El documento fue firmado por el canciller brasileño, Ernesto Araújo, bajo la mirada del presidente Jair Bolsonaro.
La base de Alcántara, objeto de un acuerdo entre Estados Unidos y Brasil, es desde hace décadas la gran apuesta del país sudamericano para participar en la carrera espacial, aunque los retrasos agravados por un grave accidente en 2003 limitó hasta el momento su uso al lanzamiento de sondas, sin la puesta en órbita de ningún satélite.
Con el acuerdo de salvaguardias tecnológicas que permitirá la explotación comercial de la base por Estados Unidos, Brasil entrará en el millonario negocio de lanzamiento de satélites que en 2017 movió 3.000 millones de dólares, según datos de la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos.
En el estado brasileño de Maranhao (norte), la base de Alcántara, con una extensión de 620 km2, tiene una ubicación ideal para lanzamientos, pues está muy próxima a la línea del ecuador (a 2°18’ de latitud sur), lo que permite economizar hasta 30% del combustible o llevar más carga.
Sus características hacen de este complejo un posible competidor del centro espacial de Kourou, en la Guayana Francesa.
A finales del gobierno del presidente Fernando Henrique Cardoso (1995-2002), Brasil y Estados Unidos llegaron a un acuerdo para el uso de Alcántara, que fue bloqueado por el Congreso brasileño, por considerar que amenazaba la soberanía nacional creando una zona que sería de facto administrada por Estados unidos.
El nuevo acuerdo, que se firmó durante la visita del presidente Jair Bolsonaro a su homólogo Donald Trump y deberá ser ratificado por ambos parlamentos, modifica el del año 2000, limitándose a decir que será una zona de acceso restringido.
El ministro brasileño de Ciencia y Tecnología, Marcos Pontes, comparó el domingo por la noche al llegar a Washington en la comitiva de Bolsonaro la futura situación legal de Alcántara a la de un cuarto de hotel.
“Imagine que usted trajo una tecnología para su habitación. Usted tiene la llave y yo, como dueño del hotel, puedo entrar en caso de necesidad”, afirmó.
El programa brasileño tuvo varios desperfectos como el que ocurrió en 2003, cuando un cohete VSL estalló en la plataforma de despegue causando la muerte de 21 técnicos y la destrucción de parte de las instalaciones.
En 2003, el entonces presidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010) cerró un acuerdo con Ucrania para el lanzamiento de satélites desde esa base. Pero en 2015 su sucesora Dilma Rousseff (2011-2016) dio por terminada esa asociación, argumentado que hubo un cambio en las condiciones tecnológicas y económicas.