Una de las mejores funciones del internet es la satisfacción a la carta.
Si buscas un video que tenga la etiqueta “satisfactorio”, podrás invocar una sensación hipnótica en tu pantalla: hermosas barras de jabón cortadas en listones delgados, masa fresca procesada en una máquina para pasta, glaseado vertido sobre una galleta, una araña que teje su tela. Satisfacen cierta inquietud mental. El contenido parece entrar directamente a nuestro cuerpo sin pasar por el cerebro. El slime es la satisfacción hecha objeto; se trata de una sustancia suspendida en la frontera entre el estado líquido y el sólido, además de lo que vemos en la realidad y lo que observamos a través de una pantalla.
Los videos de slime, o moco, que primero se hicieron populares gracias a los usuarios de Instagram en Tailandia e Indonesia, se han vuelto parte del contenido satisfactorio en internet y ahora han llegado a las escuelas primarias de Estados Unidos. Se trata de un arte, una comunidad y una industria: gratificación sensorial envasada y comercializada. Combinando los materiales domésticos más comunes —detergente para ropa, brillantina, pegamento— obtenemos una sustancia exótica.
Aunque este moco brillante y elástico es una estrella natural del internet visual, anhela ser tocado, estirado, rebotado, apretado y torcido. Puede ser suave y esponjoso, lechoso y satinado, liso y mantecoso, o grueso y crujiente. Si logras doblar y torcer el slime de la manera adecuada, escucharás un sonido agradable, como el de las burbujas que estallan, los besos que truenan o un ruido oclusivo que los aficionados del slime han llamado el “thwock”. El slime también es un vehículo para los olores. Los especímenes más cautivadores tienen dulces fragancias frutales o florales.
El único sentido que no activa el moco es el del gusto. En cambio, sugiere la idea de la comida. Los slimes siempre han tenido una conexión visual con el dulce de algodón y el helado suave, pero últimamente se han presentado de manera más explícita como si fueran postres. Chloe Park, de 32 años, la aficionada al slime responsable de la ingeniosa tienda digital Slime New York, dice que el moco que mejor se ha vendido en la historia de su negocio es el Cotton Candy Squish, una mezcla suave, densa y de color rosa con azul que tiene un precio de 8 dólares por un recipiente de 85 gramos.
Desde entonces, Park ha creado slimes que parecen cocteles falsos, raspados de hielo, malvavisco, helado y merengue. Su moco Mint Choco Chip Ice Cream no se siente como helado real, más bien insinúa “la idea de tocarlo sin que se derrita en tus manos”, comenta.
Park comenzó a fabricar slime hace varios años después de adentrarse en esta satisfactoria tendencia en internet; veía videos del moco en Instagram y pensaba: “Me muero por tocarlo”. En ese entonces el internet no estaba saturado de tiendas y tutoriales para hacerlo tú mismo, como ahora, así que experimentó para crear el suyo. Al principio estaba decepcionada —sus intentos resultaban demasiado sólidos, demasiado blandos, demasiado aguados o pegajosos— pero ahora es una de las creadoras de slime más talentosas del internet. Park envía de cuatrocientos a quinientos recipientes de moco a la semana desde su departamento de una sola habitación en Weehawken, Nueva Jersey. Su esposo renunció a su empleo para ayudarla con su empresa de tiempo completo. Park mantiene a sus padres con las ganancias que obtiene de su negocio.
En su habitación adaptada —su cama se encuentra en la sala— Park combina enormes lotes de bases de slime en una mezcladora fija de nivel comercial. Sungyeop Jo, su esposo, la ayuda con su fuerza, entre otras cosas; las enormes cantidades de moco requieren bastante fuerza en el torso. Las bases se conservan durante aproximadamente dos días antes de comenzar a volverse más solidas. Park separa las bases en contenedores más pequeños y afina cada una con su propia textura sublime, tonos color pastel y figuras miniatura con forma de granos de café, chispas de colores, pequeñas ballenas o cuernos de unicornio. También les añade aceites esenciales. La fragancia es “muy importante”, dijo Park. Si no se ajusta a la presentación visual, “puede arruinar todo el slime”.
Cuando terminan un lote, Park publica el resultado en Instagram. Filman los slimes con cámaras profesionales, graban sus sonidos con un micrófono que utilizan los aficionados a las respuestas sensoriales meridianas autónomas (ASMR), y los manipulan para que adopten formas agradables mediante el toque de Park, cuyas manos operan con el cuidado de una chef repostera o una masajista y siempre están recién salidas de la manicura. “Es parte del trabajo”, dijo. Durante una visita reciente, tenía las uñas pintadas con un brillo sutilmente púrpura y combinaban con un slime iridiscente color lavanda que acababa de preparar.
Aunque el slime puede ser un negocio lucrativo, también es una tendencia muy lúdica. Se ha convertido en un símbolo de la infancia moderna y, en específico, de lo que significa ser niña. Park tiene fanáticos de todas las edades, pero su audiencia principal son los niños de primaria y secundaria, muchos de los cuales se sienten atraídos al moco por sus propiedades relajantes. Quizá las cualidades del slime que lo hacen parecer un postre son particularmente atractivas para los niños, que a menudo se topan con postres que generalmente no pueden comer y que definitivamente no pueden manosear. El moco les ofrece la experiencia de poder jugar con la comida, apretar un remolino perfecto de helado suave en tu puño para después devolverlo a su forma original.
Para Anaiya Shirodkar y Lily Lokoff, dos exitosas niñas de sexto grado en Filadelfia que mezclan lotes de moco en la cocina de sus padres como pasatiempo, el slime representa la unión de la creatividad clásica de “hazlo tú mismo” y la cultura infantil moldeada por YouTube. Los algoritmos presentan videos que ofrecen nuevas recetas de moco que probar y juegos que experimentar. Pueden jugar a que recrean los “desafíos” que graban los usuarios de YouTube, como tratar de preparar el slime con una venda en los ojos.
El slime se inspira en las imágenes en pantalla, pero también es un escape de ellas; no puedes estar pegado a tu celular cuando tienes las manos cubiertas de pegamento. Además, representa la tendencia del internet de crear un mercado hasta para las actividades más puras. La escuela de Lily acabó con una red de comercio de slime después de que provocó demasiado drama; Anaiya y Lily vendieron frascos de moco en la acera después de una piyamada. Como lo escribió Taylor Lorenz, autora en The Atlantic, “las tiendas de slime son los nuevos puestos de limonada”.
También es cierto que simplemente se siente rico. Cuando les pregunté a Anaiya y a Lily cómo describirían la sensación del moco, ambas respondieron: “Satisfactoria”.
Quizá no es coincidencia que el moco haya ganado popularidad ahora que nos definimos por nuestras ansiedades, nuestros problemas con la comida y nuestros esfuerzos para protegernos de todo eso con actividades de autocuidado. El internet puede replicar y exacerbar estos factores de estrés, pero el slime puede funcionar de la manera opuesta, como una suerte de depurador de contenido. La palabra “satisfacer” viene del término en francés antiguo satisfaire, que significaba saldar una deuda u ofrecer indemnizaciones. Quizá eso es el slime: la expiación del internet para todo lo demás.
Amanda Hess es crítica, escribe sobre la cultura del internet para la sección de Arte y contribuye de manera regular a The New York Times Magazine.
Yael Malka es una fotógrafa que vive en Brooklyn.