El surf le salvó la vida cuando era un adolescente toxicómano cerca de Sao Paulo: Marcelo Luna cruzó el Atlántico ya superando la treintena para afrontar otro reto de envergadura, el de domar las olas gigantes de Nazaré, en Portugal
“Cuando vi imágenes de estas olas por primera vez descubrí mi razón de ser, como si acabara de encontrar al amor de mi vida”, relata este brasileño, tres años después de ese particular ‘flechazo’.
Convencido de que su destino estaba unido a esa ciudad portuguesa de pescadores y uno de los centros turísticos del centro del país europeo, se hizo tatuar en el antebrazo la imagen de una ola gigante que se estrella a los pies del emblemático faro de la Praia do Norte de Nazaré.
“Elegí iniciar mi carrera en Nazaré porque un surfista capaz de enfrentarse al mar aquí puede hacerlo en cualquier lugar del mundo”, explica este hombre de 32 años, que a la espera de encontrar un gran patrocinador vendió su empresa inmobiliaria y su coche para financiar su gran pasión.
Marcelo Luna creció en un barrio obrero vecino a una favela de Sao Bernardo do Campo, ciudad situada al sur de Sao Paulo, a medio camino entre la gran ciudad y la costa. Su padre, alcohólico y violento, abandonó a su familia y desde entonces tuvieron importantes necesidades.
Droga a los 11 años
“Me costó llevarlo todo, así que me rebelé y comencé a beber y fumar a la edad de 9 años. Después, a los 11, comenzó con la droga”, recuerda.
Su descenso a los infiernos terminó cuando tenía 16 años, cuando un amigo le llevó a una playa y le subió a una plancha, pese a que no sabía nadar.
“Pensé que iba a morir, pero ese día decidí que el surf formaría parte de mi vida. Gracias al surf me liberé de la droga, es el surf lo que ha cambiado mi manera de ver las cosas y de interactuar con los demás”, explicó.
‘Marcelinho’ ha encontrado su lugar ahora en la comunidad de surfistas de Nazaré, que se reúnen en este punto cada otoño e invierno local.
Sueña como todos ellos con batir el récord mundial de la mayor ola nunca surfeada, una de 78 pies (23.77 metros) como la cabalgada por el estadounidense Garrett McNamara en noviembre de 2011. Marcelo Luna quiere convertirse “en un surfista de renombre para influir en la vida de la gente de manera positiva”.
Ejemplo para los jóvenes
Marcado por su infancia difícil, organizó un proyecto de prevención contra la droga y la delincuencia entre niños y adolescentes, a los que cuenta su historia personal, que considera un ejemplo de “tenacidad ante la adversidad”.
Ante tres clases de un colegio de Nazaré, enumera los diferentes oficios que ha ejercido para “recuperar el tiempo perdido” y poder dedicarse por entero al surf, que obliga a un entrenamiento riguroso y a un material costoso.
“Es muy importante para estos jóvenes escuchar la historia de Marcelo”, destacó una profesora de Matemáticas, Nelia Mendes. “Encontrarse con alguien que nunca renunció a sus sueños pese a las dificultades, eso abre nuevos horizontes para ellos”.
Impactados por su historia, varios habitantes de Nazaré colaboran y apoyan a Marcelo.
El propio alcalde, Walter Chicharro, destaca la importancia de Marcelo para sus vecinos por “su valor para enfrentarse a enormes olas pero también por utilizar su historia para aportar algo a la comunidad que le acoge”