Cuando Keanu Reeves subió al escenario de una conferencia sobre videojuegos en Los Ángeles, en junio, Peter Sarkisyan se quedó atónito ante la presencia del actor, que parecía trascender su forma terrenal.
Tal vez fue por cómo lucía la silueta larguirucha de Reeves envuelta en el humo teatral. O tal vez fue la conexión que siente con el actor quien, como la madre de Sarkisyan, nació en Líbano y hace donativos para la investigación sobre el cáncer. Reeves era el hombre que Sarkisyan quisiera ser, así que le gritó desde su asiento entre el público: “¡Me dejas sin aliento!”.
“Pensé: ‘Soy yo en el futuro’”, dijo en una entrevista reciente Sarkisyan, un jugador en línea de 33 años que usa el nombre Peter Sark. “Keanu dice siempre pura verdad. Es buena persona con todos. Solo dije lo que todos ahí estaban pensando”.
Durante casi tres décadas de carrera fílmica, Reeves ha sido una presencia indescifrable, ya sea el héroe renuente de la serie de películas Matrix (que recaudó 1600 millones de dólares en taquilla global) o el asesino amante de los perros de John Wick y hasta aquel hombre que luce triste mientras come un sándwich que se volvió fuente de memes.
La gente le proyecta al actor de 54 años lo que quieren ver en sí mismos. “Tiene una ambigüedad”, dijo William Irwin, profesor de Filosofía del King’s College en Pensilvania que se especializa en la intersección de cultura pop y filosofía. “No es andrógino, pero tampoco un macho alfa. Es tanto masculino como femenino, de cierta manera”.
Al igual que Bill Murray se volvió casi un santo popular después de Cazafantasmas, Reeves es accesible y al mismo tiempo, no lo es tanto. Es un ícono pop de la era en la que la gente busca la conciencia plena para intentar encontrarle sentido a un mundo cínico y confuso.
Míralo: ahí está, tan pensativo. Como cuando apareció en el programa nocturno de Stephen Colbert y este le hizo una pregunta medio en broma: “¿Qué crees que sucede cuando morimos, Keanu Reeves?”. El actor suspiró. “Sé que quienes nos aman nos extrañarán”, dijo.
Y es que también es muy refrescante ver a una celebridad tan cómoda con la fama en esta era de tantos influenciadores que siempre lucen artificialmente perfectos. En marzo, Reeves y otros pasajeros de un vuelo que iba de San Francisco a Burbank, California, se quedaron varados en Bakersfield. En Instagram apareció un video de un Reeves arrugado que leía en voz alta para los demás a bordo de una van.
Hay a la venta velas para rezar con la imagen de Reeves y Amazon ofrece diarios que tienen inscrito en cada día: “¿Que haría Keanu Reeves?”. BuzzFeed hizo aparecer al actor en un video en el que juega con cachorros mientras responde preguntas de sus admiradores (“No, no vamos a jugar en la pipí de perritos”, le dice tiernamente a uno de los cachorros). Tiene su propio festival fílmico, KeanuCon, y sus aficionados hace poco empezaron una petición para que la revista Time lo nombre la Persona del Año. (Ya tiene más de 150.000 firmas).
La respuesta de Reeves al comentario adulador de Sarkisyan también fue muy representativa del actor, con la exuberancia a la que nos tiene acostumbrados y que mostraba de adolescente en los años ochenta, esa misma cualidad que quedó plasmada en Bill & Ted’s Excellent Adventure (Bill y Ted). “¡Tú me dejas sin aliento!”, gritó desde el escenario, y el público gritó con entusiasmo. “¡Todos ustedes me dejan sin aliento!”.
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Reeves es extremadamente discreto y lo que se sabe de él es un terreno ampliamente recorrido. Su padre lo abandonó cuando era niño, luego fue arrestado en 1994 por narcomenudeo y pasó dos años en prisión. Reeves nació en Beirut y se crio en Toronto antes de mudarse a Los Ángeles para intentar ser actor. Su madre, diseñadora de vestuario, es inglesa; su padre es de ascendencia china y hawaiana. A finales de los años noventa él y su entonces novia, Jennifer Syme, tuvieron un hijo que nació mortinato. La pareja se separó y dos años después Syme falleció en un accidente automovilístico. Reeves tiene una casa en Hollywood Hills, es aficionado de las motocicletas y es zurdo.
Tal vez detrás del gran atractivo está su aparente vulnerabilidad. “Tiene muchos intereses y aficiones, pero no se da aires”, dijo Irwin. “No pretende ser algo que no es; tiene una cualidad de siempre estar en busca de algo”.
De sus papeles en el cine, el crítico cultural Joe Queenan dijo en un artículo de 2018 en The Guardian: interpreta papeles que “la audiencia ve con más afecto que con reverencia o idolatría, como un hermano menor que tiene demasiado en el plato y tal vez necesite ayuda de otros para sobrevivir”.
Claro que su renovada popularidad podría deberse a la publicidad de la maquinaria de Hollywood. En 2016 Reeves dejó a sus agentes de siempre de Creative Artists Agency y se fue con la empresa rival William Morris Endeavor Entertainment. Reeves ha estado promocionando por todas partes John Wick 3: Parabellum, que fue su primer película número uno en taquilla en once años; en Quizá para siempre (Always Be My Maybe) de Netflix se parodia a sí mismo; le da voz a un personaje en Toy Story 4, y hace poco anunció que habrá una tercera película de Bill & Ted, más de treinta años después de la original.
Sin embargo, su cualidad de hombre común y corriente ya había quedado en evidencia mucho antes de este ímpetu publicitario reciente. En 2014, la actriz Olivia Spencer contó en televisión que Reeves una vez la ayudó a empujar su auto cuando se descompuso en una calle de Los Ángeles. Ese mismo año se reportó que en una fiesta alguien perdió una tarjeta de crédito y que él se encargó personalmente de devolverla. Hace casi una década la gente lo captó en el metro levantándose de su asiento para dárselo a una mujer con una bolsa pesada y en agosto se tomó el tiempo de posar con una pareja que estaba por casarse en Santa Cruz, California.
Yo, como muchos otros, he sido testigo directo de su amabilidad. En 2003 fui al estreno de Matrix revoluciones en Los Ángeles, con mi sobrino adolescente. Reeves estaba en una esquina y un publicista me preguntó si queríamos conocerlo. El actor se presentó con mi sobrino, le dio la mano y le preguntó si le gustaba el colegio (Reeves dejó sus estudios al mudarse a Los Ángeles). Hablaron de la ciencia y de hacer buceo; Reeves le sugirió a mi sobrino un libro favorito del que no recuerdo el título. Unos años después, volví a ver a Reeves en una fiesta; sin que yo le dijera nada se acordó de mi sobrino y me preguntó cómo estaba.
Reeves ha tenido grandes éxitos con sus franquicias, desde El matrix hasta la hiperviolenta John Wick, pero también ha aparecido en muchos filmes nada memorables o que han fracasado en taquilla a pesar de que su popularidad en línea sigue aumentando.
En 2014, en una entrevista con el sitio noticioso sobre filme independiente IndieWire, le preguntaron si prefería hacer películas pequeñas en vez de las de grande presupuesto que había protagonizado. “No realmente”, indicó, más de una década después del fin de Matrix. “No me han llegado muchas ofertas de los estudios”, dijo Reeves.
Agregó que le daba gusto solamente poder trabajar. “Quiero seguir avanzando, hacer cosas y contar historias”, comentó. Y muy poco tiempo después, salió John Wick, que ha ido creciendo en popularidad global: la primera recaudó 88,7 millones de dólares; la tercera recién estrenada sumó 276,5 millones de dólares para un total de 536,7 millones por toda la franquicia. Y para 2021 ya se espera una cuarta película.
Cuando se estrenó Toy Story 4 en junio, un entrevistador le preguntó a Reeves qué opinaba de su nuevo apodo en línea: el novio de internet.
“¿Que me nombraron qué?”, preguntó.
“Es que todos están babeando contigo en internet”, le explicó el entrevistador.
Reeves se quedó viendo hacia el piso, la alfombra roja. “Eso es, bueno, algo loco”, respondió.
Y luego, siempre consciente, agregó: “Pues la positividad siempre se agradece, sabes”.