Temer, la últiima “vícitima” del Lavajato y el primer compañero de “Lula”
RÍO DE JANEIRO — La cobertura de los medios fue incansable, la especulación política, rampante y los memes satíricos invadieron Twitter después de que el expresidente de Brasil, Michel Temer, fue detenido el 21 de marzo. A Temer se le relaciona con una investigación sobre corrupción de gran alcance conocida como Lava Jato.
El arresto del expresidente no causó ninguna sorpresa. Desde hace tiempo, al político de 78 años de edad, quien durante décadas ejerció una enorme influencia en el infame sistema político transaccional de Brasil, lo han perseguido las acusaciones sobre corrupción.
Sin embargo, fue el segundo encarcelamiento reciente de un expresidente brasileño. Además, en una maniobra inusual que algunas personas han considerado demasiado estricta, un juez federal en Río de Janeiro ordenó la detención de Temer como medida preventiva mientras las autoridades investigan un esquema que interpretan como un patrón de sobornos y lavado de dinero que Temer supervisó. El escándalo prolongado de la operación Lava Jato ha manchado a una buena parte de la élite política de Brasil y podría amenazar la agenda del gobierno actual.
En 2014, después de que se toparon con transacciones de divisas en gasolineras de Brasilia, procuradores y policías federales especializados en lavado de dinero exhibieron un esquema de gran alcance que se conoció como Lava Jato, u operación Lava Jato.
La investigación expuso un patrón de sobornos institucionalizados en algunas de las empresas más grandes de Brasil y puso a muchos personajes de todo el espectro político en la mira del poder judicial brasileño, el cual opera con una autonomía considerable.
Los tentáculos de la operación Lava Jato superaron las fronteras y provocaron que otrora presidentes y ministros de toda Latinoamérica terminaran en prisión. También generó el convenio de corrupción más grande que haya negociado el Departamento de Justicia de Estados Unidos a nivel internacional.
El año pasado, la investigación enturbió la política de Brasil cuando el expresidente Luis Inácio Lula da Silva fue detenido para comenzar a cumplir una sentencia de doce años, después de que en 2017 fue declarado culpable bajo los cargos de corrupción y lavado de dinero. Esta fue la causa que lo sacó de la carrera presidencial, en la que había sido el favorito.
En ese entonces, Brasil era gobernado por Temer, quien llegó a la presidencia en 2016 tras el proceso de destitución de Dilma Rousseff, quien había sido su aliada política. Rousseff, que no estuvo implicada en el caso Lava Jato, se volvió cada vez más impopular a medida que los brasileños padecían una brutal recesión económica y crecía el escándalo.
El tiempo que Temer pasó en el palacio presidencial fue turbulento. Tan solo unos meses después de que tomó el timón de un Brasil que sufría de una profunda polarización, funcionarios de seguridad filtraron la transcripción de una llamada telefónica intervenida en la que Temer aprueba un soborno. Pronto, las cosas empeoraron: en 2017, el procurador general presentó dos casos de corrupción en contra de Temer, en los cuales lo acusó de corrupción, lavado de dinero y obstrucción de justicia.
Mientras estuvo en el cargo, Temer, un político de centroderecha, gastó una gran parte de su capital político en persuadir a congresistas para que usaran su autoridad con el fin de evitar que esos casos siguieran su curso. No obstante, una vez que dejó la presidencia el 1 de enero, Temer perdió las protecciones legales de las que gozan los funcionarios electos. Los expertos legales brasileños supusieron que sería cuestión de tiempo para que el expresidente fuera arrestado en relación con alguna de las diez investigaciones de corrupción donde figura como sospechoso.
En el corto plazo, es probable que el presidente Jair Bolsonaro acoja con beneplácito la noticia de la detención. La amplia cobertura que han hecho los medios del arresto de Temer desvía la atención de una serie de escándalos que han perjudicado su popularidad, pues involucran a la familia de Bolsonaro y a los líderes de su partido.
El arresto de Temer también le da algo de credibilidad a la narrativa de que la mano dura en contra de la corrupción en Brasil sigue vigente en la era de Bolsonaro.
Aunque el arresto de Temer sacudió los mercados en Brasil, podría presagiar un bien para el futuro del país, comentó en una entrevista Waldir Soares de Olivera, el líder del partido de Bolsonaro, Partido Social Liberal, en la Cámara Baja del Congreso.
“Realza nuestra credibilidad ante la comunidad internacional”, expresó.
Sin embargo, los problemas legales de Temer podrían entorpecer la capacidad de Bolsonaro de avanzar con una ambiciosa agenda legislativa, la cual incluye una reforma al sistema de pensiones y un proyecto de ley anticrimen que les dará una mayor autoridad a las fuerzas del orden para combatir la corrupción.
Varios legisladores clave, entre ellos el presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, están en la mira de los procuradores encargados de la operación Lava Jato. El suegro de Maia, Wellington Moreira Franco, fue uno de los sospechosos detenidos el jueves junto con Temer.
“Estas reformas eliminan privilegios y es difícil que la gente acepte que se los quiten legisladores involucrados en escándalos”, señaló Octavio Amorim Neto, un politólogo de la universidad Fundação Getulio Vargas en Río de Janeiro.
Un pequeño grupo de manifestantes saludó a Temer con cánticos de “¡Ladrón, ladrón!” cuando llegó la noche del jueves a las instalaciones de la policía en Río de Janeiro donde estuvo detenido.
Temer fue liberado el 25 de marzo por orden de un juez de la corte de apelaciones de Brasil, el cual determinó que las pruebas presentadas no justificaban el encarcelamiento “preventivo” de Temer. La fiscalía federal de Río de Janeiro anunció que apelará la decisión.
Pocas personas han salido en su defensa. Incluso después de haber sido condenado, Da Silva, una gran figura de la izquierda que fue presidente de 2003 a 2010, siguió siendo un personaje querido entre una parte significativa de la población; “Lula libre” es hasta la fecha un grito de protesta entre sus simpatizantes, quienes lo consideran un preso político.
Temer, en cambio, dejó el cargo de presidente como un líder muy despreciado, como la personificación de los acuerdos secretos en el corazón de la cultura endémica de tejemanejes de Brasil.
No obstante, incluso algunos políticos y analistas que no son muy afines a Temer creen que los procuradores y el juez que manejan el caso se extralimitaron al ordenar su detención antes de ser juzgado.
“Creo que es un abuso de su autoridad, lo cual vemos de vez en cuando”, dijo el senador Tasso Jereissati, para referirse a la cruzada que ha emprendido el equipo de jueces y procuradores a cargo de los casos de la operación Lava Jato. “No era un fugitivo. Hasta donde sabemos, se conocía su paradero”.
Letícia Casado colaboró con este reportaje desde Brasilia.