Un equipo de astrónomos ha detectado el “viento” galáctico molecular más distante observado hasta la fecha, correspondiente a una época en que el Universo tenía solo 1.000 millones de años, informa este jueves el observatorio ALMA, situado en el norte de Chile.
Mediante la observación del flujo de moléculas de hidroxilo (OH), que delatan la presencia de gas incubador de estrellas en las galaxias, los investigadores revelaron cómo algunas galaxias del Universo primitivo inhiben un frenesí de nacimiento estelar, señala el Atacama Large Millimeter/submillimeter Array (ALMA), en un comunicado.
Según los autores del estudio, publicado en la revista Science, para evitar consumirse rápidamente en una llamarada espectacular, algunas galaxias ponen frenos al proceso de formación estelar eyectando, al menos en forma temporal, grandes cantidades de gas hacia sus halos en expansión, donde el gas se dispersa por completo o bien vuelve a fluir lentamente hacia la galaxia para volver a alimentar nuevos brotes de formación estelar.
Hasta ahora, los astrónomos habían sido incapaces de observar directamente estos intensos chorros en los comienzos del Universo primitivo, donde estos mecanismos son fundamentales para evitar que las galaxias crezcan demasiado rápido y en exceso.
“Las galaxias son monstruos complicados y caóticos, y creemos que estos chorros y vientos son elementos fundamentales de sus procesos de formación y evolución que regulan su capacidad para crecer”, asegura Justin Spilker, astrónomo de la Universidad de Texas y autor principal del artículo publicado en Science.
Para los astrónomos, “este hallazgo aporta información nueva sobre cómo algunas galaxias del Universo primitivo autorregularon su crecimiento para continuar fabricando estrellas posteriormente”.
Los astrónomos observaron vientos con el mismo tamaño, velocidad y masa en galaxias cercanas con brotes de formación estelar, pero el chorro observado con ayuda de ALMA es el más distante que se haya observado hasta la fecha con tamaña claridad en el Universo primitivo.
La galaxia, conocida como SPT2319-55, está a más de 12.000 millones de años luz de la Tierra y fue descubierta por el Telescopio del Polo Sur, de la Fundación Nacional de Ciencia de Estados Unidos.
Incluso, se ha podido precisar que el fuerte “viento” de gas incubador de estrellas sale de la galaxia a casi 800 kilómetros por segundo. “No se trata de una brisa suave y constante, sino de erupciones aisladas que expulsan gas a la misma velocidad a la que este se transformaría en nuevas estrellas”, precisan los autores.
ALMA, el radiotelescopio situado a 5.000 metros de altura en pleno desierto de Atacama, el más seco del mundo, pudo observar un objeto tan distante gracias al lente gravitacional provocado por otra galaxia situada casi en pleno eje de visión entre la Tierra y SPT2319-55.
A partir de ahora, también se puede “determinar la velocidad del viento y hacernos una idea aproximada de la cantidad de material contenido en el chorro”, explica Spilker.
Según los investigadores, los vientos moleculares son un mecanismo eficiente que tienen las galaxias para autorregular su crecimiento.
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