JERUSALÉN — Algunos rivales más jóvenes del partido Likud revolotean en círculos. Los noticieros nocturnos dieron a conocer revelaciones alarmantes que han reavivado el debate sobre la posibilidad de que se formalicen los cargos de corrupción en su contra.
Incluso la indiscutible ventaja de Benjamín Netanyahu sobre los demás contrincantes, la superioridad que goza en la esfera internacional por ser el primer ministro que ha permanecido más tiempo en el cargo en Israel, a últimas fechas no solo ha sido causa de orgullo, sino también de vergüenza.
A dos semanas de que se celebren nuevas elecciones, necesarias debido a que Netanyahu no logró formar una coalición de gobierno tras su victoria en los comicios de abril, todo parece indicar que su carismática personalidad ha perdido el toque que antes hacía parecer inevitable su reelección; una serie de reveses recientes ha opacado el aura que lo hacía parecer indispensable.
El mes pasado, Gilad Erdan, ministro de Asuntos Estratégicos, de 48 años, anunció que no aceptaría su designación como embajador ante las Naciones Unidas. Explicó al público que prefería permanecer en Israel para ayudar a Likud a conseguir la victoria el 17 de septiembre. En círculos privados, en cambio, dijo que no quería estar atado en Nueva York, en caso de que estalle una batalla por la sucesión al frente del partido.
No solo eso; ya antes, Netanyahu había sentido la necesidad de pedir a los legisladores del Likud que suscribieran un documento en el que se comprometen a conservarlo como único candidato del partido, “independientemente de los resultados de la elección”.
La semana pasada, Avigdor Lieberman (quien contribuyó a que se convocaran nuevas elecciones al negarse a formar parte de la coalición de Netanyahu con los partidos ultrarreligiosos), dijo que sostuvo una reunión con funcionarios de alto rango del Likud para dialogar acerca de la posibilidad de que Netanyahu deje de representar al partido si no logra ganar en las elecciones con una mayoría viable de 61 escaños de los 120 disponibles en el parlamento.
“Por lo menos, dos terceras partes del partido están rogando que Netanyahu no obtenga los 61 escaños”, explicó Lieberman al sitio de noticias Ynet.
Es posible que la declaración de Lieberman haya sido pretenciosa, pero, de cualquier forma, Likud no la refutó. Por otra parte, algunos analistas afirmaron que era posible.
“Todos saben, incluso gente de Likud, que ahora es más probable que nunca que la era de Bibi esté llegando a su fin,” comentó Gadi Wolfsfeld, politólogo veterano y profesor de Comunicaciones en el Centro Interdisciplinario Herzliya, al referirse al primer ministro por su apodo. “Ahora es más vulnerable que nunca”.
Netanyahu tampoco tiene un panorama muy positivo en el frente diplomático, que desde hace tiempo ha sido el área en la que se desenvuelve con mayor comodidad. A diferencia de abril, cuando pudo alardear acerca de algunas victorias importantes, como el cambio de la embajada estadounidense a Jerusalén y el hecho de que el presidente estadounidense, Donald Trump, hubiera reconocido la soberanía de Israel sobre los Altos del Golán, en este momento Netanyahu ha tenido que lamer algunas heridas infligidas por humillaciones consecutivas de la Casa Blanca.
El mes pasado, ante la presión de Trump y en contra de declaraciones previas al respecto, decidió impedir la visita a Israel de dos congresistas demócratas, lo que dio origen a varias expresiones de indignación política en ambos países. Después, para sorpresa de Netanyahu, Trump hizo alusión a la posibilidad de iniciar conversaciones con Irán, un paso que echaría por tierra el logro más destacado del dirigente de Israel: la decisión del presidente de abandonar el acuerdo nuclear con Irán. Para colmo, se rumora que cuando Netanyahu intentó frenéticamente convencer al presidente de reconsiderar la decisión de reunirse con Irán, no logró comunicarse por teléfono con Trump.
Para colmo, el incidente más notorio de un viaje rápido a Ucrania, que se creía podría ayudar al primer ministro Netanyahu con los votantes de habla rusa, fue la conmoción generada cuando su esposa tiró al suelo una ofrenda tradicional de pan en Kiev, gesto considerado una gran ofensa para sus anfitriones.
En el interior del país, las noticias de la semana más reciente han sido especialmente desfavorables para Netanyahu, justo cuando los israelíes se ocupaban de los preparativos para el regreso a clases y lo que menos querían era pensar en otra campaña electoral.
La semana pasada, el canal 12 de Israel comunicó que el primer ministro había dado órdenes personalmente a un confidente leal (que ahora es un testigo estrella en su contra) de hacer regalos de millones de dólares a un magnate de las telecomunicaciones. Se le acusa de haberlo hecho a cambio de cobertura mediática favorecedora en la subsidiaria de la empresa dedicada a noticias. Netanyahu ha insistido en repetidas ocasiones que solo aprobó las recomendaciones de los servidores públicos del Ministerio de Comunicaciones.
El lunes, el canal 13 transmitió una grabación de 2017 en la que Netanyahu reprende a Ayoub Kara, su entonces ministro de Comunicaciones, e interfiere en política regulatoria, meses después de que la Corte Suprema había obligado al primer ministro a renunciar a ese mismo cargo debido a las investigaciones pendientes en su contra.
“¿Estás loco?”, se le escucha gritar a Kara por haber cometido el error de compartir crédito en público por salvar a un canal de televisión de derecha con Ayelet Shaked, una ministra rival que es rechazada por la familia Netanyahu. La grabación se comparó de inmediato con otro vergonzoso video protagonizado por su esposa y que se difundió el año pasado.
Sus rivales han aprovechado ambas noticias, además de sacarle partido a la presión que ejerció el primer ministro para lograr que sus posibles compañeros de coalición convinieran en otorgarle inmunidad contra un posible proceso legal. Netanyahu tuvo una importante victoria en ese aspecto el fin de semana, cuando los dirigentes del partido Shaked dieron a entender que aceptarían esa medida.
En cambio, los partidos de centro-izquierda han redoblado sus ataques; en algunos anuncios sugirieron que, con tal de evitar la cárcel, Netanyahu estaba dispuesto a entregar ministerios clave, como el de Educación y el de Transporte, a líderes ultrarreligiosos que muchos israelíes seculares consideran extremistas.
Quizá el mismo Netanyahu se esté complicando el camino. En vista del apoyo que ha dado a sus aliados ultrarreligiosos, el primer ministro ha confrontado a los electores con una elección difícil para el siguiente gobierno. Pueden optar por él y esperar una coalición todavía más nacionalista y conservadora en el aspecto religioso, si es que logra un acuerdo, o bien optar por el gobierno a favor de la unidad nacional propuesto por Lieberman. Los líderes del Partido Azul y Blanco, que goza del mismo apoyo que Likud, dijeron estar dispuestos a apoyar esta última opción, siempre y cuando Likud se deshaga de Netanyahu primero.
Una encuesta dada a conocer el 3 de septiembre por el Instituto de Democracia de Israel reveló que solo el 27 por ciento de los israelíes desean un gobierno de derecha encabezado por Netanyahu. Casi el doble prefiere un gobierno de unidad encabezado por Netanyahu o Benny Gantz de la fuerza Azul y Blanco, o bien una coalición de centro-izquierda bajo el mando de Gantz.
A pesar de todos los problemas que le agobian, Netanyahu todavía está a la par con Gantz y tiene mejores probabilidades —aunque por muy poco— de lograr una coalición; sin embargo, las encuestas lo colocan a varios escaños de los 61 que necesita, por lo que podría quedar a merced de Lieberman.
David M. Halbfinger es el jefe del buró en Jerusalén, cubre Israel, los territorios palestinos ocupados y el Medio Oriente. @halbfinger