Poco después de que Ghislaine Maxwell llegó a Nueva York proveniente de Inglaterra a principios de la década de los noventa, estuvo buscando un nuevo comienzo. Acababa de perder a su padre, un magnate británico de los medios, junto con gran parte de la fortuna de su familia y su posición social.
Al poco tiempo, se recuperó con la ayuda de su nuevo novio, Jeffrey Epstein, un financiero adinerado. Era el comienzo de una relación mutuamente benéfica. Con Epstein, Maxwell pudo resucitar el estilo de vida que codiciaba.
Volaba en su avión privado, vivía en sus mansiones de Nueva York y Florida, y terminó por tener su propia casa adosada de cinco pisos en Manhattan. A Epstein, que había crecido en Coney Island y no había terminado la universidad, la sociable Maxwell le proporcionó nuevos senderos sociales. Entre sus amistades importantes estaba el príncipe Andrés del Reino Unido, que se convirtió en un invitado frecuente en las casas de Epstein.
Ahora, tras la acusación federal contra Epstein por cargos de tráfico sexual y abuso de niñas, cada vez hay más preguntas sobre qué más ocurría en su relación cercana con Maxwell.
Epstein se declaró inocente; ella ha negado todo acto indebido y no ha sido acusada penalmente. Sin embargo, en años recientes, Maxwell ha llegado a acuerdos de confidencialidad en el tribunal civil con dos mujeres que dicen que ella participó en el abuso sexual que Epstein cometió en contra de ellas. Se espera que en las próximas semanas se divulguen miles de actas selladas de uno de esos casos, lo cual podría revelar más sobre la presunta conducta predatoria de Epstein y lo que Maxwell quizá haya sabido al respecto.
Está claro que su colaboración era profunda y compleja, y continuó incluso después de que terminó su romance. A lo largo de más de una década, Maxwell, ahora de 57 años, ayudó a administrar las casas de Epstein, facilitar sus relaciones sociales y reclutar a masajistas para ayudar a satisfacer su apetito al parecer insaciable por los masajes, de acuerdo con sus exempleados. Algunas de las acusadoras de Epstein afirman que, en su experiencia, los masajes eran solo un pretexto para el abuso sexual de Epstein, de acuerdo con actas judiciales.
Una exempleada de la mansión de Epstein en Palm Beach, Florida, se refirió a Maxwell como “la señora de la casa”. Euan Rellie, una banquera de inversiones que asistía a las cenas que organizaban Maxwell y Epstein en Nueva York, dijo que “parecía ser tanto su novia como su empleada, su mejor amiga y su encubridora”.
En las actas judiciales, una de las acusadoras de Epstein usó otra palabra: madrota o madama.
Después de que Epstein se declaró culpable en 2008 respecto de los cargos del estado de Florida de haber solicitado servicios de prostitución y cumplió trece meses en la cárcel del condado de Palm Beach, Maxwell siguió con su vida y continuó cultivando otras conexiones de alto perfil y, al parecer indemne, no se vio afectada por su larga relación con Epstein. Emprendió causas medioambientales y fundó una organización sin fines de lucro para salvar los océanos. Dio una conferencia en un evento de TED. Y siguió recorriendo los círculos sociales: asistió a la boda de Chelsea Clinton, fue fotografiada junto a Arianna Huffington y Martha Stewart y la vimos sonriendo al lado de Elon Musk en la fiesta de los Premios Oscar de Vanity Fair.
Sin embargo, también había señales de problemas. En 2015, una demanda que acusaba a Maxwell de complicidad en los abusos de Epstein atrajo la atención de los medios. En 2016, la casa adosada del Upper East Side donde había vivido se vendió y ella desapareció de los círculos de fiestas de Nueva York. Al año siguiente, sus abogados afirmaron que estaba en Londres, pero dijeron que no conocían su dirección, lo cual enfureció a un juez que se encargaba de otra demanda en su contra. El fin de semana pasado —tan solo una semana después de que se revelaron al público los nuevos cargos presentados por los fiscales federales neoyorquinos en contra de Epstein— la organización sin fines de lucro de Maxwell, TerraMar Project, fue cerrada. El sitio web publicó un mensaje que decía que “le entristecía anunciar que cesaría todas sus operaciones”.
Christopher Mason, un viejo amigo, estableció una conexión entre los escándalos en los que se ha visto involucrada Maxwell; el primero, tuvo que ver con su padre, cuya vida terminó en desgracia y, en el segundo, participa Epstein, el personaje masculino más definitorio en su vida adulta.
“Su padre era un canalla temerario”, dijo Mason en una entrevista. “Jeffrey tenía una personalidad menos sociable, pero también era temerario a su manera”.
Una resurrección financiera
Maxwell creció en una mansión de 53 habitaciones en Buckinghamshire, donde las actividades de su infancia incluían zarpar en un yate de la familia llamado Lady Ghislaine y convivir con aristócratas y la realeza. Su padre, Robert Maxwell, fue un héroe de la Segunda Guerra Mundial nacido en la República Checa que fundó Pergamon Press, una casa editorial muy exitosa de libros médicos y científicos. Después de eso, compró tabloides británicos, entre ellos The Mirror, así como una participación en MTV Europe y el gigante editorial estadounidense Macmillan.
Maxwell era la más joven de nueve hijos y, si el nombre del yate es indicación alguna, la favorita. Asistió a Oxford y se mudó a Nueva York en 1991, más o menos cuando su padre compró The Daily News.
Sin embargo, ese mismo año, su padre cayó de su bote, murió y dejó una enorme deuda; poco después se reveló que había saqueado las pensiones de sus empleados. Con gran parte del imperio editorial de su familia ahora en el pasado, Maxwell se mudó a un apartamento modesto en el Upper East Side.
No obstante, en cuanto ella y Epstein comenzaron a salir, estuvo de regreso en el tipo de residencias de lujo que deseaba.
Juan Alessi, quien ayudó a administrar la mansión de Palm Beach de Epstein durante una década, describió a Maxwell básicamente como su supervisora, de acuerdo con una declaración en un caso civil presentado por algunas de las acusadoras de Epstein. “Me decía: ‘Voy a cuidar la casa’”, recordó.
En cuanto Maxwell comenzó a pasar más tiempo en la casa de Florida a finales de la década de los noventa, los visitantes empezaron a llegar, entre ellos mujeres jóvenes, desde la zona de Palm Beach y Europa. Celebridades como David Copperfield y Donald Trump. Se construyó un nuevo pasillo de invitados en la casa; el príncipe Andrés era uno de los visitantes asiduos, comentó Alessi.
Rellie dijo que Epstein le parecía esquivo al grado de la prepotencia. En una fiesta que organizaron el financiero y Maxwell en Nueva York a finales de la década de los noventa, Epstein no apareció hasta que todos los invitados habían tomado asiento.
El verdadero atractivo era Maxwell, la “persona presentable, agradable y encantadora”, dijo Rellie. “Una gran parte del motivo por el que la gente le hablaba era Ghislaine”.
Mason, un periodista y autor que escribe sobre los ricos, la describió como “descarada” —hablaba abiertamente sobre el sexo— “fantásticamente amena” y graciosa, pero también vulnerable. Era hermosa, con cabello negro y corto, pendientes largos y pantalones o vestidos ajustados y zapatos de tacón alto.
En 1994, Maxwell eligió a Mason para que cantara una canción procaz en la fiesta de cumpleaños de Epstein que hacía referencia a la relación sexual de la pareja.
Rellie sabía que Maxwell, cuyos abogados no respondieron las solicitudes para hacer comentarios, venía de una familia que había estado envuelta en el escándalo, pero dijo que le daba una suerte de efervescencia. “Ese era parte del misterio”, comentó. “A la gente neoyorquina le encanta escuchar historias salaces. Tener a alguien con un pasado colorido, incluido un padre que era controvertido, la volvía una persona interesante”.
En el año 2000, se mudó a una casa adosada de 650 metros cuadrados en el número 116 de la calle East 65th —a menos de diez cuadras de la mansión de Epstein— que fue adquirida a un costo de 4,95 millones de dólares por una sociedad anónima de responsabilidad limitada, con una dirección que coincide con la oficina de J. Epstein & Co. El comprador fue representado por Darren Indyke, el abogado de mucho tiempo de Epstein. Maxwell comenzó a recibir a personajes de Park Avenue que constataron el ambiente que mezclaba el art déco con el estilo de Downton Abbey, con habitaciones de colores brillantes y superficies de espejo. (“Una mezcla de estilos pesados”, como lo describió un amigo).
En un artículo de Vanity Fair de 2003, Epstein describió a Maxwell como su “mejor amiga”. Dijo que no era parte de su nómina, aunque el artículo señalaba que parecía organizar gran parte de su vida.
Un anuncio que apareció en Yoga Journal diez años atrás buscaba a una instructora de yoga para “una persona privada” con “fantásticas ventajas como muchos viajes”. El número publicado era el de la oficina de Epstein. Las interesadas debían llamar a la “señorita Maxwell”.
Ella continuó viviendo al menos por temporadas en las casas de Epstein en Nueva York y Florida. “Maxwell era la señora de la casa”, dijo Alfredo Rodríguez, que trabajó en la mansión de Palm Beach en 2005, y explicó que los gastos de la casa eran pagados a partir de una cuenta de banco a nombre de Maxwell, de acuerdo con la declaración de un caso judicial.
Más que masajes
Epstein buscaba una fuente constante de jóvenes hermosas, entre ellas modelos, que se esperaba que lucieran atractivas mientras pasaban el rato en sus casas o viajaban en su avión privado.
Las casas tenían mesas de masajes en varias habitaciones y masajistas que atendían a Epstein, Maxwell y los invitados que se quedaban ahí. Alessi contó a más de doscientas personas que fueron a la casa de Palm Beach para proporcionar masajes a lo largo de varios años, y dijo que Epstein solicitaba hasta tres masajistas al día.
Maxwell ayudaba con el reclutamiento, de acuerdo con exempleados.
“Recuerdo una o dos ocasiones en las que me decía: ‘Juan, dame una lista de todos los spas del condado de Palm Beach”, dijo Alessi. “Y yo la llevaba en auto de uno a otro”.
Durante algunas sesiones de masajes, Epstein también se aprovechaba y abusaba sexualmente de las chicas, de acuerdo con cargos judiciales y varios casos civiles que se han presentado en su contra. Dos acusadoras han dicho que Maxwell participó en el abuso.
En una demanda de 2009 en contra de Epstein, Virginia Giuffre alegó que Epstein y Maxwell abusaron sexualmente de ella desde que tenía 16 años. Dijo que había estado trabajando como asistente de vestuario en el Club Mar-a-Lago cuando Maxwell la invitó a la casa de Epstein con la promesa de que podría aprender terapia de masajes y ganar mucho dinero. Una vez que estuvo ahí, Maxwell ayudó a Epstein a obligarla a realizar actividades sexuales con él, y después le pagó 200 dólares ese día. Dijo que fue el comienzo de un arreglo que duró varios años. También afirmó que Maxwell le tomó fotografías sexualmente explícitas. Maxwell negó las acusaciones.
En una declaración jurada en un caso civil aparte, Maria Farmer afirmó que Epstein y Maxwell la atacaron sexualmente en 1996 cuando era estudiante de posgrado y que también llevaron en avión a su hermana de 15 años a su rancho en Nuevo México, le ordenaron que se quitara la ropa y la tocaron de manera inapropiada.
Sarah Ransome, otra mujer, también presentó una declaración jurada en ese caso y dijo que cuando tenía 22 años aceptó invitaciones de Epstein a las Islas Vírgenes de Estados Unidos, donde tuvo “relaciones sexuales” con él y con otros invitados, de acuerdo con actas judiciales. Dijo que Maxwell había reclutado a otras mujeres para Epstein, algunas de ellas jóvenes adolescentes, y dijo que “parecía estar a cargo de sus actividades, incluido lo que hacían, con quién lo hacían y cómo se suponía que debían mantener la compostura”. Maxwell y Epstein no han respondido públicamente a las afirmaciones de Farmer o Ransome.
En otra demanda, Ransome alegó que Epstein, Maxwell y otros tres cómplices participaron en una operación de tráfico sexual que tenía como objetivo mujeres jóvenes. Ellos negaron las acusaciones y el caso dio como resultado un acuerdo confidencial.
Desaparición
Después de que Epstein regresó de la cárcel, se acabaron sus apariciones públicas con Maxwell, dijo Peggy Siegal, una prominente anfitriona profesional, incluidas las proyecciones cinematográficas y otros eventos sociales.
“Ya no estaba en el panorama”, dijo Siegal. Sin embargo, Maxwell aún era muy visible en los círculos sociales. Aparecía en eventos de beneficencia para el Memorial Sloan Kettering Cancer Center y fiestas de estrenos de libros de Huffington. “No me parecía que la estuvieran excluyendo”, dijo el autor Jay McInerney.
Cuando Maxwell recibió una citación en la demanda de 2009 interpuesta por Giuffre, estaba saliendo de una sesión de la Clinton Global Initiative en el hotel Sheraton, y The New York Post se encargó de la cobertura de lo sucedido. El año siguiente, asistió a la boda de Chelsea Clinton, al parecer aún en buenos términos con Bill Clinton, con quien había socializado y, a veces, había viajado en el avión privado de Epstein.
En abril de 2013, estuvo al lado de Lloyd C. Blankfein, entonces director ejecutivo de Goldman Sachs, en un evento para apoyar el matrimonio igualitario. En octubre de ese año, la fotografiaron junto a Michael B. Bloomberg, entonces alcalde de Nueva York, en la fiesta de estreno de un libro de Tamara Mellon, la matriarca de la marca Jimmy Choo.
Sin embargo, Maxwell desapareció del entorno social después de 2015, el año en que Giuffre presentó la demanda de difamación en su contra.
Para 2016, Maxwell ya no era fotografiada en eventos. Ese mes de abril, la casa adosada de Nueva York donde había vivido se vendió en 15 millones de dólares. Para 2017, sus abogados estaban diciendo que se encontraba en Londres, pero que no creían que tuviera una residencia permanente ahí.
Rellie no se mostró sorprendido de que ya no estuviera conviviendo en Nueva York con los ricos y los influyentes. “Creo que la veré menos en el futuro”, comentó.
Mike McIntire, Sarah Maslin Nir, Katie Rosman y Jodi Kantor colaboraron con este reportaje.