Rupert Murdoch, fundador de un imperio internacional de medios que incluye a Fox News, ha declarado que “nunca le ha pedido nada a un primer ministro”.
Sin embargo, ese imperio le ha dado influencia sobre asuntos mundiales de formas que muy pocos ciudadanos que pertenecen a la esfera privada podrían tener y le ha dado a la familia Murdoch una enorme influencia no solo sobre Estados Unidos, sino sobre los países de habla inglesa en todo el mundo.
Una investigación de seis meses de The New York Times que abarca tres continentes e incluye más de 150 entrevistas describe cómo Murdoch y sus hijos en discordia convirtieron a sus medios en máquinas de influencia política de derecha que han desestabilizado la democracia en Norteamérica, Europa y Australia.
Estos son algunos de los principales hallazgos de la investigación del Times sobre la familia Murdoch y su participación en la ola política antiliberal de la derecha que se expande por todo el planeta.
Desde siempre, Fox News ha ejercido una fuerza gravitacional sobre el Partido Republicano en Estados Unidos, donde recientemente intensificó la revuelta nativista que ha impulsado el ascenso de la extrema derecha y la elección del presidente Donald Trump.
El periódico de Murdoch, The Sun, pasó años satanizando a la Unión Europea entre sus lectores del Reino Unido, donde ayudó a dirigir la campaña del brexit que convenció a una incipiente mayoría de electores en un referendo de 2016 de respaldar la salida del bloque. Desde entonces, ha reinado el caos político en el Reino Unido.
Y en Australia, donde su control de los medios está más expandido, los medios de Murdoch presionaron para que se derogara el impuesto al carbono en ese país y ayudaron a derrocar a una serie de primeros ministros cuya agenda él desaprobaba, incluyendo a Malcolm Turnbull el año pasado.
La familia Murdoch, cuya disfunción ha moldeado y reflejado el alboroto mundial de los años recientes, se encuentra en medio de la agitación.
El Times exploró esas dinámicas familiares y su impacto en el imperio Murdoch, que actualmente pasa por el momento más crítico de la sucesión, debido a que su patriarca de 88 años se prepara para entregar el poder al hijo cuyas políticas se asemejan más a las suyas: Lachlan Murdoch.
Resulta paradójico que una medida clave para dicha sucesión ha sido el desmantelamiento parcial del imperio, que se encogió de manera considerable el mes pasado cuando Murdoch vendió una de sus empresas, el estudio cinematográfico 21st Century Fox, a Walt Disney Company por 71.300 millones de dólares.
La venta hizo multimillonarios a los hijos de Murdoch y dejó a Lachlan con el control de un arma política poderosa: una empresa optimizada, Fox Corporation, cuyo activo más fuerte es Fox News.
La sucesión ha sido una fuente de tensión en la familia Murdoch desde hace años, en especial entre los hermanos Lachlan y James.
Los dos hijos de Murdoch son muy distintos. James quería que la empresa se centrara más en lo digital y fuera más moderada en lo político; Lachlan quería inclinarse por la política reaccionaria del momento.
Los hermanos han pasado toda la vida compitiendo para convertirse en el sucesor de su padre y ambos sentían que se habían ganado el puesto más alto. Cuando su padre decidió ascender a Lachlan y no a James, fue Lachlan quien notificó a James en una comida, lo cual agravó la ya deteriorada relación entre los hermanos.
James abandonó la empresa por un corto periodo en protesta, pero se vio motivado a regresar gracias a un acuerdo cuidadosamente elaborado, según el cual Lachlan quedaba a cargo, pero que aminoraba la humillación de James manteniendo la ilusión pública de que él era el heredero.
No obstante, todos estos planes de sucesión —así como el lucrativo negocio con Disney— cayeron en el caos el año pasado cuando Murdoch se fracturó la columna y perdió el conocimiento en un yate.
Se le llevó al hospital de inmediato y al parecer estuvo tan cerca de la muerte que su esposa, la modelo Jerry Hall, mandó llamar a sus hijos para que se despidieran de su padre.
Murdoch sobrevivió, pero su roce con la muerte solo subrayó la inestabilidad de su familia, que llega hasta el centro mismo de su imperio.
Los medios de Murdoch han promovido la política de derecha y han atizado el populismo reaccionario por todo el mundo en los últimos años.
Durante la campaña de 2016, Sean Hannity, presentador de Fox News, aconsejó a Michael Cohen, exabogado del presidente, que estuviera atento a las exnovias y los exempleados de Trump para que no le causaran problemas, según dos personas al tanto de las interacciones (Hannity niega haber dado tal consejo). Posteriormente, Cohen fue sentenciado a tres años en prisión por pagar sobornos por su silencio a dos mujeres que dijeron haber tenido amoríos con Trump.
El imperio Murdoch también ha dejado sentir su poder de manera evidente en Australia, que durante mucho tiempo fue dominio de Lachlan.
En ese país, Lachlan manifestó su desprecio por los esfuerzos para combatir el cambio climático y en una ocasión reprendió al personal de uno de los periódicos de la familia, The Australian, por un editorial en el que este se mostraba a favor del matrimonio igualitario (a través de un representante, dijo estar a favor de este tipo de matrimonio). También se acercó al político Tony Abbott, cuya elección de 2013 como primer ministro recibió el apoyo de los periódicos de Murdoch.
La familia Murdoch cambió la política australiana en 2016 cuando asumió el control de Sky News Australia e importó el modelo de Fox News. De inmediato, introdujeron una barra de programas de opinión de derecha que solían centrarse en la raza, la inmigración y el cambio climático. La programación comenzó a ser conocida como Sky After Dark (Sky después de la oscuridad).
El año pasado, Turnbull y su personal acusaron a Rupert y Lachlan Murdoch de usar sus medios para ayudar a promover el golpe en el interior del partido que lo destituyó del cargo de primer ministro en agosto. Turnbull, un político moderado y némesis de toda la vida de su amigo Abbott, fue remplazado por el nacionalista de derecha Scott Morrison.
Los Murdoch han negado cualquier tipo de participación en la caída de Turnbull.
James Murdoch se desilusionó con el imperio familiar años antes de que Lachlan surgiera como heredero. Llegó a considerar Fox News, en específico, como un lastre ideológico nocivo que limitaba los esfuerzos de la empresa para innovar y crecer.
Sin embargo, ni Lachlan ni Rupert creían lo mismo. Cuando Roger Ailes, el director ejecutivo de Fox News, fue retirado del cargo en 2016 en medio de un escándalo de acoso sexual, James quería renovar a la cadena para que fuera una fuente de noticias menos partidista. Incluso jugueteó con la idea de contratar a un ejecutivo de CBS, David Rhodes.
Sus propuestas no dieron frutos. Lachlan y Rupert se opusieron a cualquier cambio a la que consideraban una fórmula ganadora y optaron por quedarse con la programación incendiaria de Fox.
James, por su parte, creía haber visto en persona el daño que medios como Fox News estaban haciendo a la corporación.
James fue el rostro del imperio Murdoch en el Reino Unido durante un intento en 2010 de apoderarse de British Sky Broadcasting, compañía de la cual poseían una participación minoritaria.
Un escándalo de intervención telefónica, que obligó a James y a su padre a comparecer ante el parlamento para explicar por qué sus empleados habían intervenido los buzones de voz de ciudadanos privados, entre ellos el de una menor de 13 años muerta, echó por tierra esa apuesta. El escándalo obligó a los Murdoch a abandonar su oferta para comprar Sky.
Cinco años después, ante la presión de rivales digitales como Netflix y Amazon, la familia volvió a hacer una oferta para comprar Sky. James nuevamente actuó como el rostro público de la empresa y este nuevo intento volvió a colapsar con otro escándalo humillante.
En esta ocasión se centró en la cultura de Fox News, en la que las acusaciones de conducta sexual inadecuada y millones de dólares en acuerdos secretos para evitar juicios llevaron a la salida de Ailes; el conductor estrella Bill O’Reilly, y Bill Shine, un ejecutivo que después se fue a trabajar con el presidente Trump.
El comportamiento de Hannity, quien usó su programa para propagar teorías conspiratorias sobre la muerte de un miembro del personal del Comité Nacional del Partido Demócrata llamado Seth Rich, también motivó a que se cuestionara la ética corporativa de este medio en el Reino Unido.
Tras meses de someterse a la revisión de reguladores —y de alboroto al interior de 21st Century Fox— el gobierno británico emitió una reprimenda devastadora en contra de los Murdoch el año pasado.
El Reino Unido no solo bloqueó la oferta que hizo la empresa para adquirir Sky, también dictaminó que ningún miembro de la familia Murdoch podía trabajar en Sky en ninguna cargo, incluido su consejo de administración. En aquel momento, James era presidente del consejo de Sky.
La humillación fue tal, que convenció a James, de una vez y para siempre, de que el imperio familiar no podría sobrevivir a su propia política y cultura. Para Lachlan, en cambio, fue la validación de su creencia de que James, quien no logró hacerse de Sky anteriormente, había sido el hombre equivocado para esa tarea.
De cualquier forma, debido a que dicha situación dejó fuera del alcance de la familia un flujo de ingresos tan necesario, ayudó a que la venta de 21st Century Fox fuera inevitable.
James y Lachlan diferían por completo en cuanto a la posibilidad de vender 21st Century Fox a Disney. James presionaba fuertemente a favor de la venta, la cual se completó el mes pasado; Lachlan se oponía a ella de manera virulenta.
Lachlan hacía saber su total rechazo al acuerdo debido a que disminuía considerablemente la empresa que él dirigiría algún día, motivo por el cual regresó de Australia, según comentarios de gente cercana a su hermano. Su opinión era tan inflexible que incluso amenazó a su padre con dejar de hablarle si seguía adelante con la venta. Murdoch ignoró dicha amenaza (que Lachlan negó haber hecho).
La oposición de Lachlan también se vio motivada en parte por sus sospechas de que el juicio de su hermano se había nublado por la ambición personal, según confesó gente cercana a Lachlan. Lachlan pensaba que James estaba dispuesto a vender 21st Century Fox por menos de lo que valía porque quería que el acuerdo de venta incluyera un trabajo para él en Disney.
La venta transformó a Disney en un gigante mediático y un trabajo ahí le habría permitido a James posicionarse como sucesor de su director ejecutivo, Robert A. Iger. También le habría permitido escapar de la empresa familiar, de su pasado político y de la posibilidad de trabajar para Lachlan.
Los dos hermanos estaban siempre en desacuerdo. Cuando James quiso responder a la prohibición de viajar impuesta por el presidente Trump en 2017 con una declaración para tranquilizar a sus empleados musulmanes, Lachlan se opuso enérgicamente. Cuando James compró la mansión de su padre en Beverly Hills por 30 millones de dólares, Lachlan, quien también había querido la casa, se enojó tanto que su padre le dio algunos de sus muebles antiguos. James pensó que también los había adquirido.
Durante las negociaciones con Disney, a Murdoch le preocupó tanto que las ambiciones de James pudieran interferir con el acuerdo que decidió asegurarle a Iger que la contratación de su hijo en Disney no era una condición. Al final, la venta se llevó a cabo, pero James no obtuvo el empleo. Hoy, los dos hermanos apenas se hablan.
Después del acuerdo con Disney, se puso a prueba el compromiso de los hijos de Murdoch con lo que quedaba de su imperio mediático.
El acuerdo de Disney les hizo ganar una enorme cantidad de dinero: Murdoch recibió 4000 millones de dólares y cada uno de sus hijos, 2000 millones de dólares. Como ejecutivos de 21st Century Fox, Lachlan y James recibieron 20 millones de dólares adicionales en acciones de Disney además de cláusulas de garantía o blindaje por un valor de 70 millones de dólares cada uno.
Murdoch había estructurado sus empresas, 21st Century Fox y News Corporation, de tal modo que el Fideicomiso de la Familia Murdoch tuviera una participación de control en ambas. Él tenía la mitad de los ocho votos del fideicomiso; los cuatro restantes estaban divididos entre sus cuatro hijos adultos. Se les prohibió vender esas acciones a terceros.
James se aventuró por su cuenta a finales de 2018. Para que la ruptura con la empresa fuera más definitiva, él y sus hermanas, Elisabeth y Prudence, ofrecieron vender sus acciones a Lachlan.
Murdoch aprobó la idea y exhortó a Lachlan a comprar las acciones de sus hermanos. De esta forma, padre e hijo serían dueños de la empresa.
Los banqueros prepararon los documentos para ejecutar la venta, pero Lachlan cambió de opinión; dijo que no era factible en términos financieros, aunque la decisión suscitó preguntas sobre su compromiso con la empresa.
Allegados a James dijeron que creían que Lachlan no estaba seguro de querer quedarse en la empresa después de que el acuerdo con Disney se completara. Incluso dijeron que tal vez quiera regresar a Australia.