La relación entre la oligarquía y la democracia es que la democracia es posible mientras la oligarquía no se vea amenazada
Jeffrey Winters habla como un académico, pero muchos podrían considerar sus ideas como subversivas o revolucionarias. Y es que este profesor de Ciencia Política de la Universidad de Northwestern (Illinois) lleva un cuarto de siglo dedicado al estudio de un tema complejo: el poder de la riqueza y cómo esta se transforma en influencia política.
De ese esfuerzo surgió su libro Oligarquía, en el que no solamente traza la historia de poder y privilegio de las oligarquías desde tiempos antiguos hasta la actualidad, sino que además desarrolla una teoría original sobre esta materia.
En esta conversación con BBC Mundo a propósito de la publicación en español de ese texto, Winters habla sobre algunas de sus planteamientos más polémicos como, por ejemplo, su afirmación de que todas las democracias liberales de la actualidad son, al mismo tiempo, oligarquías.
También aborda las razones por las cuales considera que la participación democrática se ha vuelto ineficaz para hacer frente al poder de las oligarquías, así como la paradoja de que las sociedades democráticas -que consagran la igualdad política- sean en la actualidad “increíblemente desiguales desde el punto de vista económico”.
¿De qué hablamos cuando hablamos de oligarquía?
La oligarquía se refiere al poder político de la riqueza. Desde la antigüedad, en Atenas y Roma, cuando la palabra oligarquía apareció por primera vez, siempre se refería al poder de esas pocas personas que tienen una enorme riqueza.
El poder político puede asumir muchas formas como, por ejemplo, ocupar un cargo político o controlar capacidades coercitivas, como un caudillo militar, pero una de las fuentes más importantes de poder político a lo largo de la historia ha sido poseer una riqueza masiva y, en la actualidad, tenemos oligarcas de la misma manera que los tenían en el mundo antiguo.
¿Por qué debería importarnos la oligarquía en este momento?
Debería preocuparnos porque todos los países democráticos del mundo también son simultáneamente oligarquías. Son una mezcla de ambas.
Los países que permiten la competencia política entre partidos y gozan del derecho al voto también tienen un pequeño número de personas que usan el enorme poder de su riqueza para financiar candidatos incluso antes de que todos los ciudadanos acudan a votar. Generalmente, el poder del dinero determina primero quién es un candidato viable.
Una segunda razón es porque, especialmente en las democracias actuales, tenemos una desigualdad mayor que nunca antes en la historia. Eso es irónico porque normalmente pensamos en la desigualdad como un problema de sociedades no democráticas pero, de hecho, las democracias liberales son increíblemente desiguales desde el punto de vista económico.
Una razón de ello es que durante los últimos 250 años los oligarcas han usado su poder para asegurarse de que la democracia no haga la sociedad más igualitaria en términos económicos.
¿Cómo es posible que la democracia no pueda solucionar este problema de desigualdad debido a la oligarquía?
La democracia tiene una capacidad limitada para solucionar este asunto porque las leyes ya han sido redactadas por las mismas democracias para favorecer la capacidad de los oligarcas de usar el poder de su riqueza.
Le doy un ejemplo. En Estados Unidos tuvimos en el 2010 un caso muy famoso llamado Citizens United, en el que la Corte Suprema equiparó el uso del dinero en política al ejercicio de la libertad de expresión. Eso abrió las compuertas al uso del dinero para influir en el sistema político.
¿Cómo se explica que en las democracias liberales, en las que las elecciones son libres y todos los ciudadanos tienen derecho a votar, los oligarcas puedan influir tanto?
Volvamos al ejemplo de Estados Unidos. Mucho antes de que alguien pueda votar ya sea en una elección primaria o en la elección de un cargo público, tenemos algo llamado la primaria de la riqueza.
Las primarias de la riqueza son aquellas en las que el candidato que quiere postularse se dirige primero a todos los ricos y les dice: “¿Qué quieren? Déjenme asegurarme de que las políticas van a favorecerles”. Luego, los ricos deciden a quién respaldarán.
Por eso, una de las cosas que debemos entender sobre la relación entre la oligarquía y la democracia es que la democracia es posible mientras la oligarquía no se vea amenazada.
En términos prácticos, ¿cómo afecta la existencia de la oligarquía las vidas del 99,9% restante?
La existencia de la oligarquía significa que el poder para hacer que la sociedad sea cada vez más desigual es ilimitado. El principal interés de los oligarcas es concentrar cada vez más riqueza en sus propias manos. Cuando comencé a estudiar a los oligarcas hace aproximadamente 25 años, se necesitaban cientos y cientos de oligarcas para igualar la riqueza del 50% más pobre del mundo. Hoy, unos 50 oligarcas tienen tanta riqueza como los 4,000 millones de personas más pobres del mundo.
Y, a medida que se incrementa la desigualdad, aumenta su disposición a considerar actores políticos más extremos porque su esperanza en el futuro disminuye. Y en todo el mundo estamos viendo que, incluso los jóvenes, en particular, están más abiertos a figuras políticas muy extremas. Todo esto es resultado del éxito de los oligarcas en aumentar la desigualdad en todo el mundo.
¿Qué puede hacerse al respecto?
Hemos visto en el pasado que los países de todo el mundo tienen la capacidad de limitar y reducir el poder oligárquico, aunque no necesariamente lo eliminen del todo.
¿Un ejemplo sencillo? Los controles que se pueden imponer sobre el uso del dinero en la política. Son medidas que se han usado antes en democracias de todo el mundo y hemos visto que son posibles. Pero para hacerlo, debemos tener una movilización más fuerte en la sociedad en torno a estas cuestiones.