“Esperamos que el ELN comprenda que estos son tiempos de paz. Y que tenga la lucidez de no dejar ir el tren de la paz. Colombia lo espera”, escribió por la mañana el jefe negociador del gobierno, Juan Camilo Restrepo.
Según fuentes del gobierno de Colombia, las negociaciones arrancaron hacia las 09H30 (14H30 GMT) en la hacienda Cashapamba, una propiedad de los jesuitas a 30 km de Quito.
La AFP constató la llegada al lugar de cuatro camionetas, custodiadas por la policía de Ecuador, poco después de la hora prevista.
Las partes no han informado de cuál será la dinámica de las negociaciones ni de su duración.
En Ecuador se celebrarán la primera y la última ronda de negociaciones. El resto se prevé en los otros países garantes.
El martes por la tarde, después de tres años de contactos secretos y varios meses de demora, delegados del gobierno y de la guerrilla, encabezada por Pablo Beltrán, instalaron formalmente las negociaciones con una sobria ceremonia en esta elegante hacienda de Sangolquí, ante más de 60 medios de comunicación nacionales e internacionales.
Y dijeron que, de una agenda de seis puntos, iniciarán con dos temas de manera simultánea: “las dinámicas y acciones humanitarias”, y “la participación de la sociedad en la construcción de la paz”.
“Paz duradera”
El miércoles se seguían sucediendo las felicitaciones de la comunidad internacional por el inicio formal de este proceso, con el que Colombia busca poner fin a más de medio siglo de guerra interna y alcanzar la “paz completa”, tras el acuerdo alcanzado en noviembre con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, marxistas).
“Resolver este conflicto es esencial para lograr una paz integral en Colombia, salvar vidas y promover el desarrollo sostenible”, dijo en un comunicado un portavoz de Antonio Guterres, secretario general de la ONU.
La Unión Europea (UE) instó a las dos partes “a intensificar los esfuerzos, con espíritu de responsabilidad mutua y de compromiso” para lograr el acuerdo, mientras que el gobierno español consideró que la instalación de la mesa “sienta las bases de una paz estable y duradera en Colombia”.
En la corta ceremonia de instalación, ante representantes de los países garantes de Ecuador, Brasil, Chile, Cuba, Noruega y Venezuela y de 150 invitados, el gobierno pidió a los rebeldes el fin de la retención de personas por parte de la guerrilla, que ha mantenido en suspenso el inicio de las conversaciones.
El presidente colombiano y flamante Nobel de la Paz, Juan Manuel Santos, que dejará el poder en agosto de 2018, advirtió más tarde que “este no será un proceso exprés, pero tampoco de discusiones interminables”.
Entretanto, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) pidió al gobierno que asuma su “responsabilidad” en la conflagración interna que ha desangrado a Colombia y ha involucrado a guerrillas, paramilitares y fuerzas estatales, dejando 260.000 muertos, 60.000 desparecidos y 6,9 millones de desplazados.
“Firmes en sus posiciones”
“En el discurso de Beltrán, el ELN se reconoce como victimario y van a pedir perdón y le piden al Estado y a los demás que también pidan perdón. Esto es un paso adelante”, explicó a la AFP Ariel Ávila, de la Fundación Paz y Reconciliación.
Para Frédéric Massé, politólogo de la bogotana Universidad del Externado, “la ceremonia invita a un optimismo moderado, porque a pesar del tono apaciguador de las declaraciones, las dos partes se mantienen firmes en sus posiciones”.
La instalación de la mesa con el ELN, alzado en armas desde 1964 y única guerrilla activa del país -con unos 1.500 combatientes y varios miles de milicianos-, coincide con la implementación del acuerdo con las FARC, que demoró cuatro años en firmarse.
Pero las dos partes insisten en que los dos procesos son independientes, pues se trata de dos organizaciones distintas: el ELN tiene una estructura federada y cuenta con una mayor base social que las FARC, cuya estructura ha sido más vertical y ha tenido mayor capacidad de fuego.
El énfasis de las FARC en las negociaciones de paz estuvo en el desarrollo agrario y la repartición de tierras, mientras que el del ELN es la participación de la sociedad en los diálogos.
“EL ELN tiene reivindicaciones un poco más fundamentalistas que las FARC (…), quiere cambios mucho más profundos. No se presenta como un representante del pueblo, sino como un mediador”, explicó Massé, experto en el conflicto armado.