Durante unos fugaces instantes, la casa de dos pisos situada a las afueras de Bureij, un pueblo en ruinas del centro de Gaza, aún se sentía como un hogar palestino.
Los frascos de esmalte de uñas, perfume y gel para el cabello permanecían intactos en una estantería. Una colección de imanes de nevera decoraba el marco de un espejo. A través de una ventana se podía ver como la ropa lavada de un vecino se mecía con la suave brisa.
Pero a pesar de la apariencia de un hogar, la casa tiene ahora una nueva función: ser un cuartel militar israelí improvisado.
Desde que las fuerzas terrestres israelíes se abrieron paso en esta parte del centro de Gaza, una unidad de la Brigada 188 del Ejército ha ocupado el edificio y lo utiliza como dormitorio, almacén y puesto de observación.
El lunes, algunos soldados esperaban órdenes en el salón de la planta baja o vigilaban en la terraza. Un dormitorio estaba abarrotado con las mochilas y el equipo de los militares.
Las paredes de la casa estaban llenas de rayones en hebreo. “El pueblo de Israel”, decía un mensaje escrito con aerosol negro.
El pueblo de Gaza no estaba a la vista.
La casa era el emblema del paisaje en ruinas que dos periodistas de The New York Times presenciaron en un viaje de tres horas con soldados israelíes a través de Gaza el lunes por la mañana.
Desde que Hamás y otros grupos armados palestinos atacaron a Israel el 7 de octubre y asesinaron a cerca de 1200 personas, según las autoridades, Israel ha bombardeado Gaza desde el aire y capturado grandes partes de la zona por tierra, provocando muerte y destrucción generalizadas.
Casi 23.000 palestinos han sido asesinados durante la campaña israelí, según las autoridades de Gaza, aproximadamente el uno por ciento de la población. Más del 80 por ciento de los residentes del enclave han sido desplazados, según Naciones Unidas. Alrededor del 60 por ciento de los edificios han resultado dañados, según señaló también la ONU.
Mientras recorríamos el centro de Gaza el lunes, todos los pueblos mostraban las marcas de la guerra. Algunos edificios se habían derrumbado por completo, con los pisos unos sobre otros como pilas de libros. Los bloques de pisos, a los que les faltaban secciones enteras, se alzaban de manera precaria. A la casa de Bureij le faltaba un muro exterior. Una arboleda vecina había sido arrasada; las plantas, arrancadas de raíz, y la tierra, convertida en barro.
En última instancia, todos los edificios cercanos a la casa quizá serían destruidos, dijo un alto mando, una vez que el Ejército explotara una red de túneles de Hamás que, según él, se encontraba debajo.
“Lo han destruido todo: los edificios, las infraestructuras, las tierras de cultivo”, aseguró Hazem al-Madhoun, de 35 años, un trabajador humanitario que se refugiaba cerca de la casa con su familia el lunes por la mañana, refiriéndose al Ejército israelí.
“Vivimos una experiencia terrible”, afirmó al-Madhoun en una entrevista telefónica realizada después de que su familia huyó a una zona menos peligrosa de Gaza el lunes por la noche.
Los soldados que dirigían la visita dijeron que los daños habían sido principalmente culpa de Hamás, porque el ataque del 7 de octubre obligó a Israel a actuar y porque los combatientes del grupo se habían incrustado en zonas residenciales, utilizando a civiles como escudos humanos.
El Ejército israelí llevó a los periodistas a Bureij y a la ciudad vecina de Maghazi para tratar de enfatizar ese punto. Destacaron la proximidad de las instalaciones militares de Hamás —incluido un almacén de cohetes y un edificio que, según los soldados, era una fábrica de armas— y la infraestructura civil cercana.
El general de división Itai Veruv, comandante en el frente de batalla, señaló bloques de departamentos residenciales desde los que, según dijo, combatientes de Hamás habían disparado contra los soldados israelíes, por lo que estos se habían visto obligados a devolver los disparos contra los edificios.
“Intento evitar golpear esas torres, pero no tenemos opción”, dijo Veruv. “El daño no es el objetivo. Es un efecto secundario”.
Los soldados mostraron un arsenal de cohetes, cada uno de casi 3 metros de largo, contenidos en un cobertizo cerca de una importante autopista civil, un depósito de telecomunicaciones y un almacén de ropa. En la pared, se había pegado un logotipo de Hamás.
Los soldados también llevaron a los periodistas a una acería civil en la que, según dijeron, Hamás había fabricado municiones. Ambos lugares contenían grandes pozos que, de acuerdo a los soldados, conectaban con una vasta red de túneles de cientos de kilómetros de longitud. Gran parte de los daños visibles en la superficie, según los soldados, se debieron a la destrucción de lo que no podía verse de inmediato bajo la superficie: un laberinto de pasadizos desde los que, según dijeron, Hamás lleva a cabo sus operaciones militares, almacena armas y retiene a algunos de los 240 rehenes sobrevivientes capturados el 7 de octubre.
Se encontró una tercera apertura de túnel en una granja de una sola planta. Los militares no permitieron a los periodistas entrar en los pozos para verificar su uso, alegando la posible presencia de explosivos y sustancias químicas peligrosas.
Los soldados habían derribado los muros de las casas de Bureij, como aquella en la que se acuarteló la Brigada 188, porque era demasiado peligroso ingresar por la puerta principal, dijo Veruv. Hamás, añadió, suele colocar trampas explosivas en las entradas. Una arboleda junto a la aldea puede haber estado llena de minas terrestres, lo que llevó a las fuerzas militares a arrasarla, explicó uno de sus subordinados.
“No vengo a vengarme”, dijo Veruv. “Vengo porque es necesario”.
Durante toda la mañana se oyeron combates en toda la zona, en su mayoría proyectiles y bombas, mientras los soldados israelíes que se adentraban en Gaza se enfrentaban a combatientes de Hamás.
Al-Madhoun declaró que algunos miembros de su familia estuvieron a punto de quedar atrapados en el fuego cruzado cuando iniciaron su viaje hacia el sur el lunes por la mañana, con la ayuda de un grupo que coordinó con el Ejército israelí su paso seguro, compartiendo con los soldados las coordenadas y las matrículas de la familia.
“Nos evacuaron bajo las balas”, afirmó al-Madhoun.
El número de muertos en Gaza ha provocado acusaciones de que Israel está cometiendo genocidio, acusación que se presentará el jueves ante el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya.
Pero, según el gobierno israelí y Veruv, los militares están haciendo todo lo posible por preservar la vida de los civiles en una batalla contra un enemigo al que no le preocupan estas cuestiones.
“Para mí, no es una guerra de venganza”, dijo. “Siento mucha simpatía por la gente de aquí”.
Fotografías Avishag Shaar-Yashuv/The New York Times.