el Nacional uruguayo (2-2).
Romero y Rojo cayeron en otra significativa final y no pudieron acabar con la maldición del Maracaná.