El Supremo Tribunal Federal empieza a juzgar si es constitucional ir a la cárcel a partir de condenas en segunda instancia.
El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, el preso más célebre de Brasil, tiene motivos para entrever luz al final de su túnel judicial: el Supremo Tribunal Federal (STF) debe resolver en breve varios casos que pueden conllevar su excarcelación.
Desde hace meses está cobrando fuerza la idea de que el exmandatario de izquierda (2003-2010) tiene ahora el viento a favor en la alta corte, muy crítica con los métodos usados por los fiscales que lo llevaron tras las rejas en abril de 2018 en la megaoperación anticorrupción Lava Jato.
El STF empieza a juzgar este mismo jueves si es constitucional ir a la cárcel a partir de condenas en segunda instancia, como fue su caso en la sentencia a ocho años y diez meses que cumple por haberse beneficiado de un apartamento tríplex en el litoral paulista puesto a su disposición por una constructora involucrada en el esquema.
La alta corte ya se pronunció a favor de la prisión en segunda instancia en varias ocasiones desde 2016.
Pero ahora debe analizar el tema a partir de tres nuevos recursos. Y si, tras una deliberación que podría alargarse varias sesiones, los jueces deciden que no puede haber prisión hasta que no se agoten todas las instancias, el patriarca de la izquierda brasileña, de 73 años, y otros muchos presos quedarían en libertad en espera de que resuelvan sus recursos en las cortes superiores.
Por esa condena, Lula fue inhabilitado para participar en las elecciones de octubre del año pasado, en las que era el gran favorito en las encuestas. Terminó ganando el ultraderechista Jair Bolsonaro, que basó su campaña en la lucha contra la corrupción y prometió que Lula se pudriría en la cárcel.
Determinado a probar su inocencia, Lula rechazó hace tres semanas pasar a un régimen semiabierto (con la posibilidad de prisión domiciliaria) por haber cumplido una sexta parte de su condena.
“Cabe ahora a la Corte Suprema corregir lo que está errado para que haya justicia independiente e imparcial”, advirtió. El exmandatario tiene otra condena en primera instancia y por lo menos otros seis procesos abiertos ante la justicia.
– Guerra de poderes –
Los jueces también están por decidir, aun sin fecha, si el exjuez y actual ministro de Justicia de Bolsonaro, Sergio Moro, fue parcial al condenarlo por corrupción.
Si deciden que no, Lula también quedaría libre y todo el proceso sería anulado y debería empezar de nuevo.
Este último recurso surgió a partir de los supuestos mensajes revelados por The Intercept Brasil entre Moro y los fiscales de la Lava Jato, que sugieren cierta intimidad entre las dos partes.
“Informalmente, el STF se sintió bastante incomodado con la llegada de Moro al gobierno y, más recientemente, con las noticias de The Intercept”, explica a la AFP Thiago Vidal, analista de la consultora Prospectiva.
Para Thiago Bottino, profesor de derecho de Fundación Getulio Vargas, si el STF le da la razón en ese caso, la Lava Jato, que ha dejado más de 200 condenados en cinco años, quedaría “en parte, desacreditada”.
“Muchos que pasaron a equiparar a Moro con un superhéroe se darán cuenta de que había un vicio grave en la conducción de los procesos”, sostiene.
Pero los jueces del STF también deben deliberar si su decisión de anular la condena a un exgerente de Petrobras por considerar que no tuvo derecho a una amplia defensa se puede extender a otras condenas de la Lava Jato, entre ellas la otra que afecta a Lula en primera instancia.
– Una bomba mediática –
Nadie duda de que Lula en la calle sería una bomba política y mediática de consecuencias difíciles de predecir.
Su ingreso a prisión, desde donde dirigió la campaña de su reemplazo, Fernando Haddad, fue toda una exhibición de poderío y liderazgo de masas: se atrincheró más de dos días en el Sindicato de los Metalúrgicos de Sao Bernardo do Campo (afueras de Sao Paulo), protegido por los suyos, hasta que se entregó.
También se llevó todos los focos nacionales e internacionales las dos únicas veces que salió de la cárcel desde entonces, una para declarar y otra para asistir al velatorio de su nieto.
“Su eventual salida sería un revulsivo para el Partido de los Trabajadores (PT, izquierda), que está muy preso del discurso de ‘Lula libre’, de persecución política. No hay que subestimar la capacidad de articulación de Lula en una oposición fragmentada y sin líderes”, explica a la AFP Edson Sardinha, editor y analista del sitio especializado Congreso em Foco.
Para la consultora Prospectiva, Bolsonaro podría salir, “paradójicamente”, reforzado.
“Con la popularidad a la baja, el presidente podrá reposicionarse como alternativa al riesgo de la vuelta de la izquierda al poder y retomar un discurso más polarizante”, señaló en una nota.jm/mel/gv