Para superar la angustia, la tripulación del “Ocean Viking”, que zarpó el domingo hacia Libia, recibe apoyo psicológico.
“Siempre hay uno que no logramos salvar”. Es la idea fija que persigue incluso a los marineros más experimentados que rescatan migrantes en el Mediterráneo.
Para superar esa angustia, la tripulación del “Ocean Viking”, el barco fletado por las oenegés SOS Mediterrané y Médicos Sin Fronteras (MSF) que zarpó el domingo hacia Libia, recibe apoyo psicológico.
“Intervinimos por primera vez en noviembre del 2017 después de un naufragio complicado”, cuenta Marie Rajablat, una enfermera psiquiátrica con una larga experiencia humanitaria.
En sus tres años de misiones humanitarias en el “Aquarius”, el primer barco de SOS Mediterrané, muchas veces junto a socorristas jóvenes, la enfermera se enfrentó con frecuencia a situaciones dramáticas.
En enero de 2018, por ejemplo, rescataron a 70 personas del agua, muchas de ellas bebés, y algunos lograron revivir gracias al masaje cardíaco, recuerda.
“Los marineros quedaron traumatizados por el miedo de no poder salvarlos, aunque de hecho los salvaron a todos” recuerda Rajablat, que pasó seis semanas a bordo de la embarcación y relató su experiencia en el libro “The Shipwrecked of Hell” (“Los naufragados dle infierno”).
Poco a poco, la psicóloga creó un equipo de 15 personas especializadas. Tres de ellos asistieron a una reunión preparatoria antes de que zarpara el “Ocean Viking”.
“Al principio, la desconfianza reinaba. Se decían a sí mismos, es pura habladuría”, recuerda riendo la psiquiatra Marie Lépine. “Pero luego se acostumbraron luego a nuestra presencia”, admite.
Para Frédéric Penard, director de operaciones de SOS Mediterrané, su equipo de trabajo es como “un tesoro” que se puede desgastar con los traumas.
“Es que no es una situación normal ver morir a personas en alta mar. Por ello recibir apoyo y ser escuchado se ha convertido en clave”, asegura.
– Un espacio cerrado –
Permanecer en un espacio cerrado como un barco es también una situación compleja y singular, por lo que la prevención evita que el equipo se derrumbe a bordo, explica Rajablat.
“A bordo es un mundo cerrado donde solo se ven horrores”, afirma. Porque los migrantes suelen ser personas traumatizadas, angustiadas, que han huido de su país, que han padecido violencia, miseria y sufrido la guerra y vivido en condiciones peligrosas.
Las condiciones de las madres migrantes también suelen ser muy dramáticas. En el “Aquarius” hubo media docena de partos.
“Esto un mundo aparte, gira alrededor de la desgracia, también tiene algo de surrealista. El regreso a tierra causa también extrañeza, algo que puede ser igualmente traumático”, reconoce Marie Lépine.
“Es realmente difícil volver a la vida normal y pensar que todo está bien”, admite por su parte Alessandro Porro, de 39 años, que lleva cuatro misiones con el “Aquarius”.
“La gente se ahoga en el mar. Es como asistir a un avión que se estrella, que se hunde. Eso no es normal y por ello la ayuda psicológica es algo bueno para nosotros”, recalca.
Entre los rescatistas, los perfiles son variados: marinos mercantes, exmilitares, paramédicos, enfermeras…
“Los que más ayudan al grupo son los militares”, según Marie Ablatir.
Los ejércitos occidentales modernos saben mucho de prevención y logran detectar los síntomas postraumáticos en sus filas.
Pero sobre todo “ayudan al grupo a mantenerse siempre enfocado en su objetivo: salvar personas”, añade.
La mayoría de los rescatistas de SOS Mediterrané vuelven a efectuar misiones. Unos pocos han tirado la toalla. “No estaban preparados para esto”, confiesa uno de los marineros.