En una improvisada morgue en Escuintla, decenas de personas deambulan con imágenes de seres queridos en una angustiosa búsqueda para sepultarlos casi una después de que el guatemalteco volcán El Fuego arrasó una comunidad y mató al menos 110 personas
“Ellos no son ningún animal, son personas”, dice a la AFP Boris Rodríguez, de 24 años, quien logró rescatar una decena de cadáveres pocos minutos después de que la avalancha arrasara la aldea San Miguel Los Lotes. Junto a numerosos dolientes ahora espera que se los devuelvan para velarlos y sepultarlos.
Algunas familias pierden la paciencia mientras las autoridades concluyen el proceso de identificación en la morgue habilitada en una escuela en Escuintla, donde se almacenan decenas de cuerpos de los 110 muertos hallados hasta el momento.
Rodríguez mata el tiempo en la morgue desde el lunes, después de ayudar a sacar de la aldea los cadáveres de 10 familiares y acompañarlos en el viaje a la morgue. Casi seis días después no ha podido retiralos porque aún no los han identificado.
“Es bastante doloroso sacar los cuerpos y no poder velarlos”, lamenta Rodríguez, cerca de una pila de féretros disponibles para las familias que no puedan costearse uno.
La fase de identificación es lenta debido a un largo proceso, consistente en pruebas de ADN y entrevistas a familiares, por las que hasta ahora solo se han reconocido 41 cuerpos, de los 110 cadáveres que han ingresado en las morgues, según el estatal Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif).