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Ellas también: el #Metoo en un país habituado a la impunidad

Ellas también: el #Metoo en un país habituado a la impunidad
Ana González publicó el mensaje en Twitter que llevó a un centenar de otras mujeres a compartir sus casos en redes. Credit Meghan Dhaliwal para The New York Times

 El movimiento #MeToo, que prácticamente no había despegado en México, recibió un impulso este fin de semana después de un mensaje en Twitter en el que un escritor fue acusado de golpear y acosar a más de diez mujeres.

Ese tuit desató una avalancha en redes sociales con más de cien mensajes en los que mujeres detallaron desde humillaciones que se han vuelto cotidianas hasta casos de abuso, hostigamiento y violación.

“En México el abanico de violencia contra las mujeres es inusualmente amplio para un país de Occidente”, dijo Sabina Berman, novelista y columnista mexicana. “Va desde el piropo no requerido, pasa por el acoso que es común en los usos y costumbres, hasta la prohibición del aborto, la violación y el feminicidio”.

“Y en este contexto es que esto importa tanto”, añadió Berman.

La cantidad de mujeres que recurrieron a Twitter para lanzar sus denuncias de maltrato contra profesores, cineastas, novelistas, periodistas o empresarios sugiere que México se aproxima a su hora de la verdad respecto a la violencia, acoso y maltrato de las mujeres, problema arraigado en un país que ha abierto pocos espacios para que haya rendición de cuentas o debates públicos al respecto.

Fue un momento catártico para muchas mexicanas, que compartieron así sus historias de manera pública y también privada. Varias hicieron sus acusaciones con el nombre y apellido propios y de los hombres a los que denunciaron de acoso y abuso, pero por el temor a represalias o al ostracismo muchas más lo hicieron desde el anonimato o sin decir directamente el nombre de a quien acusaron. Los críticos de la situación dijeron que eso les resta credibilidad a las denuncias y que deja en tela de duda si las acusaciones podrían avanzar a una investigación penal.

Ana G. González, de 29 años, quien trabaja como consultora de comunicación política y se define como feminista, desató la oleada de acusaciones el 21 de marzo, cuando tuiteó que un escritor, a quien en otro mensaje había identificado como Herson Barona, “ha golpeado, manipulado, gaslighteado, embarazado y abandonado (en más de una ocasión) a más de 10 mujeres”.

González dijo que ella no había sido abusada personalmente por Barona pero que quería apoyar a una amiga cercana que le contó que la había golpeado unos años atrás cuando estaban en una relación.

“Sabía que a muchas mujeres les daba miedo o no se sentían listas para denunciarlo desde sus cuentas, pero me dieron permiso para que yo hablara en su nombre y nombrara el agresor”, dijo González en entrevista.

Barona respondió en Twitter un día después de que se hicieron públicas las denuncias.

“Comprendo que hay un dolor colectivo en torno a la constancia real de tantas mujeres golpeadas, violadas y asesinadas”, escribió. “Lamentablemente, en el escarnio público hay poco espacio para la discusión, la claridad o la conciliación”.

La respuesta a esas primeras denuncias por redes fue inmediata. Surgieron varias acusaciones contra otros por medio de la etiqueta #MeTooEscritores, seguidas por versiones similares para el cine, académicos, agencias creativas, empresas y abogados.

La red Periodistas Unidas Mexicanas (PUM), que fue creada a finales del año pasado para desarrollar estrategias y protocolos con los cuales combatir la violencia y acoso sexual en la industria de medios, movió también la etiqueta #MeTooPeriodistasMexicanos.

“No podíamos haberlo hecho solas”, dijo una de las fundadoras de la red, periodista que pidió el anonimato por temor a represalias laborales. “La impunidad en este país hace que te encuentres con tantos obstáculos y trabas en el camino”.

Las mujeres que son parte de la red PUM comentaron que seguirán con esta campaña para generar conciencia y que están en discusiones sobre cómo pasar información clave sobre algunas de las denuncias más serias de violación y abuso a las autoridades —solo si reciben el consentimiento de quienes acusan— y de qué manera dialogar con las empresas de medios donde sucedieron las instancias reportadas para “desarrollar mecanismos de denuncia seguros y confiables”.

La fiscalía estatal de Michoacán anunció el miércoles 27 de marzo por la mañana que abrió una carpeta de investigación “derivado de publicaciones realizadas en redes sociales” por medio de la cuenta de PUM, pues “se advierten actos que la ley contempla como delitos, mismos que son ahora materia de investigación para su esclarecimiento”.

Varias mujeres dijeron que las redes sociales han sido la mejor plataforma hasta el momento para proceder con sus denuncias públicas dado que desconfían del sistema legal del país. Agregaron que el anonimato las ayuda a sentirse relativamente seguras incluso si eso dificulta que puedan hacer legalmente responsables a los hombres a los que acusaron.

Fuera de las redes sociales, en espacios culturales y medios, el hashtag ha tenido algunas tímidas –pero alentadoras– consecuencias. La presentación de un libro escrito por Herson Barona fue cancelada. Dos revistas, Chilango y Máspormás, informaron que tres colaboradores suyos habían sido acusados con el hashtag #MeTooEscritoresMexicanos y que dos de ellos fueron separados de sus puestos “mientras transcurren las investigaciones pertinentes para tomar una decisión definitiva”. Y la revista de política nexos publicó un comunicado diciendo que había “iniciado la definición de un protocolo institucional para prevenir y atender casos de maltrato, hostigamiento y acoso de cualquier clase entre personas con las que nexos tiene una relación editorial”.

Las mismas integrantes de Periodistas Unidas Mexicanas comentaron que temían pronunciarse públicamente, por la posibilidad de que enfrente represalias laborales o sociales. Analistas y activistas dijeron que el temor a romper el anonimato es justificado, debido a los niveles de violencia contra las mujeres en México y las tasas de impunidad.

El 93 por ciento de los delitos cometidos en México no se denunciaron ni investigaron en 20017, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía. Y de los delitos denunciados solo el 63% fueron investigados de manera formal por el Ministerio Público.

“Las represalias en México contra las mujeres incluyen la exclusión, la muerte social, un castigo silencioso”, dijo Berman, “que fue lo que pasó en el primer arranque del MeToo” en el país.

González dijo que después de que su tuit se viralizó fue acosada en línea, que fue agotador y escalofriante.

“No puedo comer ni dormir”, aseguró, aunque especificó que no cambiaría lo que hizo.

Hace un año, cuando el movimiento MeToo avanzaba en Estados Unidos, la actriz mexicana Karla Souza, quien protagoniza la serie How To Get Away With Murder en Estados Unidos, declaró en entrevista con CNN en Español que un director, a quien no nombró, la había violado cuando trabajaba en un proyecto previo.

Souza contó que el director se apareció en su habitación durante la noche presuntamente para hablar sobre una escena. En la entrevista dijo que ella había rechazado las insinuaciones anteriores de ese director y que esa noche la violó.

La actriz dijo que el trauma la había desincentivado de presentar una denuncia formal y que aún no se había recuperado de la experiencia.

Aunque algunas otras mujeres alzaron la voz después de que se hizo público lo dicho por Souza, no cuajó el movimiento en México. Ella y otras fueron desacreditadas y criticadas por no haber nombrado a los agresores, lo que habría disuadido a más personas de hacer públicos sus casos, según analistas.

“Cuando ves cómo trataron públicamente a estas mujeres tiene todo el sentido que muchas víctimas quieran protegerse con el anonimato”, dijo González, la activista. “Esperemos que esta vez sea distinto”.

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