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¡Es la Constitución, atarantado!

¡Es la Constitución, atarantado!
Volodymyr Zelensky,presidentede Ucrania y Donald Trump son los protagonistas de un escándalo internacional. FOTO/ ENS

Someter a un presidente a juicio político es una de las decisiones más trascendentales que puede tomar nuestro Congreso, aparte de declarar la guerra. Por eso, después de pensarlo con detenimiento, me atrevo a decir lo siguiente: el presidente Donald Trump no solo debería enfrentar un juicio político, sino que debe hacerlo si queremos preservar intacta la democracia estadounidense.

¿Por qué lo digo? Porque los hechos del caso no están en duda; en general, los mismos aliados de Trump en los medios de comunicación y el Congreso ni siquiera pretenden negarlos: Trump retuvo financiamiento de los contribuyentes, que el Congreso había ordenado entregar a Ucrania para reforzar a su Ejército en el enfrentamiento contra Rusia, con el objetivo de forzar al nuevo presidente ucraniano a hacer algo que Trump describió como un “favor”: anunciar que Ucrania investigaba al oponente más probable de Trump en las elecciones presidenciales de 2020, Joe Biden, y a su hijo, quien tenía tratos con una empresa ucraniana de gas. Al parecer, Trump creyó que con solo anunciar que se realizaba una investigación de ese tipo, la campaña de Biden estaría condenada antes de arrancar.

Me parece correcto decir que los electores deberían elegir y despedir a sus presidentes en las urnas. Sin embargo, cuando escucho a los defensores de Trump gritar que “el juicio político va en contra de la voluntad del pueblo”, pienso: “¿De verdad? ¿Y qué demonios creen que Trump estaba haciendo en Ucrania?”. Con sus maquinaciones para utilizar nuestros impuestos con el propósito de derrotar a su contrincante más temido en las próximas elecciones, fue en contra de la voluntad del pueblo en vez de confiar en la decisión de los votantes.

Esos planes quedaron frustrados solo porque un informante de la comunidad de inteligencia denunció el plan del presidente, quien se vio obligado a entregarle el dinero a Ucrania poco antes de que la noticia de su intimidación saliera a la luz pública. Trump actuó como un vil ladrón de banco que tenía apuntada una pistola a la cabeza de un cajero pero, al escuchar las sirenas de la policía, salió corriendo sin siquiera poner el dinero en su bolsa.

Así que, si bien los Padres Fundadores quisieron reservar para el pueblo el derecho de retirar del cargo a un presidente mediante elecciones, comprendieron que en ciertas situaciones puede ser necesario remover al presidente para proteger y preservar el marco que permite celebrar elecciones libres y justas. Ese marco está formado por la Constitución y el Estado de derecho, y ahora atravesamos una de esas situaciones.

Si sostenemos, al igual que los republicanos, que las acciones de Trump no constituyen un delito que amerite el juicio político, entonces queremos convencernos a nosotros mismos y decirles a todos los presidentes de ahora en adelante, en total oposición a lo que escribieron los Padres Fundadores en la Constitución, que está bien pedirle ayuda a una potencia extranjera para inclinar la balanza de las elecciones a su favor. ¿Se imaginan cuánto dinero podrían recaudar los candidatos en países como Arabia Saudita o China para inclinar en su favor algunas elecciones en el futuro, o cuántos ciberguerreros de Rusia o Irán podrían enlistar para crear noticias falsas, reprimir votos o incitar indignación?

Eso acabaría con la integridad de nuestras elecciones, de tal forma que nunca más podríamos tener un presidente legítimo, un mandatario que, independientemente de que nos agradara o no, por lo menos pudiéramos considerar electo de manera legítima. Sería la receta perfecta para el caos político permanente; nadie podría respetar la autoridad de los presidentes si resultaran electos gracias a la interferencia del extranjero.

Justo eso es lo que buscan los republicanos que defienden ciegamente la táctica indefendible de Trump de enlistar la ayuda de Ucrania para derrotar a Biden y hacen resonar las teorías conspirativas de Trump. Esos rumores, que comenzaron a hacer correr agentes rusos, identifican a Ucrania y no a Rusia como responsable del ciberataque que sacó a la luz los correos electrónicos del Comité Nacional Demócrata en 2016. También sostienen que el servidor de ese comité se envió a Ucrania antes de que el FBI pudiera inspeccionarlo.

Son fantasías que parecen salidas de “Dimensión desconocida”.

En serio, ¿pueden imaginar qué está pensando justo ahora el presidente ruso, Vladimir Putin? “¡No puedo creer lo bien que ha salido todo! No solo logré hacer que Trump repita como merolico mis teorías conspirativas; también tiene a todo su partido haciendo lo mismo! ¡Y gratis! ¿Quién hubiera pensado que los estadounidenses traicionarían con tanta facilidad su propia Constitución por un solo hombre? Hasta en mi propio Parlamento hay legisladores rusos que preferirían renunciar antes que hacer eso. Sencillamente demuestra lo que ya había dicho: Estados Unidos es igualito a Rusia, así que no me vengan con sermones”.

Si el Congreso hace lo que exigen los republicanos y no somete a este presidente a juicio político por reclutar a una potencia extranjera para lograr su elección, después de haberse negado a entregar los documentos que solicitó el Congreso e impedir que testificaran sus asesores principales, quienes sabían qué sucedió, el mensaje será que, a partir de ahora, el presidente está por encima de la ley.

Dirá que ya no tenemos un gobierno dividido en tres poderes con las mismas facultades. Que ya no existe la división de poderes.

Dirá que nuestro presidente ahora es un rey.

Si eso sucede, se desvanecerá el país que estudiamos en nuestras clases de historia, la nación que aprendimos a conocer y amar mientras crecíamos, la misma que el resto del mundo ha admirado durante tanto tiempo por ser un ejemplo de democracia y justicia. Cuando desaparezca, sufriremos porque nos hará mucha falta.

Aunque prácticamente todos los legisladores republicanos y Fox News han decidido prostituirse por Trump, todavía veo un lucero de esperanza oculto a plena vista.

Como informó el Times el sábado, los presidentes en turno por lo regular se ven beneficiados cuando la economía es sólida y, aunque justo en este momento el crecimiento del empleo es firme y los salarios promedio por hora van en aumento, no pasa lo mismo con las tasas de aceptación de Trump: “En vez de disfrutar una popularidad inmensa gracias a la economía, las tasas de aprobación de Trump se mantienen bajas, e incluso cayeron unos dos puntos porcentuales, al 41 por ciento, desde que se dio a conocer la noticia de Ucrania”.

“Los mercados accionarios aumentan a cifras récord”, tuiteó Trump el viernes, y añadió: “Es la economía, atarantado”.

Estoy de acuerdo en que es la economía, pero solo cuando el presidente no ignora su juramento de preservar y proteger la Constitución. No obstante, para cualquiera que vea las tasas actuales de aceptación al lado de las cifras económicas, es evidente que bastantes estadounidences piensan: “Es la Constitución, atarantado, y a diferencia de usted, presidente Trump, para nosotros hay cosas más valiosas que el dinero”.

Nos importa tener un presidente que no diga mentiras veinte veces al día. Nos importa tener un presidente que no humille a sus opositores ni haga burla de su apariencia física. Nos importa tener un presidente que no le crea más al presidente ruso que a sus propios servicios de inteligencia. Nos importa tener un presidente que no se enrede con teorías conspirativas y enrede a todos a su alrededor en ellas. Nos importa tener un presidente que aprecie a nuestros servidores públicos imparciales. Nos importa tener un presidente que quiera gobernar para todo el país, no solo para su base.

Pero sobre todo, nos importa tener un presidente que tome en serio su juramento de preservar y proteger nuestra Constitución. Si perdemos eso, pronto estaremos en la ruina total, moral y financiera. Habrá que ver cuántos estadounidenses todavía piensan así el día de las elecciones, y también dependerá de la alternativa que ofrezcan los demócratas. Por ahora, al menos, es bueno saber que es un número significativo y que, a pesar de los tres años de la presidencia de Donald Trump, el país todavía tiene pulso cívico.

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