Se necesitaron 21 artistas para “cubrir de color los muros de Fanzara”, además se solicitó la colaboración a los moradores para que se integran al proyecto
Fanzara, un pueblo español del interior marcado por el envejecimiento y años de desencuentros entre sus vecinos, ha vuelto a la vida gracias a artistas urbanos del mundo entero, que ayudaron a sanar sus heridas.
Parece un pueblo como tantos, donde suena el campanario marcando los días y las noches, y ladran los perros en la distancia. Pero basta con perderse por sus calles para toparse con seres extraños.
Un gigantesco robot de largos brazos articulados, del artista urbano Xelön, persigue dando grandes zancadas a un grupo de gatos. Y en la parte alta del pueblo, una criatura de ojos blancos, obra de la artista Deih, sostiene en su mano un planeta roto.
“Había que recuperar la convivencia. Buscábamos un proyecto en el que todos los vecinos pudieran colaborar y que todos sintieran suyo”, explica el exconcejal Javier López, uno de sus impulsores de la iniciativa que trajo estos personajes a los muros de Fanzara.
Durante años, los 250 habitantes de este pueblo fundado en el siglo XII por los árabes mantuvieron una amarga disputa en torno a un proyecto de vertedero de residuos tóxicos.