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La ciudad donde las serpientes son la atracción turística

La ciudad donde las serpientes son la atracción turística
En un parque local se ubica una estatua de dos serpientes de grandes dimensiones entrelazadas llamadas Sara y Sam. - Aaron Vincent Elkaim para The New York Times

Tokio tiene sus cerezos, los Países Bajos sus campos de tulipanes y París se ofrece a sí misma. Pero la provincia canadiense de Manitoba también tiene una atracción primaveral sorprendentemente inconfundible: decenas de miles de culebras concupiscentes que se retuercen dentro de fosos.

NARCISSE, Manitoba — Si bien la agencia de turismo de Manitoba no promociona a las madrigueras de serpientes de Narcisse con el mismo celo que al Museo Canadiense de Derechos Humanos, que está en Winnipeg, durante unos cuantos días de primavera el ritual anual de apareamientos de la culebra rayada atrae a miles de personas (tanto a los que no les gustan las serpientes como a los que sí) a una parte de la provincia que de otro modo pasaría desapercibida.

El área alrededor de Narcisse es muy atractiva para las serpientes por las mismas razones que motivaron a muchos agricultores a abandonarla hace décadas: hay una capa superficial de tierra muy delgada sobre piedra caliza, que el agua gradualmente ha erosionado, lo que ha creado una red de pequeñas cuevas a las que se puede entrar a través de sumideros.

En un lugar que es famoso por ser frío, incluso para los estándares de Canadá, este es el sitio perfecto para que las serpientes pasen el invierno.

El momento en que emergen las culebras cada primavera y los diez días que se la pasan retozando para celebrar dependen del clima y es difícil predecir cuándo serán. Las nubes, las temperaturas frías y las lluvias son elementos que pueden mantenerlas bajo tierra.

Muchos años, salen reptando a tiempo para que el avistamiento de culebras sea una actividad popular del Día de las Madres. En la fría primavera de este año, emergieron a finales de mayo.

“Probablemente sea la concentración de serpientes más grande del mundo”, dijo Robert Mason, un profesor de Biología Integrativa en la Universidad Estatal de Oregon que ha llegado a Narcisse todas las primaveras desde 1982.

“Me sorprende cuántas personas quieren ver estas culebras”, comentó. “Son embajadores perfectos para el mundo de los reptiles”.

A pesar de esta atracción, Narcisse es prácticamente un pueblo fantasma. El sitio más prominente del pueblo es una estación de gasolina que desde hace mucho está abandonada, junto a las ruinas de lo que fue una casa.

Los científicos, incluyendo a Mason, suelen llevar a cabo sus investigaciones en áreas de fosos de serpientes más pequeñas que están en terrenos privados. Pero el servicio de vida silvestre de Manitoba ha establecido un parque en la zona de lo que prefiere designar madrigueras de serpientes (y no “fosos de serpientes”), que son el hogar invernal de unas 70.000 criaturas.

Las culebras son inofensivas para las personas. Si bien pueden morder, el efecto se siente más como un golpe con la cabeza que como un desgarramiento de la piel.

El parque, al norte de Narcisse, se ve bastante inofensivo. Tiene bancas para hacer pícnic, páneles con información y caminos ondulantes de grava que se extienden por un bosque de álamos y una pradera.

Los puntos de interés son cuatro sumideros que están repartidos en distintas zonas del terreno. Durante un par de días de la erupción de este año, la madriguera de serpientes número dos fue la que tuvo mayor actividad.

La madriguera, que es del tamaño de un comedor grande y de unos 3 a 4,5 metros de profundidad, al inicio parece estar cubierta de alguna clase de vegetación verde. Pero, conforme se va moviendo, al instante es evidente que está llena de culebras serpenteantes, de las cuales la mayoría tiene el grosor de un rotulador y la más grande quizá sea de unos 45 centímetros de largo.

En diferentes lugares de la madriguera, las culebras más grandes (las hembras, como bien saben los visitantes que han leído la información de los páneles) se entrelazan en bolas de culebras formadas por machos más pequeños, que a veces se mueven de manera frenética.

“Al principio me daban ansias porque están muy enredadas, además es el tapete más viscoso que he visto en mi vida”, relató Janet Sustrik, una artesana que había hecho el viaje desde Winnipeg por primera vez con su esposo y dos hijos. Los niños faltaron a la escuela para hacer esta excursión.

“Pero luego, cuando tienes la oportunidad de alzar una, te das cuenta de que las serpientes no son tan feas, en realidad son unas criaturitas hermosas y dóciles. Me daban mucho miedo antes de tocaralas hoy”, dijo Sustrik.

En una visita reciente al parque, parecía que la atracción principal eran las bolas de culebras que se movían, tanto para aquellos que viajaban por su cuenta como para dos grupos escolares de Winnipeg que crearon un caos al llegar al mismo tiempo.

Abby Tye, una estudiante que trabaja como la única intérprete del lugar, explicó, de la manera más discreta posible, que cuando las culebras emergen, no están pensando en comer ni en dirigirse a sus hogares de verano en las tierras húmedas que están a más de 20 kilómetros. Aparearse es lo único que les exige su instinto.

Un pequeño problema: hay cien o más culebras macho por cada hembra.

Pero las bolas, que se forman y se desbaratan de manera espontánea, no son orgías de culebras, dijo Mason.

“Aquí se pone fea la cosa. La están hostigando”, explicó.

El objetivo de los machos es irritar a la hembra a tal punto que abra una glándula para rociar un olor repelente con el fin de deshacerse de los machos. Lo malo es que dicha abertura también puede permitir que al menos uno de los machos copule con ella.

Los visitantes parecían más azorados que aterrorizados por el espectáculo de las culebras. En una observación muy poco científica, los hombres parecían más renuentes a alzar una que las mujeres. La misma distinción, sin embargo, no era aparente entre los niños de edad escolar.

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